Los festejos por el bicentenario de la Revolución de Mayo sorprendieron por su enorme grado de masividad e impronta de festividad. Se pueden tejer infinitas conjeturas respecto de lo que motivó a millones de argentinos a participar activamente de esta celebración. Pero lo que nunca se debe hacer es permanecer indiferente ante esta nueva e histórica movilización popular.
No es fácil hacer una reflexión sobre un tema que aún se percibe tan intenso y cercano en el tiempo. A la hora de analizar los festejos por el Bicentenario cuesta salir de los lugares comunes, de las valoraciones de rigor, de las críticas obvias, de las especulaciones mezquinas.
Seguramente estas reflexiones no hubieran sido las mismas si se hubiesen hecho una semana antes. Hace siete días atrás sólo se escuchaban y leían interpretaciones de tipo históricas y una proyección de deseos a futuro. ¿Cómo llegamos al Bicentenario? ¿Cuáles fueron nuestros éxitos y fracasos? ¿Cómo quisiéramos llegar al tercer centenario? Pero las reflexiones históricas y la proyección de deseos que hubiéramos hecho la semana pasada, en estos días están condimentadas, contextualizadas, por la enorme movilización popular que acompañó los festejos del Bicentenario.
Lo pudimos ver en toda la enorme agenda de actividades desarrolladas por estos días en la Ciudadla Argentina. Todos coinciden que no fue un fenómeno que se expresó solamente en las grandes ciudades. En cada pueblo hubo momentos de encuentro con participación masiva de acuerdo a las características del lugar. Hubo recitales, obras de teatro, kermés, feria de comidas, misas, etc. de Buenos Aires. Pero el mismo deseo de nuestro pueblo de estar presente en estos festejos lo pudimos constatar en Rosario (120 mil personas en el acto central en el Monumento), en Córdoba (100 mil personas en el show de fuegos artificiales), en San Luis (22 mil personas participaron de la presentación de la réplica del Cabildo que se inaugurará el 12 de junio), en Mendoza, en Salta, en cada rincón de
Ahora: ¿qué es lo que hace que en distintas ciudades, en eventos diferentes, convocados por distintos partidos de gobierno, un festejo adopte tal nivel de masividad? Y aquí empiezan las especulaciones y las libres interpretaciones. Como la voluntad popular en las urnas, las movilizaciones populares masivas nunca pueden leerse unívocamente, ni interpretarse desde un solo lugar. No hay ni habrá una única manera de explicar el 17 de octubre de 1945. No hay ni habrá una única manera de interpretar la movilización popular en los actos de cierre de campaña del PJ y la UCR en octubre de 1983. Es imposible explicar desde un único lugar la presencia masiva de argentinos en las calles en la Semana Santa de 1987. Tampoco puede buscarse una interpretación única de las manifestaciones de diciembre de 2001.
Las movilizaciones populares masivas son, esencialmente, fenómenos complejos, imposibles de interpretar desde la mera racionalidad de las causas y los efectos. Por eso, suelen ser estudiadas por psicólogos sociales, por politólogos, por sociólogos. Cuesta entender lo que algunos llaman “multitudes”, otros denominan “muchedumbres” y algunos, despectivamente, “aluviones”.
Hoy muchos se desvelan por saber cuál fue el mensaje de los millones de argentinos que participaron de los festejos. Algunos pretenden simplificar lo complejo y hacen interpretaciones caprichosas, como aquellas que se hicieron después de las elecciones del 28 de junio de 2009. Probablemente, ni el paso del tiempo permita desentrañar el mensaje que quiso expresar el pueblo argentino en este 25 de mayo.
Pero hay algo que hoy podemos afirmar sin lugar a dudas: ese pueblo argentino quiso decir “presente”. Quiso participar (“ser” parte, “formar” parte, “tomar” parte). Dijo “acá estoy”. “Esta fiesta es nuestra”. “No nos queremos quedar afuera”. “Ésta no me la quiero perder”. Esta voluntad popular de “estar presente” se expresó en las calles y en las plazas de todo el país. Y el nivel de masividad terminó transformando a los espectadores en principalísimos actores. Pocas veces se dio un nivel de protagonismo popular tan fuerte en actos pensados “para ellos”. Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que el pueblo argentino se “apropió” de la fiesta del Bicentenario, la hizo suya.
Cuando el pueblo aparece en las calles, cuando su presencia es tan masiva y tan uniforme en todo el territorio, cuando hegemoniza y se apropia de los espacios públicos, tenemos que estar muy atentos y expectantes.
Desde estas líneas se pretende analizar la realidad desde un fuerte sentido de pertenencia a una tradición política nacional y popular que nació en las calles y en las plazas. El radicalismo es hijo de la “Revolución del Parque” y no habría peronismo sin el “17 de Octubre”. Por eso no nos asusta el pueblo en las plazas y en las calles. Nos emociona, nos alegra. Pero sobre todas las cosas, nos compromete y nos responsabiliza.
Nunca el pueblo sale a las calles porque sí. Siempre hay motivaciones de fondo. Sólo hay que tener sintonía fina para registrar estas búsquedas y estos anhelos. Quizás en esas calles, en esas multitudes, podamos encontrar las señales - siempre confusas y contradictorias - que nos lleven hacia un destino más grande como Nación y más feliz como Pueblo.
(*) Lic. en Ciencia Política - Director Ejecutivo de la Fundación para la Integración Federal, Rosario
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