La discusión alrededor de si Europa debe emitir Eurobonos como forma de allanar un camino de salida de la crisis está en boca de muchos especialistas. Aquí se analizan los pro y los contra de una decisión de este tipo
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La palabra en boca de la mayoría de los 17 líderes de la eurozona luego de la última cumbre de jefes de Estado –la decimoctava, para los que llevan la cuenta– es Eurobonds (Eurobonos). Las ideas alrededor de ellos, sin embargo, no son coincidentes. "Europa puede tener Eurobonos muy pronto", sostuvo el primer ministro italiano Mario Monti. "[Los] tabúes que rodean a los Eurobonos han crecido", comentó un funcionario de la Comisión Europea. No tan rápido, intervino el Jefe del Banco Central Alemán, Jens Weidmann, "es una ilusión pensar que los Eurobonos van a resolver la crisis actual".
¿Qué es exactamente un Eurobono? Dicho de forma sencilla, es una herramienta para socializar la deuda entre todos los países de la eurozona. Hasta hoy, los miembros de la eurozona tienen una única opción para recaudar fondos: emitir bonos de deuda de sus propios países. Entonces, los mercados determinarán el valor de dichos bonos en base a la salud y a la fortaleza fiscal y económica de cada país. El problema es que algunos se han visto sacudidos por el estallido de una burbuja formada alrededor de activos financieros (Irlanda) o han experimentado una década de crecimiento económico prácticamente irrelevante al mismo tiempo que fueron acumulando insostenibles niveles de endeudamiento (Grecia y Portugal). Esto, a su vez, les impidió recurrir al financiamiento privado lo cual derivó en que su nivel de endeudamiento se volviese cada vez más caro y difícil de afrontar. Para poder cumplir con sus compromisos, estos países debieron recurrir a fondos provenientes del FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Pero con la crisis profundizándose y expandiéndose a Italia y a España, pareciera ser que se requiere de otra clase de solución: el Eurobono.
En teoría, los Eurobonos permitirán a los países con alto nivel de endeudamiento como Grecia, solicitar préstamos a tasas de interés más accesibles. Por ejemplo, según el diario The Guardian, si se llegasen a emitir Eurobonos, Portugal vería caer los intereses por el pago de su deuda en un monto aproximado de 180 mil millones de euros, lo cual equivale al 9 por ciento de su PBI. Otros países en crisis tales como Italia, España e incluso Francia, serían testigos de niveles de ahorro similares.
El problema es que mientras los Eurobonos traerían alivio a los países de la periferia europea, al mismo tiempo significarían un incremento en los costos de financiamiento para los países en mejor situación fiscal. Por ejemplo, de acuerdo al mismo artículo de The Guardian, si se introdujesen los Eurobonos, las tasas de interés que Alemania debería pagar por su financiamiento aumentarían por encima de la actual media europea, lo cual le significaría a Berlín un costo extra de 620 mil millones de euros anuales –el dos por ciento de su PBI– por el pago de los servicios de su deuda.
¿Qué razón habría para que los países más ricos, más específicamente Alemania, se opusiesen a los Eurobonos? En pocas palabras, el riesgo moral: si se les permite a Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España acceder a préstamos a tasas más bajas, las presiones del mercado para implementar reformas estructurales profundas desaparecerían.
El camino hacia el rescate europeo, de acuerdo a los líderes de Alemania y el Banco Central Europeo, sólo podrá ser recorrido a través de duras reformas y disciplina fiscal, no por medio de la obtención de la misma clase de préstamos a bajo costo que metió a los países periféricos en las dificultades por las que atraviesan hoy. Este argumento del peligro moral es precisamente el motivo por el cual Alemania demandó en diciembre la firma de un tratado fiscal (que mantenga una estricta disciplina en esta materia así como un férreo control sobre los déficits) a cambio de fondos de rescate adicionales.
Pero también existen argumentos legales en contra de los Eurobonos. Hasta la actualidad, los tratados de la Unión prohíben explícitamente la existencia de compromisos de endeudamiento conjunto al interior de la unión monetaria. La introducción de los Eurobonos requeriría grandes ajustes en los tratados y la consiguiente ratificación por los miembros de la eurozona. Asimismo, los Eurobonos serían considerados inconstitucionales en Alemania y requerirían de, por lo menos, diez enmiendas legales, según explica The Guardian. Sortear estos desafíos legales y políticos podría tomar años.
El debate por los Eurobonos también se extiende hacia su forma y su alcance. Desde el año 2000 se han presentado por lo menos seis propuestas diferentes sobre cómo estructurar los Eurobonos. Para simplificarlas, agrupamos la discusión sobre este tema en tres categortías distintas:
OPCIÓN Nº 1. Se trata de la definición maximalista de los Eurobonos, la cual requeriría que los 17 países de la eurozona mutualicen totalmente su actual stock de deuda y adopten bonos en común. En otras palabras, se establecerían garantías conjuntas, lo cual significa que cada miembro no sólo debería pagar por sí mismo, sino que también contraería obligaciones por cualquiera de sus pares –por ejemplo Grecia– que no pueda afrontar sus compromisos. Alemania detesta esta opción, pero estaría dispuesta a hacer lo que fuese necesario para mitigar las presiones de los mercados sobre la periferia.
OPCIÓN Nº 2. Busca frenar la cuestión del peligro moral creando un combo de bonos nacionales y Eurobonos. El desacuerdo fundamental pasa por la composición de ese combo. Mientras mayor sea la proporción de Eurobonos, menor será la presión de los mercados que deberán enfrentar los países desalentando, por lo tanto, la puesta en marcha de reformas estructurales. Asimismo, un alto porcentaje de riesgosos bonos nacionales y se estaría boicoteando el propósito del combo. La proporción que más se menciona es un 60/40 de Eurobonos en relación a los bonos nacionales. Ello para que los Estados miembro que mantengan su deuda en un margen de representación del 60 por ciento en relación a su PBI (una regla plasmada en el Tratado de Estabilidad Fiscal) puedan recibir Eurobonos. Cualquier cifra por encima de ese porcentaje y serán castigados por las fuerzas del mercado. El problema es que nadie tiene la más mínima idea de cómo manejar tal escenario, dejando de lado, además, la cuestión de cuánto tiempo tomará crear los mecanismos para implementar tal sistema.
OPCIÓN Nº 3. Se la denomina Fondo de Rescate de la Deuda Europea. Esta variación involucraría garantías conjuntas de los 17 países de la eurozona para cualquier deuda nacional que supere el 60 por ciento del PBI. Cada país aún deberá rendir cuentas por la mayor parte de su deuda y la Comisión Europea se hará responsable durante un periodo de tiempo prestablecido luego del cual cada país deberá reasumir sus compromisos.
El Eurobono perfecto sería un instrumento con un mandato amplio como para ponerle un freno a la crisis y lo suficientemente punitivo como para prevenir los riesgos de un peligro moral –una tarea muy difícil–. Decir que se apoya a los Eurobonos supone argumentar desde alguna de las opciones que hemos mencionado, todas ellas plagadas de complejidades. Si las decisiones políticas europeas hasta la fecha nos sirven de guía hay que decir que sería la opción minimalista por la cual optarían si llegase el momento. Aunque muy poco y muy tarde como para surtir algún efecto.
Una variante de la idea de los Eurobonos que está ganando adeptos en las últimas semanas es algo llamado "bonos proyecto" –que serían instrumentos financieros respaldados por el presupuesto europeo que pueden ser usados para financiar proyectos de infraestructura relacionados con la energía, transporte, comunicaciones y redes de información–. Esta idea, sobre la cual el Parlamento Europeo ya ha alcanzado un acuerdo, ofrece un camino para estimular el crecimiento en la región periférica de los países de la eurozona mientras continúan realizando reformas estructurales. En una señal alentadora, 293 millones de euros del presupuesto europeo han sido reservados para este esfuerzo, con posibilidad de ampliarse de observarse resultados prometedores.
Pero mientras los bonos proyecto pueden servir para atraer inversiones del sector privado, no pueden substituirlas. Es casi seguro que los bonos proyecto sólo apoyen alrededor de 10 proyectos en toda la Unión Europea hasta el 2014. Difícilmente se pueda hablar de una panacea.
Por otra parte, socializar la deuda en forma de Eurobonos no reducirá los niveles de deuda soberana europea en su conjunto, no resolverá sus problemas estructurales, corregir los déficits comerciales, incrementar la competitividad, estimular el crecimiento a largo plazo o revertir el endeudamiento público. Y eso es exactamente lo que países como Grecia y España necesitan hacer, por doloroso que sea.
Lo que los Eurobonos pueden hacer, si se diseñan correctamente, es frenar la escalada de la crisis –un resultado que sería recibido con un suspiro de alivio en Washington, Beijing y en otras capitales del mundo en el corto plazo–. Pero pasado ese momento, la crisis volvería a manifestarse con mayor crudeza, probablemente consumiendo también a las economías europeas más fuertes.
Desde luego, al final del día, la decisión sobre si introducir los Eurobonos o no residirá en la zona con la economía de mayor fortaleza: Alemania. Para decirlo de otra forma, ¿estará dispuesta Alemania a transferir su riqueza, incrementar sus costos de financiamiento y aumentar su nivel de inflación para salvar a los países europeos endeudados o no?
(*) Heather A. Conley es investigadora y directora del Programa Europa del Center for Strategic and International Studies (CSIS) en Washington, D.C. Uttara Dukkipati es asistente de investigación en el Programa Europa del CSIS
FUENTE: Foreign Policy