El ascenso de partidos de extrema derecha en las elecciones en Francia y Grecia pone de manifiesto el alto grado de descontento de estas sociedades con los partidos tradicionales. Sin embargo, lejos de ser un fenómeno aislado, las opciones de extrema derecha se esparcen por gran parte de Europa
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El 29 de mayo Marine le Pen, líder del Frente Nacional –el partido de extrema derecha francesa– sorprendía a gran parte del mundo político al alcanzar el 19% de los votos, lo que la posicionaba como la tercera fuerza de uno de los países clave de la Unión Europea. Dos semanas más tarde, en Grecia, el partido de extrema derecha Amanecer Dorado aglutinaba el 7% de los votos lo que le permitió, por primera vez en su historia, acceder al Parlamento de su país. ¿Una casualidad o una consecuencia –preocupante, pero no sorprendente– del estado de crisis que atraviesa la Unión?
Si una lección importante dejó el ascenso del fascismo y el nazismo en la Europa de los años veinte y treinta fue que cuando los sistemas políticos fracasan a la hora de darle una respuesta a las demandas de las sociedades en situación de crisis estructural, es muy probable que aparezcan alternativas que ofrecen respuestas fáciles y que señalan culpables concretos (y generalmente falsos) de la situación por la que están atravesando. Se convierten en opciones políticas que explotan los miedos más profundos de los colectivos sociales y provocan respuestas cuasi tribales ante la realidad de un mundo cotidiano que parece desmoronarse sin remedio día a día.
Un poco de todo esto está ocurriendo nuevamente en Europa. Los ejemplos de Francia y Grecia no son una anormalidad que se produjo en un continente que navega por otras aguas. Muy por el contrario, lo que los resultados del Frente Nacional y Amanecer Dorado representan es la manifestación de un estado de ánimo que recorre numerosos países de Europa. La diferencia es que en esta oportunidad se trata de dos casos que están en el centro de atención de buena parte del mundo y que, por eso mismo, adquieren mayor trascendencia.
Para comprender la seriedad de la situación, hacer una breve recorrida del peso de las opciones de extrema derecha existentes en Europa servirá para poner el tema en su verdadera dimensión y perspectiva:
En Holanda, el xenófobo y antimusulmán Partido de la Libertad ha provocado la dimisión del Gobierno de Mark Rutte al bloquear un acuerdo sobre el paquete de medidas de ajuste exigido por Bruselas para rebajar el déficit público. Tras siete meses de negociaciones, el líder de la extrema derecha, Geert Wilders, ha rechazado aprobar nuevos recortes poniendo en riesgo los compromisos del país con la Unión Europea. Las próximas elecciones se celebrarán en septiembre. Entonces se verá si la oposición de Wilders a la política de ajuste le reporta un buen resultado. El Partido de la Libertad se erigió en la tercera fuerza tras los comicios de 2010 con un discurso de alto contenido xenófobo.
En Austria, Heinz-Christian Strache, sucesor del fallecido Jörg Haider, ha revitalizado el partido comparando los ataques que recibe de parte de sus adversarios y de algunos medios con la persecución de los nazis a los judíos. El descontento con la coalición de los socialdemócratas y los conservadores lo posiciona en los sondeos en primero o segundo lugar de cara a las elecciones del próximo año. En octubre de 2010 su Partido de la Libertad obtuvo un gran resultado con su discurso de oposición al velo y a la construcción de mezquitas. Dos meses antes de la muerte de Haider, en octubre de 2008, su partido había obtenido un 10,7% de los votos en las elecciones legislativas.
En Hungría, con su sueño de "una gran Hungría con todos nuestros hermanos en el país" está Gabor Vona, del partido Jobbik. Lograron ser la tercera fuerza política más votada en 2010, un hito que Vona no quiso desaprovechar y sembró la polémica al presentarse el día de la toma de posesión con atuendos que recordaban al uniforme de la proscrita Guardia Húngara. Esta guardia es un grupo paramilitar sobre la que pesa la acusación de ser la responsable del asesinato de numerosos gitanos.
En Noruega, las encuestas realizadas entre septiembre y diciembre otorgaban un 11,4% de intención de voto al Partido del Progreso de Siv Jensen que en 2009 consiguió un 23% de los sufragios en las elecciones nacionales, todo un récord en un país de amplia tradición socialdemócrata. El doble atentado de Anders Behring Breivik , que en julio de 2011 acabó con la vida de 69 personas en el centro de Oslo y la isla de Utoya, ha perjudicado fuertemente a este partido, azotado también por los escándalos sexuales.
En Dinamarca, los socialdemócratas recuperaron el poder en septiembre de 2011 tras una década de Gobierno de coalición entre los liberal-conservadores y el ultraderechista Partido Popular Danés de Pia Kjaersgaard. Durante esos diez años se adoptaron algunas de las medidas más duras contra la inmigración, por ejemplo en el ámbito de la reagrupación familiar, o el reestablecemiento de los controles aduaneros en sus fronteras. Los ultraderechistas siguen siendo la tercera fuerza con un 12,3% de los votos.
En Suecia, los Demócratas Suecos, liderados por Jimmie Åkesson, entraron en el Parlamento por primera vez en octubre de 2010 tras obtener un 5,7% de los votos los que les reportaron 20 escaños. Su discurso antiinmigración caló hondo en una sociedad en la que un 14% de la población es extranjera y un 6% ha nacido en el país siendo sus padres inmigrantes.
En Bélgica, el partido fascista y xenófobo Vlaams Belang, separatista flamenco, alcanzó un 7,6% en las elecciones de 2010, su peor resultado nacional desde 1991, después dar la sorpresa, tras obtener un 12% de los votos en 2007. Sobre este partido pesa una condena por promover el racismo, la xenofobia y la homofobia. Su líder, Bart Debies, defiende férreamente prohibir la inmigración y sacar a Bélgica de la Unión Europea.
Debies fue uno de los líderes de la derecha europea que pidió autorización municipal para montar una carpa para mil personas en la ribera del Rin cuando, en el año 2008, se aprobó la construcción de una mezquita en Colonia, motivo por el cual pretendían celebrar una concentración multitudinaria bajo el lema "No a la islamización - No a la gran mezquita de Colonia".
En Finlandia, el grupo ultraderechista Verdaderos Finlandeses del eurodiputado nacionalista Timo Soini, ha significado el mayor avance de un partido en la historia de Finlandia al multiplicar por ocho su número de escaños. En abril de 2011, consiguió 39 diputados y se convirtió en la tercera fuerza política del país. A esta victoria hay que sumarle que su partido consiguió hacerse también con representación parlamentaria en Europa en las elecciones del 2009. Ese mismo año, Soini, ya un euro parlamentario y en el marco de la presidencia de la cumbre entre EU y EEUU, no dudó en manifestar su escepticismo hacia la inmigración y hacia el continente europeo.
En Suiza, la ciudadanía aprobó por referéndum en noviembre de 2010 la propuesta del partido de ultraderecha Unión Democrática para la prohibición de los minaretes (nombre con el que se conocen las torres de las mezquitas). De este modo mostró su apoyo a una tendencia ultraconservadora defendida por su principal referente, Toni Brunner, quien no deja de defender el endurecimiento de las formas de obtener la nacionalidad y el asilo. En diciembre de 2011, se convirtió en el primer bloque parlamentario al reunir 54 de 200 escaños. Cabe destacar que Brunner se presenta como una persona conservadora que rechaza las acusaciones de xenofobia. Aun así, durante las campañas electorales no ha dudado en emplear carteles en los que se mostraban a ovejas blancas expulsando a una oveja negra.
En el caso de Grecia, Nikos Michaloliakos, ex paracaidista y ex oficial del Ejército confiesa que desde siempre ha sido un ultranacionalista radical y un nostálgico del régimen fascista que gobernó Grecia entre 1936 y 1941. Ha sido arrestado en varias ocasiones e incluso pasó por la cárcel en la década de los setenta por posesión de armas y explosivos. Desde los años 80 se centró en su carrera política liderando movimientos ultranacionalistas. En 1993 fundó el partido Amanecer Dorado, el cual mantiene vínculos con otros movimientos neonazis europeos y, según las denuncias de la prensa y dirigentes políticos griegos, con elementos de la Junta Militar depuesta en 1974 e incluso con grupos de la actual Policía.
La plataforma electoral del partido es breve pero directa: "Grecia para los griegos; fuera extranjeros". ¿Todos? "No tenemos problemas con los legales, pero son un porcentaje muy pequeño. A los indocumentados hay que echarlos a todos. Algunos barrios en el centro de Atenas están llenos de extranjeros, y debemos ayudar a nuestros compatriotas. Desde que empezó 2012, 14 griegos han muerto a manos de inmigrantes" (datos no confirmados). Aurora Dorada ha cosechado parte de su éxito con repartos de víveres y ropa –solo a griegos– en los barrios más postergados de Atenas, Patras y Salónica.
El partido tiene claro cómo solucionar el problema de la inmigración ilegal: "Hay que proteger las fronteras, y proponemos poner minas a todo lo largo de las mismas. No para matarlos, sino para impedir que entren en el país. Eso, más la vigilancia del Ejército, blindará Grecia. Mientras haya un solo griego desempleado, no nos dan ninguna pena los extranjeros".
Amanecer Dorado, cuyo símbolo recuerda a la cruz gamada utilizada por los nazis, ha ido ganando terreno a costa de la crisis económica que afecta a Grecia y en las elecciones ha pasado de representar el 0.32% del electorado a lograr el 7% de los votos lo cual le reportará un grupo de 21 parlamentarios.
Incluso en España, donde no representan una fuerza con peso nacional, algunas agrupaciones de extrema derecha van ganando terreno lentamente en distintas regiones. Formaciones de nuevo cuño como Plataforma per Catalunya (PxC) o España 2000 aglutinan el voto de muchos ciudadanos descontentos que se sienten abandonados por los partidos mayoritarios. Frente a organizaciones clásicas de la extrema derecha, como Falange Española de las J.O.N.S. o Democracia Nacional, que sufren un retroceso, estas opciones crecen hasta el punto de que PxC se ha convertido, tras las últimas elecciones municipales, en la sexta fuerza política de Cataluña.
Plataforma per Catalunya, liderada por Josep Anglada, no esconde su aversión a la inmigración y al Islam, a los que responsabiliza del aumento de la violencia y el desempleo. En las elecciones municipales de 2011 experimentó un aumento de votos del 500% respecto a 2007 y pasó de 16 a 69 concejales en toda Cataluña. Su lema es muy sencillo: "Primero están los de casa".
PxC ha experimentado un rápido desarrollo, en parte, gracias a sus contactos con los partidos europeos con los que comparten objetivos. Así, mantienen estrechas relaciones con el FPÖ austriaco, la Liga Norte italiana, el Vlaams Belang belga o el Frente Nacional de Marine Le Pen. Al igual que sus formaciones hermanas europeas, atacan el multiculturalismo y la globalización, a los que culpan de desdibujar la identidad de Europa. "Tenemos que defendernos de la invasión extranjera", explica Anglada. "Hace falta una regeneración para liberar a Europa del islamismo radical que tenemos en estos momentos", insiste.
Según explican desde ambientes académicos, la ultraderecha gana adeptos porque algunas capas de la sociedad necesitan identificar un enemigo al que culpar de la crisis. "La derecha fascista utiliza el miedo al diferente para crecer. Ofrecen soluciones fáciles (y falsas) que aportan seguridad. Lanzan un mensaje muy simple y por tanto sencillo de vender". En este sentido, las redes sociales han contribuido a estrechar los lazos entre estos grupos a nivel internacional, brindándose apoyo y refuerzo mutuo.
Todo esto refuerza la idea que planteábamos al inicio. Si la dirigencia política europea no toma debida nota del camino hacia el cual están conduciendo a sus sociedades, lo que hoy aparece en un mero oleaje puede transformarse en una marea incontenible de descontento y frustración. Y esos sentimientos caen presa fácilmente de discursos facilistas.
Esta semana, en una conferencia de prensa brindada por Jose Manuel Durao Barroso, el presidente de la Comisión Europea y Olli Rehn, el comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, una periodista preguntaba a Barroso si en Europa están permitidos los partidos neonazis. Su respuesta fue que cada Estado miembro tiene una legislación aunque la Comisión no dudará en utilizar todos los mecanismos a su alcance para evitarlo.
Parece una respuesta un tanto tibia y enfocada a salir del paso, más que una señal clara de parte de la conducción política de la Unión Europea. ¿Tomarán conciencia los dirigentes europeos que el mar comienza a retirarse de las costas y una marea de proporciones incalculables amenaza con formarse? Por el bien de Europa ojalá así lo hagan y no esperen a que el agua los barra de la historia.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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