Trescientos metros de “cola” para entrar. La pareja (no tan) joven a pura selfie. Expectativas. Alegría. Reencuentros. La tarde templada en Rosario bendice la espera. Avanza rápido la fila. Buen clima. En el cielo y entre compañeros. Surgen los primeros cánticos. A poco de entrar, un hombre, cuarentón él, detrás de las vallas arenga "canten viejo, vienen a ver a Cristina"...
El salón a mitad de llenarse. Suena Mala Fama y el aire festivo se dejar ver por primera vez. Una hora de espera. Sindicalistas, empresarios, autoridades, periodistas por rigor de trabajo (y otros por convicción), militantes de toda laya, estirpe y color. Seducidos por su embrujo. Un libro es la excusa. Vuela la cámara sobre nuestras cabezas y todo el mundo celebra sus segundos de imagen....
También suena Indio. Y se me ocurre pensar en una condición que quizás impuso Marcelo Figueras, en tanto biógrafo del gurú de ricota, para ser el presentador de Cristina. Un delirio. Pero todo cierra…
El sector de periodistas revienta. No está nada mal para una muerta política. Un grupo de casi jóvenes descorcha su alegría y todos nos sentimos plenos. Pido un mate y me dan. Suena otra vez Indio. Pinturas de Guerra. Será lo que viene, me pregunto y me respondo a la vez. No. Es otro momento. Todos adentro.
Veinticinco minutos antes del horario pactado, aparece la locutora y el público estalla. Un par de miles adentro y varios miles más, afuera. Anuncia lo que todos ya sabemos. Que viene ella. Los pibes bailan. Y los más viejos sonreímos.
Insisto en escribir en las peores condiciones, pero llegó el momento y hay que aprovecharlo. Es increíble cómo suelen aparecerme ganas de contar, de decir. Éste, un lugar incómodo, el menos adecuado, pero la necesidad puede más. Pido otro mate y, generosos los chicos, otra vez me dan.
La ansiedad crece. Largamente pasó el horario pactado. Ya están adentro todos los que debieran, me digo, ya que no hay movimiento en los portales. 17.23 hs. Comienza la proyección de un video que resume en un par de minutos un libro, insignificante para algunos, esclarecedor para muchos, que cambió el año editorial. 17.25hs. La locutora, entre bambalinas, anuncia, ahora sí, que el momento ha llegado. En ese instante, como un flash, me pregunto cómo habrá sido la espera de un discurso, un encuentro o una movilización con Eva, sí, con nuestra Evita. Qué sentimientos se conjugaban siete décadas atrás. Y en ese momento juro desconocerlo, pero al instante aparece ella. La líder y su pueblo. La emoción embarga a mis jóvenes cebadores. Alguna lágrima por allá, algún abrazo por acá y, creo, comienzo a comprender. El tiempo se detiene. El análisis político, por esta vez, te lo debo...