“Llegó la hora de cambiar la orientación”, emplazó al arrancar la cumbre Filippo Grandi, alto comisionado de ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados). El objetivo es tratar de cambiar la suerte de los 65 millones de refugiados y desplazados que han tenido que abandonar sus hogares por la guerra y la persecución. Por eso recalcó la necesidad de adoptar políticas eficaces para garantizar la seguridad de las personas que se ven forzadas huir en busca de protección. A estos se les suman 244 millones de migrantes. Si fueran un país, su población sería mayor que la de Brasil y tendría un producto interior bruto comparable al de una nación medio europea.
Peter Thomson, presidente de la Asamblea General, marcó el tono del debate al señalar que la comunidad internacional afronta la peor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial, y denunció el lenguaje de odio que se está lanzando contra los migrantes y refugiados. Según los datos de las Naciones Unidas, hay 24 millones de refugiados, es decir, personas que se han visto forzadas a abandonar sus países por la guerra o por ser perseguidos. A estos se suman 40 millones de desplazados internos, personas que han dejado sus casas pero no han cruzado a otro país.
La guerra civil de Siria ha desatado un éxodo hacia los países vecinos y hacia Europa que ha colocado la cuestión de los refugiados en el centro del debate político y ha impulsado el auge de los partidos populistas. Los países europeos explicaron que su prioridad es “restaurar el orden” de sus fronteras externas para evitar la situaciones de desbordamiento que se vivieron en 2015. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, defendió un enfoque pragmático y citó los acuerdos que se negocian con los países emisores y de tránsito de la inmigración irregular.
“Hay que convertir el miedo en esperanza”, añadió el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en la apertura de la cumbre. La declaración de Nueva York establece en este sentido una serie de principios generales como la protección de los derechos humanos de los refugiados, aboga por incrementar el apoyo a los países que acogen más asilados, garantizar que los niños tengan acceso a la educación o reforzar las operaciones de búsqueda y rescate de migrantes. Más de la mitad de los refugiados que hay en el mundo están acogidos en solo seis países (Turquía, Pakistán, Líbano, Irán, Etiopía, Kenia y Uganda)
La cumbre busca establecer un denominador común para afrontar los grandes movimientos de personas. Pero la confrontación política en este asunto provocó una dura negociación entre los firmantes. La Unión Europea y Rusia evitaron que se adoptara un compromiso concreto para ampliar las vías para dar puertos seguros a los refugiados. EE UU, por su parte, se resistió a que se hiciera una mención para evitar la detención de migrantes menores en la frontera.
Los anuncios fueron individuales. Japón aportará 2.800 millones de dólares durante los próximos tres años en concepto de asistencia humanitaria. China ofreció por su parte 100 millones adicionales en ayuda, en el marco de un fondo que ya tiene con la ONU dotado de 1.000 millones. El presidente estadounidense, Barack Obama, convocó precisamente para este martes un evento paralelo a la Asamblea General en el que 40 países anunciarán aportaciones financieras.
El clamor de las víctimas
La declaración de Nueva York, por tanto, se queda corta ante lo que Nadia Murad Basee Taha, una joven yazidí de Irak a la que el ISIS esclavizó sexualmente y ahora embajadora de buena voluntad de la ONU, calificó como “una Tercera Guerra Mundial”. “Ustedes deciden si otra niña como yo va a poder llevar una vida sencilla o se va a ver obligada a vivir con sufrimiento o ataduras”, emplazó en su discurso ante los líderes mundiales. “Queremos que se nos vea, se nos escuche y se respete nuestra dignidad”, añadió Eni Lestari Andayani, de la Alianza Internacional de Inmigrantes.
Todo se aplaza a 2018, cuando se quieren crear dos compactos -grupos integrados por países, organizaciones civiles, sector privado y organismos- para asistir a los refugiados y migrantes. “Vivimos a las puertas del infierno”, afirmó ante el plenario el refugiado sirio Mohammed Bradan, mientras leía un mensaje que le llegó desde su país. “Si los líderes no son capaces de encontrar una solución a la crisis, esta cumbre será como todos los demás”, advirtió. En este sentido, Ban Ki-moon dijo que esta cumbre solo tendrá un significado real si se cumplen las promesas.
Antes incluso de comenzar la reunión, los grupos de derechos humanos expresaron sus críticas. “Es una oportunidad perdida”, según Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. Considera que mientras los Gobiernos no muestren un compromiso político firme para hacer frente a las causas de las guerras y la violencia, los desplazamientos forzados seguirán creciendo.
Winnie Byanyima, de Oxfam Internacional, opina que la cumbre se queda corta en su exigencia de compartir responsabilidades para proteger mejor a las personas que se ven forzadas a abandonar sus hogares. “Necesitamos ver a los países acogiendo a más refugiados y ofreciéndoles trabajo y educación”. “Muchos Gobiernos temen ver está cuestión influyendo en sus agendas políticas pero deben cumplir sus obligaciones bajo la legislación internacional y demostrar empatía hacia los más vulnerables”.
FUENTE: El País
RELEVO Y EDICIÓN: Camila Abbondanzieri