Viernes, 20 Enero 2017 13:20

¿Adónde Van los Dólares de la Deuda Externa?

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La idea de este artículo es aportar algunas ideas en relación al proceso de apertura financiera y endeudamiento externo que hoy vive la Argentina bajo el gobierno de Mauricio Macri. ¿Si se la usa para financiar obras públicas, la deuda externa es buena? ¿La apertura financiera ha servido para poder financiar la inversión?

Ante el fuerte incremento de la deuda externa de nuestro país luego de 12 años de desendeudamiento, es interesante repensar algunos lugares comunes y frases hechas que se repiten hasta el cansancio en diversos medios de comunicación para debatir si este esquema es compatible con el desarrollo económico.

  1. “La deuda en sí misma no es buena ni mala, todo depende para que se usa”

Lo primero que dice cualquier manual de economía es que no hay ningún tipo de problema en tomar deuda (sea una familia, empresa o estado para los manuales da igual) si se invierte ese dinero de forma tal que se incremente el ingreso futuro del que toma la deuda. De manera un poco más clara: si una empresa se endeuda, compra una máquina y con el aumento de ventas en los años siguientes, producto de la mayor fabricación por la nueva máquina, puede saldar esa deuda todo está perfecto. Hasta acá, el argumento es tan claro como obvio. ¿Pero si la deuda es en dólares y la empresa vende en pesos? No la compliquemos tanto y veamos esto más adelante.

¿Cómo se hace extensible esta idea al Estado? El Estado debería tomar deuda y con ello realizar obras que permitan incrementar la producción del país, lo que posibilitaría recaudar más impuestos y por ende, facilitar el pago de la deuda contraída. Veamos los números de 2016.

El endeudamiento externo del Estado Nacional en los primeros 9 meses de 2016 se incrementó en algo así como 23.000 millones de dólares (ya descontado el pago a fondos buitre por 10.000 millones). ¿Qué nos diría el manual? Si esos 23 mil millones los usamos e incrementamos la obra pública en ese monto: todo OK. ¿Fue esto lo que pasó? Ni por asomo.

El Estado Nacional desde enero a noviembre de 2016 llevaba invertido en obra pública alrededor de $159.000 millones, para redondear: u$s11.000 millones de dólares. Es decir, nos endeudamos en el exterior por 23 y sólo invertimos 11. O lo que es lo mismo, nos endeudamos, en sólo nueve meses, en un monto equivalente a dos años de toda la obra pública nacional.

¿Cuánto invirtió el Estado Nacional en 2015 sin endeudamiento externo? Alrededor de $155.000 millones, que al tipo de cambio de ese momento, superaría los u$s15.000 millones. La cuenta de almacenero daría algo así: nos endeudamos en 23, invertimos 11 y el año pasado habíamos invertido 15 sin tomar deuda[1]. Conclusión hasta el momento: no nos endeudamos para comprar una máquina e incrementar nuestras ventas, sino que nos endeudamos, no compramos ninguna máquina nueva y le pegamos un par de martillazos a la que ya teníamos.

Seamos buenos y pensemos que este martillazo en el pie (o en la obra pública) autoinfligido era algo inevitable producto del déficit heredado, lo cual nos permitirá analizar la siguiente premisa instalada.

  1. “Este proceso de endeudamiento es insostenible a largo plazo, por eso hay que reducir el déficit fiscal”

Como la situación arriba descripta se hizo evidente y ya nadie duda que el endeudamiento del 2016 alcanzara dimensiones inéditas o que el Estado haya invertido mucho menos que en el 2015, el propio Presidente sostuvo que esta situación sería algo “provisorio” hasta eliminar el déficit fiscal y que en el largo plazo continuar así era insostenible.[2] Su Ministro de Finanzas, Luis Caputo, salió a negar al día siguiente la insostenibilidad pero afirmó que en 2017 se emitirán de u$s45.000 millones, incrementando la deuda total en u$s22.000 millones ya que el resto es para refinanciar deuda ya existente que vence este año.[3]

Ahora bien, supongamos que el nuevo Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, es el Diego Maradona de las finanzas públicas y puede lograr sus tres objetivos primordiales de “bajar el déficit, subir el gasto de infraestructura y disminuir impuestos"[4], es más, supongamos que logra eliminar por completo el déficit fiscal. ¿Cuánto debería endeudarnos Caputo, en lugar de los u$s45.000 millones estimados, ahora que el déficit es de cero pesos? La respuesta es en u$s45.000 millones!

Si pasáramos de tener déficit a tener superávit en las cuentas fiscales de un día para el otro igual necesitaríamos emitir deuda por u$s45.000 millones este año, ya que el desequilibrio abismal que requiere de una mayor deuda externa para seguir funcionando no está en las cuentas fiscales sino en las cuentas externas. Dicho en criollo, en 2016 se fugaron alrededor de u$s20.000 millones de dólares de las reservas y el año que viene hay que conseguir otros u$s20.000 millones, o sacarlos de las reservas del Banco Central, si se quiere continuar con este modelo de apertura financiera extrema.

¿Cómo se estiman estos u$s20.000 millones que salieron de las reservas en 2016? Sólo hay que pensar en la cantidad de dólares que entraron por endeudamiento, los magros dólares que entraron por inversión y restarle aquellos que salieron por importar más de lo que exportamos, por giro de utilidades de multinacionales, viajes al exterior o servicios de la deuda. Luego de hacer toda esta cuenta, vemos que día a día entran dólares de la deuda (y en los últimos meses u$s13.000 millones del blanqueo) pero las reservas casi ni se mueven. Pongámoslo en estos términos, las reservas en el BCRA eran al 31/12/2015 unos u$s25.563 millones y al 30/12/2016 de u$s 38.772 millones. ¿Si la diferencia de u$s13 mil millones entró por el blanqueo, adónde fue a parar el nuevo endeudamiento?

El proceso actual de endeudamiento es insostenible en el largo plazo (sobre la sustentabilidad: ver acá) pero producto del desequilibrio externo mencionado y no del déficit fiscal. Así, la centralidad de este endeudamiento externo como medio para financiar la fuga de capitales explica porqué si los proveedores del Estado Nacional cobran todos en pesos y emplean trabajadores que cobran también en pesos, la deuda del Estado debe sí o sí contraerse en dólares. Las obras se hacen en pesos, la fuga se hace en dólares.

  1. “Tanto la apertura financiera como el pago a los fondos buitre eran necesarias ya que las empresas argentinas podrían así acceder a los mercados internacionales y así financiar la inversión”

La peligrosidad de contraer deuda en dólares radica en que de un día para el otro el capital financiero puede dejar de fluir hacia nuestro país y hacerse cada vez más difícil conseguir los dólares para pagar tanto el capital como los intereses de la deuda contraída (y para financiar la fuga!). Aquí reside la volatilidad de todo el esquema macroeconómico propuesto por el gobierno de Macri.

En este contexto y ante la baja de la tasa de interés que el mercado financiero internacional le cobra a la Argentina, ¿han salido las empresas a endeudarse en el exterior para financiar su inversión en nuestro país? Todo lo contrario, las empresas argentinas se han desendeudado con el exterior. Como puede verse en el siguiente gráfico, el endeudamiento total del sector privado muestra en los primeros nueves meses de 2016 un comportamiento similar al ocurrido luego del fallo de Griesa, cuando el mercado financiero se cerró por completo para la Argentina.

¿Este desendeudamiento externo de las empresas es producto de la disminución de su inversión en un contexto de una demanda castigada luego del ajuste en 2016? ¿Se debe acaso a que las empresas perciben la volatilidad del esquema propuesto y temen que una futura devaluación, cuando los dólares escaseen, les encarezca y complique el pago de esa deuda? Claramente es muy pronto para responder esta cuestión pero este comportamiento no deja de ser paradójico ya que el endeudamiento empresarial sería el principal beneficio para la Argentina al “volver al mundo”.

Quién sin dudas no percibe ningún riesgo de endeudarse en el exterior en otra moneda son las provincias argentinas, las cuales han casi duplicado su stock de deuda externa en nueve meses. Estas han incrementado su deuda externa en un monto similar al 50% de todo lo invertido por las 24 jurisdicciones en el año 2015, ¿habrán incrementado su obra pública en un 50% como indicaría el manual?

Para terminar, podríamos volver al inicio para afirmar que es real que la deuda externa no es en sí misma ni buena ni mala pero nada tiene nada que ver con el nivel de obra pública o el déficit fiscal. No es mala si es utilizada a discreción y con motivo de relajar momentáneamente la restricción externa para financiar el desarrollo. Esto último prácticamente no ha tenido lugar en toda la historia Argentina y aquellos que avalaron la usura de los fondos buitre con la excusa de financiar la inversión pública y privada, ya deberían saberlo: en nuestro país los dólares de la deuda externa en momentos de apertura financiera, financian la fuga de capitales.

 

(*) Economista del Instituto de Programación Económica y Financiera (IPEF) de la Fundación para la Integración Federal (FUNIF)

 

[1] En verdad, la comparación debe hacerse en pesos y restarle el efecto de la inflación, lo que da por resultado una caída de más del 35% en la inversión pública nacional.

[2] http://www.ambito.com/867633-macri-confirmo-que-el-objetivo-de-dujovne-es-lograr-equilibrio-fiscal

[3]http://www.infobae.com/economia/2016/12/30/el-gobierno-prepara-una-megaemision-de-deuda-para-el-primer-trimestre-del-2017/

[4] http://www.lanacion.com.ar/1971676-conferencia-de-prensa-nicolas-dujovne-caputo-gobierno-economia

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