Es necesario pensar la post pandemia. Como un horizonte de esperanza, como un destino deseado. La “normalidad” que conocimos tardará mucho en regresar (si es que lo hace), pero resulta elemental tratar de construir una referencia de futuro. Aunque nos quede lejos en el tiempo. Pero también hay un aquí y ahora que nos exige múltiples complejidades que desentrañar, enormes recorridos que desandar.
La combinación del cronograma electoral argentino más la llegada del Coronavirus al país, marcaron un tiempo distinto para una administración que hoy, sigue resultando relativamente nueva, aunque la luna de miel de la que goza todo gobierno en sus inicios, nos parezca que haya sucedido en otra vida.
Numéricamente, el Frente de Todos ha gobernado el país con más tiempo de pandemia y (su consiguiente cuarentena) que sin ella. Sabido es que lo que inicialmente tuvo un respaldo notable, al punto de que algunos se preguntaban por el destino de la grieta, en pocas semanas mutó a un malestar de una parte minoritaria de la sociedad que era propalada de manera insistente por los medios concentrados de comunicación en una desproporción que abrumaba (y abruma).
Habrá que ver en el futuro si esta gestión de Alberto Fernández no será definida como el gobierno de la pandemia ya que sus consecuencias resultan poco claras de cara al futuro. Es legítimo preguntarse si habrá una “vuelta a la normalidad” o si en realidad, más allá de los vaivenes del descubrimiento de la vacuna, deberemos descifrar cómo será esa normalidad. ¿Nueva? Seguramente. No hacemos ningún alarde de inteligencia si planteamos que el escenario es difuso.
Otro elemento es claro. Los indicadores económicos han empeorado. Lo hemos dicho reiteradamente en esta columna: el deterioro no es exclusivo de la Argentina ya que la caída del PBI a nivel mundial marca un dato incontrastable, pero lo que marca la especificidad de nuestro país refiere a la crisis que precede a la pandemia y que los argentinos supimos conseguir en el período 2015 – 2019. Acierta el presidente en la chicana de la semana cuando afirma que hemos vivido una pandemia, pero sin virus.
Duele decirlo, pero en un extraño sentido los últimos siete días han sido (lamentablemente) “novedosos”. El crecimiento exponencial de casos de contagio como así de fallecidos, ha mostrado un par de situaciones que merecen distinguirse.
La primera de ellas es el silencio opositor. Como si el agravamiento de la situación sanitaria obligara a pensar dos veces antes de realizar declaraciones irresponsables, lo concreto que otra vez pudimos entender que, a veces, no tiene sentido “callar al silencio”. Varios dirigentes opositores, opinadores seriales anticuarentena, medios hegemónicos que privilegian “la libertad” ante todas las cosas, han reconfigurado un discurso que muestra dos aristas: la doble cara de Jano que protagonizan y los equivocados que estaban cuando se criticaba de manera furibunda la cuarentena establecida allá por marzo de este año.
La segunda situación es la necesidad de cambiar la línea comunicacional del Estado (y ya no hablamos de gobierno). Y esto vale para las tres instancias: nacional, provincial y municipal. Teniendo en cuenta que el nivel del relajamiento social ha sido notorio, es hora de re estructurar el discurso oficial. Sea en televisión, radios, diarios y redes. Tal vez el momento indica que es tiempo de segmentar socialmente ciertos mensajes para que sean efectivos. Algunos nuevos spots han comenzado a trascender durante el fin de semana. Era hora.
La cuarentena light impuesta hace algunas semanas en la región metropolitana de Buenos Aires, si bien no resultó un fracaso absoluto, sí puede decirse que no cumplió los objetivos planteados. La supuesta estrategia del sector tuitero de la oposición ya dejó demostrado donde nos lleva y habrá que ver cómo conviven y se procesan las diferencias de gestión entre la provincia de Buenos Aires y la ciudad. Allí hay una evidente y natural disputa política que debe tenerse en cuenta: lo que se defina en ese escenario impacta directamente en provincias como Santa Fe y Córdoba. En su momento Daniel Gollán, ministro de Salud de la gestión de Axel Kicillof declaró que, “si se abría el AMBA, estallaban Rosario y Córdoba”. A la luz de los datos de la última semana, lo que parecía temerario, debería ser re conceptualizado.
Social, sanitaria, económica y políticamente Argentina atraviesa un momento complejo. En medio de mucho fuego de artificio comunicacional, la gran incógnita es saber que, si los gobiernos decidieran volver atrás en la flexibilización sanitaria, la población brinde, como en el comienzo de la cuarentena, una respuesta acorde. ¿Llegará ese momento? Tal vez con responsabilidad, empatía y solidaridad no resulte imposible. Nada indica que los días por venir no nos resulten cercanamente dolorosos. Pero tal vez, si le damos mayor protagonismo al silencio y cada uno de nosotros se asume socialmente responsable, los días difíciles por venir sean un poco (y sólo un poco) más sencillos de sobrellevar.
(*) Analista político de Fundamentar