En medio de una crisis económica, política y de representación, algunos medios periodísticos en España entablan una discusión paradójica sobre su pertenencia a los PIIGS, el club del que ningún país europeo quiere formar parte. Una crisis de percepción que subyace detrás de los indicadores económicos en caída libre
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En un mundo en que la interdependencia entre países se hace cada vez más patente, como lo demostró la ultima crisis financiera internacional, durante las pasadas décadas han proliferado los organismos multilaterales y grupos de países que se asocian en pos de alcanzar intereses comunes.
Los PIIGS sin embargo, lejos de ser un grupo de países unidos por el amor parecen en cambio estar unidos, a la fuerza, por el espanto: contracción económica, desempleo, endeudamiento interno o externo, déficit público o desajustes en el mercado inmobiliario.
La crisis financiera que comenzó en el 2008 y tuvo como epicentro a los Estados Unidos y los países de Europa Occidental dio difusión extendida a este acrónimo de PIIGS, un termino si se quiere peyorativo que refiere a los países europeos que, tras el cimbronazo financiero mundial, cambiaron drásticamente sus economías y las posiciones oficiales para su manejo y control. El mismo incluye a Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España y fue un término que nació en los medios de comunicación británicos tres años atrás. Algunos también hablan de su doble sentido relacionándolo con la idea de "Flying Pigs "(los cerdos voladores) una ironía forzada que remite, por oposición, a aquella imagen popular de que "los cerdos no vuelan", aludiendo a que será muy difícil que estos países logren zafarse de los entuertos ocasionados por la crisis no sólo en lo económico, sino también en lo político.
En un reciente artículo del portal de noticias en español El Confidencial que data del pasado 25 de mayo, se aseveraba que España volvía a los PIIGS en medio del miedo que cunde en el mercado al contagio de la crisis griega. De la lectura del texto surge inmediatamente el interrogante de si alguna vez España estuvo fuera de este grupo desde el desencadenamiento de la crisis en el 2008.
Desde los inicios de la crisis España ha intentado zafarse en numerosas ocasiones de este grupo, la mayor parte del tiempo con un éxito aparente, según reflejaban las portadas de los principales medios de comunicación españoles. Esto tendría una íntima relación con el acuse que los recientes movimientos de protesta en España realizaron contra los medios de comunicación, a quienes les adjudican una alianza tácita con el gobierno y ciertos poderes económicos del país en función de intereses corporativos.
La reciente crisis política a raíz de la trascendencia del "Movimiento de los Indignados" que puso de manifiesto no sólo el malestar generado por un 20% de desocupación -hecho sin precedentes en España- sino también la inacción y falta de unidad entre los países de la Unión Europea en el marco de los efectos de la crisis internacional, efectos que aún se hacen sentir. Lejos de los lemas solidarios de los cuales la Unión Europea históricamente se hizo eco, los países más fuertes del bloque – Alemania y Francia – han buscado salidas nacionales individuales, y han respondido a las situaciones de crisis con recomendaciones de ajuste estructural ante casos como el griego, el cual continúa siendo uno de los más graves. Al igual que en el caso de los migrantes provenientes de la convulsionada región del Magreb, quienes componen el entramado europeo se dan la espalda unos a otros ante la evidencia del descalabro económico.
En oposición a España, que parece estar más sola que nunca en el marco europeo, Alemania y Francia han unido sus fuerzas para sobrellevar la crisis, así como también han logrado imponer sus posiciones dentro de la Unión en relaciones a los países europeos más afectados por ella.
Siempre según El Confidencial, "España había logrado distanciarse de los países periféricos europeos, pero en los últimos días ha vuelto al grupo de los PIIGS en la percepción de los inversores que temen un efecto contagio de la crisis griega". Ante esto, debe tenerse presente el tan conocido ejercicio de presión que los principales inversores y especuladores mundiales, como JP Morgan, el cual incluso luego de las "lecciones" que dejó la crisis permanece imperturbable en sus posturas, al menos en el caso español.
Así, esta agencia calificadora continúa imponiendo sus evaluaciones de riesgo del mercado, que a su vez condicionan el comportamiento de los gobiernos a través de salvatajes a las bancas privadas y la desatención de la necesidades de la población a través de recortes en subsidios, salarios, educación y salud. Una receta explosiva que fracasó en América Latina hace algún tiempo atrás, y ahora, una vez más lo está haciendo en Europa.
Son estos mismos inversores quienes "amablemente" sugieren al gobierno español por estos días que aplique el mismo tipo de medidas económicas que se aplicaron en Grecia para estabilizar el mercado y dar tranquilidad a los inversores. ¿El costo? Como siempre, el que sea necesario, incluso a costa del pueblo español. Tanto la clara victoria del Partido Popular en las recientes elecciones municipales y autonómicas como la repercusión del "Movimiento de los Indignados" dan cuenta del mensaje de desaprobación de quienes salen perdiendo con estas medidas, marcando además un creciente divorcio –sobre todo de los jóvenes- con los mecanismos tradicionales de representación política.
Todo este panorama retrotrae a dos interesantes documentales: Inside Job (El trabajo interno) y God bless Iceland (Dios Bendiga a Islandia), los que, por un lado, relatan cómo se originó la gran burbuja financiera internacional de la que tanto oímos hablar y que dio origen a la crisis y, por el otro, muestran el caso de Islandia, uno de los ejemplos más cabales de las consecuencias de la aplicación de este tipo de reformas.
España parece haber vuelto a ser parte de ese club al que nadie querría pertenecer. Esta pertenencia no hace más que recrudecer las miradas feroces sobre el gobierno de Zapatero. Pero también abre numerosos interrogantes, como el que planteábamos al principio, de si alguna vez España estuvo fuera de este grupo que es beneficioso sólo cuando no se forma parte de él.
(*) Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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