El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba celebrado la semana pasada marca un punto de inflexión en el proceso revolucionario comenzado hace 50 años, con la confirmación de las reformas llevadas adelante por Raúl Castro y la despedida política de su hermano Fidel. Un proceso que, en conjunto, suscita interrogantes en torno al carácter y permanencia futuros de la Revolución Cubana
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El pasado 19 de abril finalizaron las sesiones del 6º Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC). Allí, fue presentado y analizado el Informe Central, debatido en cinco comisiones y en plenaria, el Proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. La presentación de este documento, propuesto en noviembre del año pasado por el presidente Raúl Castro, había generado una gran expectativa no sólo a nivel interno sino internacional, dadas las medidas inéditas en materia económica que el propio Castro llevó adelante desde que debió reemplazar a su hermano Fidel, en 2006, que involucraron desde un principio de apertura a la iniciativa privada, el recorte de subsidios, la adopción de una política impositiva y hasta el recorte de 1,3 millones de empleos públicos. Estas medidas formaron parte de un conjunto de 300 iniciativas políticas que fueron formalmente aprobadas en el pleno del mencionado Congreso.
El carácter histórico del plenario no sólo se debe a la oficialización de dichas medidas, que tomarán fuerza de ley en el corto plazo, sino también al carácter de bisagra que adoptó este Congreso con la despedida política –en lo formal- de Fidel Castro, tras la elección de su hermano Raúl como Primer Secretario del PCC. Tanto los anuncios en materia económica y política como el marco de fin de época que rodeó el pleno del Congreso generan fuertes interrogantes en torno a como se configurará el futuro de Cuba de cara a los desafíos que enfrentará en breve.
Ante todo, debe entenderse el carácter particular del PCC para mensurar la magnitud de su influencia en lo político-social. Si entendemos que las decisiones que toma el PCC estructuran y orientan las políticas de Estado, es importante pensar la relación que se establece entre este organismo y el gobierno. Este se explica a partir del carácter unipartidista y monolítico del PCC, lo que explica el grado de implicancia de las conclusiones emanadas de este cuerpo plenario. Esto las diferencia con respecto a las decisiones internas de los partidos políticos en los regímenes multipartidistas, en los cuales aquellas decisiones no afectan de la misma manera su porvenir, siendo tan sólo uno de los factores que pugnan por influir en los canales políticos.
Asimismo, la misma constitución de la Republica Cubana establece, en su Artículo 5, dicha relación particular entre el PCC y el Estado. "El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia una sociedad comunista" (el subrayado es nuestro).
Surgido a partir de la fusión de las tres principales organizaciones revolucionarias contrarias que lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista, la consolidación del PCC como órgano estatal se da a finales de 1975, momento en que se llevó a cabo el Primer Congreso del PCC. Al año siguiente, se aprobó la Constitución de la República de Cuba mediante referendo popular con el 98% de la participación del electorado. En el mismo, se aclara el carácter direccional que toma el Partido Comunista, apareciendo por primera vez, el Artículo 5 citado anteriormente. Paralelamente, y con esta reforma, se suprimió el cargo de primer ministro que ocupaba Fidel Castro, accediendo éste a la Presidencia –ocupada desde 1959 hasta 1976 por Osvaldo Dorticós Torrado- con lo que formalmente se concretó la concentración de la suma del poder por parte del líder revolucionario. Puede decirse que tanto el fortalecimiento del PCC en tanto órgano del Estado como la de Castro en su rol dirigencial supusieron, en la práctica, el fin de la etapa de consolidación del proceso revolucionario comenzado en 1959. Es precisamente esta etapa la que comienza a dar signos de agotamiento durante el llamado Período Especial tras la disolución de la URSS. El retiro por enfermedad de Fidel Castro y su sucesión por parte de su hermano Raúl, formalizada en 2009, y los resultados del VI Congreso representan el cierre del ciclo político llevado adelante por la generación revolucionaria.
Durante las sesiones del VI Congreso, se discutió en torno a un cambio de políticas económicas y sociales que respondan tanto a la adaptación de Cuba a las consecuencias producidas por el bloqueo económico llevado adelante por Estados Unidos, que desde 1960 pretende la disolución del régimen a través de la prohibición de realizar cualquier tipo de préstamos y de suministros a Cuba, con el fin declarado de disminuir los salarios reales y monetarios para provocar un estado de crisis que conduzca al derrocamiento del gobierno. Debe decirse en este punto que, a sólo 11 días de la finalización de dicha medida económica, el 2 de Septiembre de 2010, el presidente de EEUU, Barack Obama, decidió extender el plazo del bloqueo por un año más, más allá de los intentos de acercamiento que viene manteniendo desde el inicio de su mandato. Más cerca en el tiempo, las consecuencias del Período Especial y el agotamiento a nivel general de la economía cubana promovieron el debate al interior del Congreso, tanto más cuando su última fecha de celebración había sido en 1997.
Asi pues, los dirigentes cubanos expusieron la imposibilidad de continuar con la utopía de mantener una realidad vivida hace 40 años atrás. Eso implica diferentes tipos de transformaciones internas, como aclaró Ricardo Alarcón (presidente de la Asamblea Nacional de Cuba y miembro del buró político) en su entrevista a medios televisivos: "En primer lugar, nadie en este país va a ser abandonado, hay que cambiar el sistema que era demasiado igualitarista, demasiado costoso (...). Se trata, de ir gradualmente, no como hacen los países capitalistas que de un golpe les imponen a los pueblos, a los trabajadores, condiciones onerosas (...). En cuanto a la educación y la salud, seguirán siendo universales y gratuitas para todos pero tratando al mismo tiempo de que sus servicios se ofrezcan con la mayor racionalidad...". Cambios de concepto, gradualismo y racionalidad en la gestión han sido las ideas fuerza que fundamentan, en general, las líneas económicas mantenidas por el gobierno de Raúl Castro, sin que se cuestione el mantenimiento del sistema socialista.
También se llevaron a cabo discusiones en torno a la necesidad de la renovación de los cuadros políticos de la revolución, que se manifestó concretamente en que un número importante de mujeres, negros y mestizos pasaron a formar parte de los órganos de decisión del partido. A la vez, se enfatizó la necesidad de limitar el período de ocupación de los cargos a 5 años. Esta intención quedó demostrada a partir de la aceptación de tres nuevos miembros en el buró político (de 24 integrantes pasó a tener 15, renovando tres puestos en el mismo y manteniendo 12). Aquí el elemento generacional juega un papel decisivo, dado el hecho de que los cuadros gubernamentales principales cuentan con un promedio de 80 años, así como también el estancamiento producto de la burocratización de los puestos estatales. El carácter estratégico de este factor es de tal magnitud que muchos analistas ven aquí el principal riesgo al mantenimiento futuro de los logros de la Revolución.
El hecho que marcó drásticamente este cambio de mentalidad fue la decisión de Fidel Castro de no retomar el cargo de Primer Secretario del Comité Central, ni tampoco el del Buró Político, instancia de dirección superior del PCC. Esta decisión adquiere un valor relevante si tenemos en cuenta el contexto en que fue tomada. A partir del 2006, cuando Raúl Castro toma el lugar de Fidel debido a un problema de salud que lo imposibilita a poder desempeñarse en sus cargos, la figura de éste último comienza a ganar mayor prestigio. Sin embargo, la presencia de Fidel en el VI Congreso fue importantísima para legitimar todos estos cambios. Este acto, simbolizado en una foto que recorrió el mundo –levantando los brazos de su hermano tras la elección de éste como Primer Secretario- también da cuenta del clima de fin de época.. Ricardo Alarcón, miembro del Buró Político, enfatiza lo siguiente: "no le hace falta, por supuesto. Tiene prestigio, autoridad moral como guía de la Revolución y no le hace falta ningún cargo para ejercer esa autoridad, moral, ideológica, ejemplarizante para todos los cubanos, está indicando el camino que todos tenemos que seguir más o menos, en un momento u otro".
A partir de los cambios que se están produciendo, cabe preguntarnos sobre el proceso de construcción de la imagen de una Cuba post-Fidel. La apertura responde a un momento de crisis coyuntural que genera que nos interroguemos sobre cómo responderá la población cubana a estos cambios. ¿Se inyectará el germen de una futura sociedad capitalista? ¿Cómo se organizarán los cuadros dirigentes para evitar la desvirtualización de un sistema que con muchos esfuerzos y luchas logró perdurar 50 años? La renuncia de Fidel Castro a sus cargos toma un carácter moral y simbólico, al producir el afianzamiento de Raúl como líder político. ¿Comienza, así, un período que conllevará grandes cambios en Cuba, o detrás de estas mutaciones institucionales se mantendrá la misma inercia? La forma futura de la Revolución Cubana depende, esencialmente, de las respuestas a estos interrogantes.
(*) Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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