Visibilizados por la tragedia
La Unión Europea estaba lista para debatir un nuevo acuerdo migratorio. Un repaso a vuelo de pájaro: en el año 2015, Europa vivió en carne propia la mayor crisis de refugiados de la historia. Ese año, un millón de personas que huían del Norte de África y de Medio Oriente a raíz de los efectos no deseados de procesos como las primaveras árabes, llegan al continente europeo dando lugar a un conflicto sin precedentes. En ese momento, el régimen migratorio que regía era el llamado Convenio de Dublín.
Este acuerdo vigente desde 2013 garantizaba que los países de la UE donde llegaban los refugiados se hacían responsables de la solicitud de asilo. Los Estados de la costa mediterránea debían hacerse cargo de idear un sistema de reubicación, mientras que los países ricos del norte europeo en el mejor de los casos los recibían. Y en el peor, los mandaban de vuelta por donde habían llegado.
En todos estos años, el fallido sistema de Dublín cultivó el crecimiento del discurso anti inmigrante utilizado como munición por parte de la extrema derecha europea, sumado a episodios gravísimos de xenofobia, negativas a recibir personas con niños en los puertos, y una infinidad de escenas de muerte y desesperación. Muchos de ustedes recordarán a Aylan Kurdi, un niño que, como muchos, perdió la vida en esos viajes infernales donde el riesgo era un camino a tomar mejor que quedarse en sus casas con sus familias en medio de bombardeos y balaceras.
Este año, debía redefinirse un nuevo acuerdo migratorio en la UE. Las circunstancias eran distintas. Según esta base de datos de la ONU, los desplazamientos disminuían año tras año llegando a un 2020 donde la pandemia y una relativa calma en conflictos como el libio o el sirio posibilitaron que la llegada de personas a Europa llegue a niveles insignificantes a comparación de lo que sucedía 5 años atrás.
El contexto era ideal para acordar el nuevo plan migratorio, habida cuenta del menor flujo de personas y del éxito reciente en el acuerdo de reconstrucción europea al cual habían llegado los 27.
Y en eso, a principios de este mes se incendia el campo de refugiados de Moria, en la isla de Lesbos, en Grecia.
Aunque originalmente fue diseñado para contener a 3.000 personas, el campo de refugiados de Moria alberga aproximadamente a unas 13.000, la mayoría provenientes de Afganistán. Este único dato vale como para imaginarse las condiciones de vida en ese lugar.
El incendio en Lesbos puso en crisis el consenso para el acuerdo. Los países mediterráneos como Italia, España, Malta, Grecia, Chipre o Bulgaria, buscan que Bruselas apruebe un plan que obligue a los 27 Estados de la Unión a recibir inmigrantes. Esto choca con la posición del conservador Grupo de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia) que obran por un cierre de fronteras puro y duro. El plan, especulaban los que saben, estaría en un gris entre estas dos posiciones.
Finalmente, el plan se lanzó el miércoles. Este obligaría de facto a cada Estado a acoger parte de los refugiados, recibiendo 10.000 euros del presupuesto del bloque por cada adulto que llegue a sus territorios. La Comisaria del Interior de la UE, Ylva Johansson, puso el acento en el envejecimiento de la población europea para defender la recepción de inmigrantes. VER
El plan eliminaría la regla del Acuerdo de Dublín que obliga que el país de llegada se encargue de las solicitudes de asilo, sacándole un poco de peso a los Estados mediterráneos.
Las próximas semanas se sabrá que sucederá finalmente con este plan. Varias cosas para prestar atención. En primer lugar, las tensiones en el Mediterráneo oriental entre Grecia, Chipre y Turquía, que han puesto en peligro el acuerdo que el país presidido por Erdogan tiene con los 27 y que lo convierte en una especie de filtro de personas desplazadas. Las posibles subidas de tono en la cuestión de la búsqueda de recursos hidrocarburíferos en la zona oriental del Mar Mediterráneo puede cambiar la ecuación.
Asimismo, la cuestión migratoria impacta de lleno en la política europea. Así lo aseveró Ursula von der Leyen, la Presidenta de la Comisión Europea, abogando por un “enfoque humano”. El rechazo a los desplazados es el argumento en común de toda la ultraderecha continental. La forma que tendrán los gobiernos, sobre todo aquellos de corte progresista y de centro, será vital para manejar los hilos del desafío más serio que enfrenta Europa en este siglo XXI. Y no solo porque el bloque cruje a partir de los disensos, sino que está en juego la vida de miles de personas.
Como siempre: para entender, hay que leer a los que saben. Recomiendo mucho esta nota de Andrew Connelly desde Lesbos. Está en inglés, pero el traductor del Chrome te la facilita al toque.
República o republiqueta
El fallecimiento de la jueza progresista de la Corte Suprema de los Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg (RBG), modificó por completo la campaña electoral y vuelve a poner un manto de dudas sobre la institucionalidad norteamericana.
El máximo tribunal norteamericano se compone de 9 integrantes y es el intérprete final de la Constitución. Las y los magistrados sientan precedentes a través de la jurisprudencia que tiene efectos prácticos en la sociedad de aquel país. Un ejemplo fue el famoso caso Roe vs. Wade, por el cual se garantiza el derecho al aborto.
Antes del fallecimiento de RBG, la Corte tenía 5 jueces conservadores y 4 liberales. Donald Trump quiere, antes de las elecciones del 3 de noviembre, nombrar a un magistrado para el máximo tribunal. Como sucede en casi todos los países con sistemas presidencialistas, incluido Argentina, es el Presidente quien propone a los nuevos integrantes de la Corte.
La diferencia (y acá está el dato interesante), es que mientras en nuestro país el Presidente nombra a los jueces y necesita la aprobación de dos tercios del Senado, en Estados Unidos sólo alcanza con la mayoría simple de 51 sobre 100 tras una reforma impulsada por los demócratas en 2013. Y hoy, por esas paradojas de la vida y la política, esa mayoría la tienen los republicanos y pretenden usarla.
Esto le da la posibilidad a Donald Trump de proponer a una candidata (ya aviso que será una mujer, y es probable que sea Amy Barrett). Y apoyándose en la mayoría republicana en el Senado comandada por Mitch McConnell, puede torcer la tendencia en la Corte Suprema dejando un tribunal con 6 jueces conservadores y 3 liberales/progresistas, como si fuese una comida familiar con tus abuelos del campo y tu tío policía.
Bueno, lo cierto es que esto pone en juego varias cosas de cara a la elección, a la vez que inserta el debate sobre lo infalible de la división de poderes, el sistema republicano (desde la definición de la palabra, no desde lo partidario), y de cómo el país modelo de la democracia liberal tensa las reglas del juego hasta los límites del mismo.
Una supermayoría conservadora de 6 a 3 podría revertir fallos como los relativos al aborto y determinar cuestiones inherentes a, por ejemplo, la tenencia de armas y las prestaciones de salud. El cargo dura hasta que un juez renuncia o muere, por lo que una Corte conservadora definiría estas cuestiones para un largo periodo de tiempo.
De cara a la elección, hay varios interrogantes. Trump pone en el foco del debate el sistema de justicia. En eso saca ventaja, ya que mientras menos se hable de la injusticia racial y de la pandemia, mejor. Para los demócratas también podría ser ventajoso, debido a que Biden apuesta a la participación para asegurar su victoria. Si logra convencer a los indecisos que en la elección está en juego el propio sistema de división de poderes, esto podría llegar a favorecerlo. Sobre todo teniendo en cuenta que, si Biden gana y los demócratas recuperan el Senado, el nuevo Presidente podría sumar más integrantes a la Corte y desarmar la supermayoría de 6 a 3.
Una última cosa: Trump dijo esta semana que, si pierde, no se compromete a entregar el mandato de forma pacífica, introduciendo la posibilidad de que la última palabra la tenga, oh casualidad, la Corte Suprema.
Está todo medio podrido en ‘the land of the free and the home of the brave’. Esto es una muestra para aquellos que piensan que la política argentina solo se reduce a los escándalos en los zoom del Congreso.
Haceme el favor de prestarle atención a esto.
- Falta menos de un mes para las elecciones en Bolivia. Como no estuvimos la semana pasada, no hablamos de la renuncia de Añez a la candidatura tras conocerse una encuesta en la que Lucho Arce ganaría en primera vuelta y la propia Presidenta de facto estaba cuarta, con solo 10% de intención de voto. Los días que quedan son claves. VER
- La Unión Europea se disponía a sancionar a Lukashenko, el Presidente bielorruso que tomó posesión de su sexto mandato a pesar de las denuncias de fraude y un mes de históricas movilizaciones. No alcanzaron el acuerdo: Chipre votó en contra porque exige que la UE se movilice contra Turquía en el marco del conflicto en el Mediterráneo que tocamos más arriba. VER
- Corea del Sur y Corea del Norte protagonizan una nueva escalada de tensiones aunque Kim Jong – Un terminó pidiendo disculpas. VER
- El Acuerdo firmado entre Israel, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin fue la muestra de un cambio de ecuación histórica en Medio Oriente: los países del Golfo no ven más al Estado judío como enemigo, sino que cierran filas contra Irán. En el mismo sentido habló el rey saudí en la Asamblea General de la ONU. VER
- El domingo hay elecciones departamentales en Uruguay. El Frente Amplio busca recuperarse de la derrota en las presidenciales reteniendo Montevideo y logrando alguna victoria importante en el interior. VER
Bonus track
Para el bonus, donde siempre dejo algunas cosas interesantes para leer y ver, voy a brindarles una preocupante y dos positivas para contrarrestar el contexto pandémico.
La primera, sobre el crecimiento de las milicias en Estados Unidos. Cada vez se ven más organizaciones armadas con posturas desafiantes en las calles del país del Norte. Eso, sumado al grado de polarización y violencia que se vive actualmente, es verdaderamente preocupante. VER
La segunda tiene que ver con los evangélicos progresistas en Brasil. Sí, existen y están tratando de organizarse ante el avance conservador de los sectores que responden al gobierno de Bolsonaro y que aboga por sepultar derechos. La experiencia que vive Belo Horizonte me resultó interesante, sobre todo porque me parece que es urgente dar la discusión hacia adentro del culto evangélico. La fe y las conquistas sociales no deben ser opuestas, aunque así quieran venderlo los sectores de poder. VER
La última, es sobre los trámites públicos que comenzará a realizar Granada para tratar la despenalización del cannabis. VER
Hermoso lugar para vacacionar, ¿verdad?
A cuidarse y hasta la semana que viene.
(*) Analista Internacional de Fundamentar.com