Domingo, 15 Diciembre 2024 16:04

Cumpleaños feliz (o no tanto) Destacado

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Una celebración sobreactuada. La defensa sospechada de un senador agarrado con las manos en la masa. Otra crisis política al interior del oficialismo, el cual se empeña en mostrar que cada nueva disputa interna tenga escaladas institucionales cada vez más riesgosas. Las oposiciones aliadas estalladas con el paralelo de un peronismo que se alzó con una victoria que resultó toda ganancia y un cumpleaños que deja una mueca avinagrada. Recorrido semanal por lo que pudo ser y no fue. Pasen y vean. Quedan todos y todas formalmente invitados. A no olvidar el cotillón.

Para el día lunes el oficialismo gobernante se aprestaba a vivir una semana especial. Se cumplía el primer año de gestión y para ello, en un momento en donde algunas variables jugaban a su favor, preparó una serie de acciones que debía servir para profundizar un fortalecimiento que formalmente no tiene, pero que se lo ha sabido granjear en términos políticos.

Con el caso Kueider en el espejo retrovisor, la apuesta residía en tapar el escándalo con algo de acción política. Para ello se anunció una cadena nacional que, desde los medios amigos, se presentaba en la previa como un hecho que tendría un fuerte impacto político. Para ello se eligió el escenario formal que siempre impone el Salón Blanco de la Casa Rosada. El presidente Javier Milei apareció rodeado de sus ministros, que como suele ocurrir en estos casos, cada uno de ellos resultó ubicado estratégicamente: el plano de la cámara fue tan efectivo en mostrar de manera permanente a Luis Caputo y a Patricia Bullrich, como en dejar en el otro extremo y sin visibilidad a la cuestionada Sandra Petovello. Todo ello sazonado con la estruendosa ausencia de la vicepresidenta Victoria Villarruel.

El discurso, como siempre suele suceder en el mundo libertario, estuvo plagado de inexactitudes, de números de dudosa credibilidad y con el deseado anuncio de que terminó la recesión. En esta oportunidad, a los datos y las formas ya utilizadas desde el 10 de diciembre de 2023, se agregó un espíritu discursivo donde se nos anunciaba a los argentinos que todos los esfuerzos realizados ya comenzaban a dar sus frutos y sólo nos esperaba un tiempo de bonanza. En definitiva, la aparición, aunque en un tono más moderado, pareció repetitiva, sobrando unos cuantos minutos y con anuncios que en el devenir de los días perdieron sustento y visibilidad.

Para seguir con los festejos, el primer mandatario cumplió con su promesa y visitó los estudios de Carajo, el canal de streaming libertario donde el inefable Daniel Paserini, alias el Gordo Dan, hace las veces de comunicador, confirmando el gusto presidencial de hablarle a los propios y convencidos. Nada nuevo en la comunicación política de esta democracia, la nuestra, que supimos conseguir.

Pero una cosa son las ganas de fiesta de un gobierno que bien ha sabido fortalecerse desde su debilidad institucional estructural y otra muy distinta poder absorber ciertos procesos que encierran peligros de nuevas crisis ya que los otros actores, también juegan.

El dispositivo oficialista para contener el caso Kueider pareció diagramado por principiantes: primero salió a acusar que el senador aliado había llegado al Congreso de la Nación de la mano de la boleta que en 2019 llevaba la candidatura a presidente y vice de los Fernández, pretendiendo hacernos olvidar que lo había convertido en su aliado. Luego, ante el hecho evidente de que el caso no desescalaba de la visibilidad pública, aceptó en el Senado la propuesta de la suspensión del legislador detenido. En la inminencia de que los opositores habían juntado número para la expulsión, volvieron sobre sus pasos y en su presentación el jefe de bloque libertario Ezequiel Atauche afirmó que “queríamos suspenderlo, pero al no tener el número vamos a acompañar con la expulsión”. En definitiva el jujeño confirmó su advocación marxista, pero la de Groucho: “estos son mis principios, sino le gustan tengo otros”.

Por otro lado, en un paso más de una mala comedia y como otra muestra de su convicción autodestructiva, desde Balcarce 50 salió la versión de que la sesión debía anularse porque había sido conducida por Villarruel, quien supuestamente estaba a cargo del Poder Ejecutivo ya que el presidente viajaba a Italia, aunque el acta de traspaso fue firmada varias horas después de la sesión en el Senado. Y para no dejar error sin cometer, Milei afirmó en una nota que la sesión debía anularse, parecido planteo esgrimido formalmente por el “detenido” Kueider, sometido a la investigación de la justicia paraguaya.

En la previa, la sesión se presentaba como un empate donde nadie prevalecería. Con su convocatoria el peronismo parecía asentarse sobre una estrategia testimonial, ya que el sector opoficialista prefería apostar por la suspensión, cuestión a la que el libertarismo elegía como el mal menor ante el hecho consumado que no se podría “cerrar” el Congreso como había solicitado el ahora ciudadano italiano.

Pero “pasaron cosas” y la intervención de la jueza Sandra Arroyo Salgado, que en el marco de una antigua causa contra el senador entrerriano pidió su desafuero y detención, actuó como un disparador que potenció su eyección que fue de manera expres. Carambola y juego para el peronismo que se ubicó en el centro de la escena con un triunfo político que casi nadie esperaba y con una oposición amigable que apuró un cambio de estrategia antes de que fuera tarde.

El gobierno, por su parte, quedó en el peor de los escenarios ya que no son pocos los que empiezan a imaginar y elucubrar de dónde habrían salido los billetes que Kueider portaba en una mochila que luego afirmó que no era suya. Un aliado detenido in frangantti y una defensa bochornosa por donde se lo mire. ¿Vicios de casta? Pregunta para la almohada, queridos lectoras y lectores.

De alguna manera, el oficialismo se prepara para gozar de un período de alivio ya que no ha convocado aún a sesiones extraordinarias y, como bien supo confesar el Jefe de Gabinete Guillermo Francos y más allá de la provocación crónica del vocero Manuel Adorni, el oficialismo no cuenta con los consensos necesarios para imponer los proyectos de ley de su interés.

En una vuelta de tuerca de la antiquísima reflexión liberal conservadora de Álvaro Alsogaray que nos avisaba que había que “pasar el invierno”, el mundillo libertario se prepara para pasar el verano sin la presencia molesta (para sus intereses) de un congreso que pueda estar sesionando con dos expectativas en el horizonte del mediano plazo de dos meses.

La primera es que en el tiempo que viene la oposición pueda reconfigurarse de manera más efectiva a sus intereses: 2025 es un año electoral y no son pocas las posibilidades que se sustancian en la expectativa de un acuerdo con la oposición amigable. Tal vez no debamos apurarnos a imaginar libertarios y amarillos fusionados, sino a empezar a visualizar acuerdos individuales que le permitan al oficialismo alcanzar otra mayoría.

Y la segunda expectativa se ancla en la posibilidad de abrir un tiempo de shows de decretos de necesidad y urgencia (¿nombramiento de los jueces de la Corte incluido?) que le permitan correr el eje de la discusión política allá por el mes de marzo del año que viene.

El oficialismo imaginaba una semana de festejos y dominio del escenario nacional. Buena parte de lo que parecía como su fortaleza, tiene como contracara una evidente debilidad: la condición de outsiders mutó en una evidente falta de expertise que no pudo coordinar siquiera un traspaso de mando. La imagen del león que desde el recurso de la inteligencia artificial nos sujeciona a todos, no pudo prever la jugada de una jueza federal que volvió a mostrar que la Justicia se parece, y mucho, a un actor más del juego de la política; y la utilización de un tecnicismo que serviría para anular una sesión, recurso discursivo que muestra la ignorancia de un presidente que, en su rol de candidato podía aparecer como un saldo a su favor, coincidente con el argumento de un reo vip, lo ubica en el plano de defender lo indefendible.

Para colmo de males, la recurrente interna con su compañera de fórmula, profundizando una grieta que hace inevitable tentarse en la idea de una futura ruptura y los devaneos lógicos de un sistema político cada vez más balcanizado, le completaron la mueca de insatisfacción a un gobierno que se imagina domador de propios y extraños. Esta semana le acortaron el látigo.

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