Mucho se dijo sobre la conveniencia de renovar estilos y contenidos estéticos, comerciales y periodísticos. Y con ello la llegada de un personaje mediático, simbólico por sí mismo de un tiempo y una era en la televisión argentina: Marcelo Tinelli. Y con él, el desembarco de varias “estrellas” del mundo futbolero tales como Mariano Closs, Diego Latorre, Miguel Simón, etc. Pero más allá de las bondades profesionales de los periodistas aludidos, y si La Cámpora vetó esto o aquello, o si era necesario renovar o no FPT, lo cierto es que, quien dio en la tecla para entender lo que finalmente sucedió fue Hebe de Bonafini, quien declaró que el programa del gobierno era utilizado como una herramienta política. De allí en adelante, una serie de comentarios y descalificaciones a la siempre políticamente incorrecta Hebe (afortunadamente) intentaron más confundir que poner blanco sobre negro con respecto a cómo funciona la cosa. Repasemos algunas aristas.
- El negocio del fútbol nació en un contexto político determinado. La idea de que los aportes provinieran de los bolsillos de aquellos que podían pagar un sistema de cable privado y de que determinados eventos (codificados) tuvieran un costo extra, también respondía a un principio ideológico que imponía que el ciudadano podía disfrutar en tanto y en cuanto pagara. De manera directa con el abono del cable o de manera indirecta concurriendo a un bar. No es casual la “explosión” del negocio televisivo con la privatización del sistema de medios en la Argentina.
- La decisión de participar del negocio del fútbol en la Argentina por parte del actual gobierno, fue, clara y afirmativamente, una decisión política. En un país que respira, vive, sufre y celebra al ritmo de una pelota que entra en un arco, tener la posibilidad de que “todos” los ciudadanos puedan disfrutar (o padecer) del espectáculo no es poca cosa, teniendo en cuenta que veníamos de una etapa donde los que menos tenían debían conformarse con seguir los vaivenes de un partido a través de la gestualidad de una tribuna. Indigno.
- Los fondos con los que se sostiene FPT son fondos públicos que salen del presupuesto nacional que nos involucra a todos. Es tan válido discutir cómo funciona el programa, como saber qué se hace con las obras de infraestructura, el desendeudamiento, la construcción de escuelas, la asistencia social, los superávits comerciales, etc. Ese presupuesto es aprobado o no (recordar el año 2010 para más detalles) por un Congreso Nacional que lo discute en términos políticos hacia su interior pero también de cara a la sociedad que lo mira.
- El oficialismo nunca negó sus intenciones al crear el FPT, y siempre lo reivindicó públicamente como un hecho político trascendente por los motivos anteriormente expuestos pero también porque daba una batalla fundamental desde lo cultural, quitándole al multimedio más grande del país, la plata dulce que significaba contar con la televisación exclusiva. Tal disputa, esto es, gobierno vs. Corporación, está en el ADN de cualquier escenario de la política y de lo político, entendida la primera como actividad y el segundo como concepto.
- Tal lo dicho, Marcelo Tinelli representa la antítesis de todo lo expuesto hasta aquí. Lúcido como pocos a la hora de entender el lenguaje televisivo, versátil como casi ninguno al momento de hacer cumplir sus deseos; el actual hombre fuerte de San Lorenzo, ha construido una carrera pública que lo ha congraciado permanentemente con tirios y troyanos, con Montescos y Capuletos, en un vaivén que siempre lo deja ubicado en el lugar políticamente correcto. Allí está la presencia telefónica de Néstor Kirchner en plena campaña de 2009 en su programa y por el canal que ya se había transformado en el enemigo público del kirchnerismo. Tinelli representa al conductor – empresario – productor – dirigente que se abre paso entre la carnicería mediática argentina a fuerza de un factor central: su marcada desideologización. Típico producto de lo que en nuestro imaginario ubicamos allá por los 90', ese perfil se contrapone de manera absoluta con lo que un movimiento como el kirchnerismo ha propuesto y reivindicado en la sociedad argentina: las ideas son el eje de lo que mueve al mundo. Por ello el choque. Por ello las diferencias insalvables a la hora del armado de un proyecto de trabajo como FPT.
Tal vez el resultado definitivo sea lo mejor que le pudo haber pasado a FPT. Hay un desafío por delante, saber renovarse. Para quienes reivindicamos semejante apuesta, y a sabiendas de la necesidad de algunos cambios, no podemos dejar de mirar lo estructural del asunto. Más allá de la cosmética y del maquillaje, lo central es que el programa nunca debería convertirse en cuna advenedizos que poco les importa (mientras a ellos se les pague) si son muchos o pocos lo que pueden disfrutar de un evento cultural como es el fútbol. Ese es el eje.
(*) Analista político de la Fundación para la Integración Federal