Desde hace varias semanas sostenemos que el gobierno nacional necesitaba “cambiar de pantalla" y comenzar a trabajar sobre una agenda que rompiera la monotemática cuestión de la pandemia del Coronavirus. Mal que les pese a los ciudadanos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y su zona metropolitana, (en especial a muchos de sus comunicadores que no ven más allá de las fronteras de la General Paz), el distrito más rico no es EL país ni mucho menos. Si, como dijo hace ya muchos años el cantautor catalán que el “Sur también existe”, no menos densidad le corresponde al llamado interior del país.
Lentamente, y con el paso de los días, Alberto Fernández comenzó a tratar de imponer otra agenda. Sus cinco viajes a sendas provincias en menos de dos semanas, así parece indicarlo. Pero, y aquí no cabe lugar para las dudas, el hecho más trascendente se produjo hace exactamente una semana atrás cuando anunció la intervención primero, y la expropiación después, de una empresa emblemática como Vicentín.
En pocas horas, el conjunto político, sindical y social se expresó.
Apoyando, se puede contar desde el gobernador Omar Perotti, quien gobierna la provincia más afectada por las andanzas del dúo Nardelli–Padoan, y que deberá hacerse cargo de una situación explosiva en términos sociales si la empresa no lograr salir del atolladero de deuda y crisis a la que fue sometida; pasando por dirigentes sindicales; el propio intendente de Reconquista, quien rápidamente recibió a parte de la intervención en su despacho oficial; hasta llegar a legisladores nacionales y provinciales que ven en la decisión política la oportunidad de un cambio real en las relaciones del poder económico, no sólo santafesino sino nacional.
Como es obvio, del otro lado la respuesta fue otra. Rápidamente la oposición configurada en Juntos por el Cambio creyó encontrar un hueco desde donde retomar protagonismo y participar (en algo) de la agenda pública, que viene mostrando la escalada imparable de las diversas formas de espionaje que se ha padecido en la Argentina en el período 2015 – 2019. Veloz de reflejos, el intendente de Avellaneda promovió una movilización con múltiples matices, abrazo solidario a la empresa y caravana de autos en paralelo. El agite llegó a algunos barrios de CABA y de Rosario transformado en el siempre estimado y sobrevalorado golpe de cacerolas.
El sector concentrado de la economía también hizo oír su voz, acompañado de sus voceros mediáticos, los de derecha y los que se dicen de izquierda, pero no toleran un poco de riesgo político (cosas de este siglo XXI mi estimado lector/a) Se habló de Venezuela (oooootra vez) desconociendo procesos, historias y coyunturas sociales; de ruptura con el perfil del presidente / candidato y de que había prevalecido la lógica kirchnerista, incluso, como venganza de la derrota de la 125. Y aquí me quiero detener.
La oposición de Juntos por el Cambio que, como siempre decimos, incluye voceros de todo tipo que generan un ida y vuelta donde no se sabe muy bien quién le presenta el discurso político a quién (si los dirigentes a los medios, o al revés), aspira y ansía el escenario de marzo – julio de 2008. Hay una intención clara de imponer la idea de un “dejá vu” de aquel tiempo, existiendo la clara necesidad de repetir escenarios. El deseo político radica en la necesidad de imponer una derrota que sirva de lección y limitante de la acción del gobierno de Fernández. Pero la situación es diametralmente diferente, por varias razones.
La primera, digamos que el presidente, haciendo valer ese perfil del candidato, en pocas horas convocó a los responsables de la empresa (y de su desastre actual) y al gobernador de Santa Fe a una mesa de diálogo que, si bien no modificó la situación ni mucho menos, sirvió para transferir parte de la responsabilidad a los empresarios en la “posibilidad” de que aporten otra propuesta. “Superadora” la llamaron (la estimada compañera Sonia Alesso, debería exigir el pago del copyright de rigor).
Lo segundo que corresponde señalar es que se trata de una decisión sobre UNA empresa puntualmente afectada, con innegable proyección al conjunto del sistema pero que se encuentra atravesado por un contexto económico que nada tiene que ver con el 2008. Las diferencias son claras: en aquel tiempo el “nuevo” gobierno (llegaba desde y) atravesaba un momento de expansión económica. Antítesis de la realidad heredada del macrismo.
Finalmente, digamos que los actores (y algunos hechos) se parecen, pero no son los mismos. A la diversidad de voces que comentábamos más arriba, le acompaña la idea de cierto relato. En 2008, pegó (y muy fuerte) el discurso de un Estado voraz que iba sobre el trabajo de chacareros que se deslomaban de sol a sol para llevar una vida digna y que con su esfuerzo nos mantenían al conjunto de los citadinos argentinos, vagos por confesión y concepción. Más allá de la falacia de los argumentos (el actor chacarero en ese formato es una especie en extinción tal como lo demostrara, entre otros la socióloga Norma Giarracca), lo cierto es que la realidad de la empresa impone un límite muy severo a ciertos posicionamientos políticos. Exceptuando a los dirigentes de JxC, principales interesados en que la verdad no salga a la luz por razones obvias, no parece muy inteligente de parte de ningún representante político el terminar abrazado a una causa que defiende el posible desfalco de una empresa. Para muchos, más allá de ciertas miserabilidades o convicciones (califique ud. señor lector/a) pararse del lado de las patronales del campo en 2008 tenía costo cero. Hoy, defender supuestos delincuentes de guante blanco no tiene el mismo beneficio.
Dicen que la ciencia no tiene una explicación causal ni mucho menos certera de lo que refiere un dejá vu. Según Ezequiel Gleichgerrcht, investigador en Neurociencias Cognitivas de Ineco (Instituto de Neurología Cognitiva), "Está ganando terreno la propuesta de que sería un error en el tiempo de estos procesos: a medida que percibimos una situación, la información se va almacenando en la memoria a largo plazo, lo cual genera un retraso en la información por ser este último un proceso más complejo. Eso provoca, unos segundos después, la sensación de que ya hemos vivido la situación actual”(1). Algo de eso parece acontecerle a cierta dirigencia argentina: creen que ciertos procesos pueden ser repetidos eterna y mágicamente. Tal vez sea hora de volver a lo más básico de la comprensión de lo social y entender que la dinámica de la política nos inhibe a simular modelos. Es hora de aprehenderlo.
(*) Analista político de Fundamentar
(1)Diario Infobae. Publicado el día 2 de mayo de 2012. “Déja Vu. Realidad o Fantasía”