Un ex presidente que poco tenía de relevancia política denunciado por violencia de género. Una víctima que resulta re victimizada con la publicación de fotos, incluso por medios y personajes que se dicen defender a la mujer de las atrocidades del patriarcado. Un Poder Judicial que sobreactúa una prolijidad que no tiene. Un sistema político que sintió el impacto en múltiples direcciones y puso en práctica el consiguiente carancheo de ocasión en redes y medios. Todo eso dejó la segunda semana de agosto que prometía darle visibilidad a una enorme movilización de los sectores más perjudicados del modelo mileista y a poner blanco sobre negro las visitas a represores detenidos en cárceles federales por parte de legisladores que buscan consagrar un nuevo capítulo de impunidad. Comodoro Py lo hizo de nuevo. Pasen y vean. Sean todos y todas bienvenidas.
En el plano interno, Alberto Fernández se había transformado en un muerto político. Su mayor visibilidad radicaba en contestar vía redes (asertivamente), muchas de las mentiras esgrimidas por el presidente Javier Milei a la hora de hablar de la herencia recibida o de defender su gestión. No era una figura relevante y el capital político que otrora había sabido construir, se había esfumado de manera evidente.
Había llegado a la presidencia de la mano de una genial jugada política de Cristina Fernández de Kirchner a la que el conjunto del movimiento nacional y popular se alineó. Más allá de las reinterpretaciones de esta hora (no deja de resultar llamativo como algunos corren el cuerpo), su elección como candidato expresaba, supuestamente, el deseo de atravesar un tiempo distinto que debía recorrerse en la Argentina en general y en el peronismo en particular: hombre de dialogo reconocido que estuviera lejos de ciertos “extremos”.
El fracaso de su gestión, por múltiples razones que huelgan explicar aquí, lo puso en un lugar de retiro irremediable. En términos políticos, las denuncias de su ex esposa Fabiola Yañez sobre violencia de género, no hace más que reforzar un ostracismo que ya estaba consumado. Más allá del evidente impacto social, de la indignación y la bronca popular por lo que la situación expresa, también hay un transcurrir en un segundo plano de sentimientos que se desgranan sobre todo lo que tenga tufillo a nacional y popular.
Más temprano que tarde aparecieron las acusaciones sobre los votantes del Frente de Todos de 2019, por haber votado a una persona que ejerció la violencia de género y que, además, habría utilizado ciertos recursos de poder para obtener diversos favores sexuales de otras mujeres.
La acusación se cae por el peso de su propia miopía que expone además un prejuicio político de proporciones. En 2019, en el cuatrienio que duró su administración y hasta la publicación en “exclusiva” del diario Clarín del domingo pasado, ni propios ni extraños sabían lo que había sucedido con la ex primera dama.
El hostigamiento aparece (y aparecerán) sobre todo aquello que puedan expresar el peronismo y el movimiento feminista. No faltaron las argumentaciones, bastante berretas por cierto, que el aumento de los casos de violencia contra mujeres, era un claro ejemplo del fracaso del ministerio y que su creación obedecía a un oscuro interés del manejo de una caja más para la política.
Es tan pueril el argumento que, por ejemplo, al producirse un incremento de casos de robos o de amedrentamiento público de bandas narcos, deberían cerrarse los ministerios de seguridad y desplazar a cualquier idea de control policial que se precie.
El caso Alberto Fernández le sirve al conglomerado de una derecha que en la Argentina incluye a lo que hoy pueda expresar el desvencijado PRO, a un radicalismo culposo que bate parches contra cierto accionar oficialista pero que le corre el cuerpo a tomar decisiones institucionales que le otorgue cierta dignidad política y un libertarismo que no da pie con bola en la gestión de la administración de la economía y donde mes a mes notamos que los reiterados anuncios de recuperación sólo ocurren en la imaginación del presidente y en la de su ministro Luis Caputo. En la semana que se va, INDEC dio los datos de la economía real de Junio: en términos interanuales, industria cayó un 20% y la construcción 35%, datos que no pueden dejar de vincularse con un incremento exponencial de la pobreza que, según la UCA, ya habría trepado al 55%. Fin.
La gran pregunta refiere a qué hacer con aquello que sabemos. Si el peronismo y el feminismo deben hacerse cargo de lidiar con los hechos conocidos hace poco menos de una semana, a los catadores de violencia de género de ocasión cabe preguntarles qué deberían hacer con un líder que hace de la misoginia un práctica cotidiana vía redes, que no tolera desde siempre la re pregunta, y mucho menos si viene de parte de una mujer.
Habrá que preguntarles también, a los seguidores que le queden a Mauricio Macri, cómo justifican haber votado, sabiendo de antemano que el hijo de Franco en 2015 fue candidato por una causa en la que fue desprocesado un día antes de asumir.
Si hasta hace horas, los medios se regodeaban con la miserabilidad del caso Loan, pasando a formar parte de un espectáculo vergonzoso, ese camino le tocará recorrerlo a Alberto Fernández y todo lo que él pueda representar junto al peronismo que le dio apoyo. Estamos ante las puertas de un nuevo Nisman que hasta hace semanas, era resucitado una y otra vez cuando Comodoro Py y sus aliados así lo requerían.
Debemos prepararnos para una nueva versión de la política como espectáculo. Cuando la información que circula en el espacio público, convoca en un mismo plano a un programa chimentero que al del análisis político, transformando en muy difusos los límites que los demarcan, estamos ante un problema de difícil solución, donde el riesgo de la reaparición en escena de que son todos iguales, son todo lo mismo, está a la vuelta de la esquina. El que se “vayan todos”, tal vez ya no nos resulte una frase pronunciada poco más de veinte años atrás.
En este sentido el aporte del juzgado ha sido fundamental. Primero por dar la “primicia” a un medio como Clarín, mientras se hacía correr la voz del cuidado que se había tenido para con la víctima al conocer la situación de manera casual a partir de una investigación judicial sobre el ex presidente sobre el tema seguros. Luego, por la aparición en “exclusiva” en Infobae de las fotos que muestran a Yañez golpeada y finalmente por dejar trascender que existen otros videos que comprometen aún más en términos éticos a Fernández.
En todo caso no debería olvidarse que el juez Julián Ercolini, a cargo ahora de ambas causas, seguro y violencia de género, es uno de los protagonistas del viaje a Lago Escondido, sospechado de haber sido financiado por Clarín; fue quien procesó a Crístobal López y Fabián de Souza por el caso Oil Combustibles (luego fueron liberados de toda responsabilidad por la Cámara de Apelación); sobreseyó sin indagar a los dueños de La Nación y Clarín por la causa Papel Prensa y ordenó la detención del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime. De alguna extraña manera (o no tanto), Comodoro Py sigue fungiendo de ordenador del sistema político argentino.
Insistimos con la pregunta original. Si Alberto Fernández ha generado una defraudación que supera ampliamente aquella foto de Olivos en la pandemia y ha aportado de manera decisiva a ese sentimiento de no saber, ¿qué hacemos con lo que sabemos?
Lo primero que debe decirse es que si la indignación circula por estos rincones del mundo, deviene de un tiempo social donde ya no se toleran gratuitamente las consecuencias del patriarcado y donde, desde hace unos cuantos años, el movimiento nacional y popular supo interpelar a algunas nuevas demandas sociales. La tarde noche del 3 de junio de 2015 no fue un día más para las argentinas y los argentinos y si esta sociedad, la nuestra, por ejemplo, llegó a legitimar la sanción de la interrupción voluntaria del embarazo, es porque hubo un movimiento subterráneo que le dio sentido.
Lo segundo a plantear es que tal vez sean tiempos de abandonar las estrategias de los dedos iluminados, donde se eligen candidatos que con el paso del tiempo terminan abjurando de todo aquello que decían reivindicar. En los últimos días fueron profusos los comentarios de lo que el peronismo debía hacer para superar el momento actual: derrotados electoralmente, sin un liderazgo ya palpable y golpeado anímicamente por haber apostado por una especie de topo político que, mientras institucionalizaba leyes transformadoras, ejercía de golpeador y maltratador de su compañera de vida.
En una de sus últimas composiciones, un señor que anda estrenando bastones y que ha dejado de recorrer escenarios, dice que el amor además de un sentir, es una idea. Con algo de esa tensión ha convivido desde siempre el peronismo, que puede ser explicado desde la síntesis que expresaba “Sinfonía de un sentimiento” de Leonardo Fabio, pero con la base de una ideología que pone a los que menos tienen en el centro de la escena. La violencia machista sigue estando allí y las necesidades económicas acrecentadas, también. Será cuestión de escarbar en ciertas profundidades y volver a las fuentes. Aunque más no sea para seguir sintiendo el fuego y no quedarse ciego.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez