Existe un sector de la sociedad argentina en general y de la santafesina en particular que cree que todo refiere a una cuestión de actitud. Algo así como que los problemas políticos, económicos y sociales se solucionan con la mera decisión de hacerlo y que no importan los límites que nos impone la propia realidad.
Así las cosas, por ejemplo, el desempleo no se resuelve porque las autoridades no quieren tomar las tres o cuatro medidas elementales que todos sabemos que se deben tomar. No importa determinar si hay personal calificado para cierto tipo de producción, si hay mercado para colocarla o, si la competencia en determinados rubros permitiría la aparición de nuevos actores económicos. Algo parecido sucede con la pandemia del Covid 19: teniendo en cuenta que muchos eligen no ver lo obvio, otros creen que basta con algunos cuidados mínimos o con más inversión pública para la compra de tecnología, dispositivos y recursos humanos. Y finalmente, están los negadores seriales que, al mejor estilo Highlander - El inmortal, creen que a ellos el virus no los condiciona.
La extensión de la pandemia y la respectiva aplicación de las restricciones que todos conocemos, permite plantear que han existido distintos momentos en su desarrollo y, fundamentalmente, en la consideración del fenómeno. Desde el inicio se remarcó las buenas posibilidades (con límites) del sistema de salud rosarino y santafesino, la poca cantidad de casos que durante meses se registraron en la región y la contraposición de lo que sucedía en AMBA, permitía visualizar un escenario diferente que se combinaba, a no dudarlo, con alta dosis de responsabilidad social que servía de manera determinante para tener la situación “controlada”.
Mientras nos preparábamos para el pico, siempre supimos que la mal llamada cuarentena era víctima de su propio éxito. A medida que constatábamos el escaso nivel de contagio de la región se empezó a dar por sentado que lo peor ya había pasado. El conglomerado Buenos Aires tenía una especificidad que el resto del país había logrado evitar, pero de la mano de mucha irresponsabilidad de cierta dirigencia política y parte de la ciudadanía, el escenario cambió. Lo hemos señalado desde siempre: el lógico deterioro de la situación económica de sectores a los cuales no les alcanzaba con la ayuda estatal, combinado con la necesidad política de Juntos por el Cambio de licuar su responsabilidad de la mala gestión que llevó adelante hasta diciembre de 2019, más la inestimable ayuda de lo más concentrado de la corporación mediática, que necesita imperiosamente un gobierno nacional claramente debilitado para imponerle su histórico, inalterable y remanido pliego de condiciones, hizo el resto.
Así, pudimos ver anticuarentenas (políticos y de los otros), terraplanistas de toda laya y pelaje y antivacunas que creen haber encontrado sus quince minutos de fama que alguna vez bien haya descrito el genial Andy Warhol, y que posibilitaron el enrarecimiento de un clima que difiere, y mucho, de lo que sucedía allá por finales de marzo de este año. Aparecieron marchas de todo tipo, concentraciones promovidas desde sectores que creen que sólo basta con la actitud. Y sucedió lo obvio, el incremento de casos de manera exponencial en Rosario y la región. Será cuestión de revisar la situación en profundidad, pero invito a los amigos lectores que revisen tres datos incontrastables: a) cuáles son los grupos etarios que más han crecido en el nivel de contagio, b) desde cuándo se produce la aceleración de los casos en Rosario y c) qué fuerza política o qué sector social tiene más contagiados en el último tiempo.
Se podrá acusar de temeraria la afirmación, pero mientras vemos que un medio de comunicación porteño que jugó abiertamente a deslegitimar la cuarentena tuvo a varias de sus estrellas infectadas (Grupo América), que otros que en Rosario la relativizaban retacearon la información pública de sus trabajadores contagiados, y que, por estas horas, algunos dirigentes de Juntos por el Cambio aparecen pidiendo cautela y cuidado ante la infección propia, podemos arrogarnos una mirada cuestionadora de los juegos que pusieron en práctica algunos de estos protagonistas.
Y así llegamos al último fin de semana en Santa Fe, donde la autoridad provincial determinó el retorno de algunas restricciones que afectan a sectores específicos. La imagen fue clara: el gobernador de la provincia y el intendente de la ciudad más importante anunciaron de manera conjunta lo que nadie quería escuchar. Las críticas no tardaron en aparecer ya que, a diferencia de las ya famosas exposiciones del trío Larreta – Kicillof – Fernández que muestran gráficos, números y tendencias comparativas y que en algunas oportunidades han atendido a la prensa, aquí el método fue otro. Se explicó el contexto, se fundamentaron las razones, pero dejaron que vía redes se conociera el detalle de las nuevas limitaciones. Puede ponderarse una forma u otra, pero en definitiva todo se refiere a una cuestión de gustos.
Lo que sí corresponde marcar en el debe, es el conjunto de medidas que piensan instrumentarse en ambos niveles del Estado para contener el deterioro económico de los próximos catorce días para los sectores alcanzados. Tal vez y solo tal vez, si la comunicación fuera más clara y contundente no existirían tantos resquicios desde donde operar políticamente de aquellos sectores que juegan, decididamente, al deterioro de la imagen de los oficialismos. Si en el medio se cuenta a los muertos de a cientos o miles poco parecería importar.
Y en el haber, los hombres y mujeres del sur de la provincia deberíamos ponderar que nuestra situación poco ha tenido que ver con lo que ha sucedido en este tiempo en AMBA. Acierta el intendente rosarino cuando afirma que en Santa Fe en general y en Rosario en particular, hemos podido manejarnos con una movilidad que se ha distinguido de otros lugares. No es lo mismo el aislamiento social preventivo y obligatorio que el distanciamiento. Si el poder disfrutar de un paseo o de un encuentro con algún amigo o familiar en un bar, supone un espacio de regocijo personal, no resulta excesivo ponderarlo en su justa medida, aunque ahora parezca que nada de lo realizado alcanza.
El cuidado de papá Estado tiene un límite. El sistema de salud está al borde de la saturación y no es cierto que lo hecho hasta aquí no sirva de nada. Al contrario, ha servido y mucho, para evitar miles de contagios y con ello cientos de muertes, de amigos, familiares, de vecinos. No es sólo una cuestión de actitud. No es sólo creernos que siendo responsables podemos evitar al virus. Algunas afirmaciones de estos días llevan la marca en el orillo de su negación: si los promotores de la libertad y de las no restricciones creen que tomando los recaudos pertinentes alcanza, ¿cómo explican el aumento de los contagios? Si los que se sienten jóvenes y eternos creen en su inmunidad, ¿cuánto tiempo tardarán en entender que sus afectos más cercanos y directos (padres, abuelos, hermanos) comenzarán a sufrir el Covid? No es sólo actitud. Es responsabilidad y empatía por el otro. Una pandemia siempre es una buena oportunidad para terminar de comprenderlo. Quedate en casa.
(*) Analista político de Fundamentar