La cama en el dormitorio, el inodoro en el baño y las ollas en la cocina. Ese orden básico y elemental que aplicamos para nuestras vidas, también debería ser terreno de la economía y de la política. Pero es sabido que los potenciales del deber ser y la realidad en un país como el nuestro, casi nunca van de la mano. "Pasan cosas", al decir de un ex presidente, y esta última semana de abril no fue la excepción, ya que abundaron las acciones que reflejan el intento de ordenar una coyuntura que, con la honrosa excepción de un outsider, no viene con viento a favor para nadie. Repasemos.
En el fin de semana anterior nos preguntábamos si, efectivamente, la corrida cambiaria había cesado. Rápidamente, el día lunes comprendimos que no. El dólar ilegal rozando los $500 del día siguiente fue un título que la corporación mediática no quiso perderse del todo, pese a que nunca alcanzó ese número.
A partir de allí el oficialismo pareció reaccionar. Con un conjunto de declaraciones que incluyeron un hilo de tweets del ministro Sergio Massa (la más emblemática fue la de la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau), pero también, y fundamentalmente, con decisiones económicas que tenían una sustanciación política, la especulación que elevó $100 la cotización en unos pocos días, pareció ceder.
La fuerte intervención del Estado en el valor de los dólares financieros; el anuncio coincidente con el Fondo Monetario Internacional de que se está revisando el acuerdo suscripto en marzo de 2022 (el equipo del ministro viaja a Washington); la reactivación del swap con China para el pago de importaciones en yuanes, con la posibilidad de evitar la utilización de algo más de U$D 1000 millones; el aumento de las tasas de plazo fijo y la amenaza de la ampliación de denuncias penales a sectores que hacen su enero con la especulación (que no son precisamente cuevas); parecieron ser suficientes para frenar la corrida y hacer que la cotización se retrotraiga unos $30. El negocio ya estaba hecho en un contexto donde a la hora de tomar decisiones gubernamentales, siempre debe elegirse por el menos malo de los caminos.
El apoyo oficialista a Sergio Massa fue lo suficientemente extendido como para demostrar que el tigrense, más allá o más acá de su hipotética candidatura, representa el último umbral que el peronismo no debe dejar que se traspase, si aspira a contar con alguna chance de ser competitivo en las elecciones de agosto y octubre de este año.
Ese sostén también incluye al cristinismo, espacio en el que a inicios de la semana, muchos de sus habituales interlocutores, políticos y mediáticos, tenían una gran expectativa de que la presentación del día jueves de Cristina Fernández de Kirchner en el Teatro Argentino de La Plata, se transformara en el puntapié inicial de la nominación de algún candidato. Incluso, los más exultantes (nunca falta gente con imaginación y entusiasmo en justas y proporcionales dosis) la imaginaban autoproclamándose. Nada de ello ocurrió.
El encuentro tenía mucho de simbólico por el lugar ya que fue el escenario de anuncios de candidaturas del pasado, por la fecha (elección de 2003) y tenía como excusa el lanzamiento de la escuela de formación política Néstor Kirchner. La invitación en la previa a lo más granado de la dirigencia del Frente Renovador y a la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, quien la semana anterior dio señales de ir por una disputa interna en la provincia de Buenos Aires, reflejaba que el tono no resultaría hostil hacia el interior del oficialismo.
La vicepresidenta volvió a ocupar el centro de la escena con un método que, indudablemente, la hace sentir muy cómoda. Se movió a sus anchas, expuso durante más de dos horas sin recurrir a lectura de ningún tipo, mostró datos en pantallas que, indudablemente, guarda en su cabeza; no se privó de retar a los propios (“cuando dije que cada uno debía tomar el bastón de mariscal no era para usarlo para pegarle a algún compañero”); hizo algún recorrido por la década ganada pero, aquí la novedad, habló de problemas nuevos que requieren otras soluciones. El caso del aumento del empleo registrado pero con salarios que han quedado debajo de la línea de pobreza, es un buen ejemplo de ello.
Más allá de los detalles, dos conclusiones parecieron prevalecer luego del acto: trató de mostrarse como la ordenadora del tiempo electoral que viene en el justicialismo y subió, desde el comienzo, al ring de la disputa política a Javier Milei.
La primera conclusión se resume en que no sólo brilló por su gris de ausencia la nominación de alguna candidatura, sino que pareció importarle poco las diferencias de ir por unas elecciones PASO o por un renovado proceso de unidad de donde surjan los nombres propios. Lo trascendente debería ser ir por un programa de gobierno que le de coherencia al tiempo que viene. Da la sensación que en el pedido de lo que debería venir en el futuro, subyace lo que falta en el presente y que le ha generado tantas diferencias visibles y no visibles, al oficialismo.
Al diputado poco afecto al trabajo legislativo lo nominó como un discípulo de Domingo Cavallo, poniendo bajo la lupa las consecuencias de lo que dejó la convertibilidad en la Argentina de comienzos del milenio y trazando una línea comparativa con los límites y efectos desastrosos que acarrearía una dolarización en el país. Puso ejemplos de Estados independientes que aplicaron las medidas, su realidad actual, y marcó palmariamente la inviabilidad de la propuesta para un país de desarrollo medio como el nuestro.
Queda la duda si la nominación del (supuesto) libertario responde a que, efectivamente, el crecimiento de su figura ya alcanza a territorios donde, históricamente, el peronismo en general y el kirchnerismo en particular eran “intocables” y por lo tanto se trata de retomar un diálogo más aceitado con esa porción del electorado o, si la estrategia cristinista de evitar nombrar a lo más granado del mundillo PRO, obedece a bajarle el precio a una fuerza que está envuelta en una interna cada vez más intensa. La respuesta, como cada fin de semana, querides lectores, deberán buscarla ustedes como forma de tarea de trabajo práctico (sin fecha de entrega). Si este analista debiera arriesgar una hipótesis, da por sentado que hay un poco de cada uno de los argumentos, sobre todo y si tenemos en cuenta que algunos encuestadores comienzan a plantear un escenario electoral de tercios.
De la vereda amarilla de enfrente, respondieron con un encuentro entre los popes del partido en la casa de San Isidro del ex ministro de trabajo Jorge Triacca. La reunión fue sintetizada con una imagen que se parece mucho a aquellas fotos familiares de comienzo del siglo XX donde la posición de los cuerpos, la ropa elegida y los gestos de cada rostro no tenían nada de natural.
Aquí también subyace la idea del encuentro para tratar de ordenar un proceso electoral interno que no sólo viene amañado para la disputa presidencialista sino que se extiende al conjunto del país, donde, en un formato de regla de tres simple inversa, a medida que los procesos electorales de las provincias se acortan, las diferencias se profundizan. Del par de elecciones que se produjeron hasta aquí, desde Juntos no pudieron mostrar ningún triunfo contundente que les permita afirmar, vía propaladora de la corporación mediática mediante, que "la gente” vuelve a elegir el cambio.
Además de la inminente (y evidente) renuncia de María Eugenia Vidal a una precandidatura presidencial que nunca levantó vuelo, el otro dato destacado que surge de este tiempo PRO, es la dificultad de Mauricio Macri de poder prevalecer como un primus inter pares al interior del partido que creó a su imagen y semejanza.
Y ante esto queda una digresión que debería leerse como nota al pie. En el anuncio del ex presidente de bajarse a una candidatura, no fueron pocos los que parecieron tentarse ante la comparación por la semejanza de lo realizado por Cristina Fernández de Kirchner en mayo de 2019. Nada más alejado de la realidad: mientras esta última mantiene la centralidad de su poder que genera la expectativa del conjunto del peronismo, el ex mandamás de Boca Juniors no puede imponer los criterios de selección de la vida interna del partido. Además, mientras la vice presidenta hace caso omiso al reclamo de su sector para que sea candidata (cualquier aparición en las boletas de agosto y octubre sería bienvenida), el hijo de Franco no es reclamado por nadie para que se postule. Fin del comentario anexo.
Si el clima interno adolece de calma y empatía, el anuncio de José Luis Espert de intentar integrar Juntos por el Cambio trajo más ruido de lo esperado, más allá, valga la paradoja, del silencio proista. La bienvenida de radicales y lilitos a un hombre que hasta hace pocos meses atrás defenestraba a la coalición refleja la contraposición de intereses: el economista e insultador serial llega para rapiñar parte de un electorado bonaerense donde nadie se puede poner de acuerdo del todo y donde la tensión se traslada al conjunto de municipios y partidos. En sintonía con ese deterioro, el crecimiento de Milei abre un espacio de incertidumbre que no alcanza solamente al peronismo en su conjunto. Otra vez, y si ese escenario de tercios se confirma, nadie puede estar seguro de qué lugar del podio ocupará cada quien.
Dos máximas populares tal vez resuman la semana: “al chancho nunca se lo come antes de cazarlo” y “el camino del infierno está lleno de buenas intenciones”. Póngale, querido lector, estimada lectora, el nombre propio a cada una de ellas y disfrute de un buen domingo y del mejor de los días del trabajador y de la trabajadora que se pueda. “Salú”…
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez