Domingo, 19 Enero 2025 12:47

Quebradura Expuesta Destacado

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Como cada domingo en Fundamentar, Miguel Gomez nuestro analista politico por excelencia, nos invita a reflexionar con sus interesantes y atrapantes artículos de opinión.  

En enero también pasan cosas. Y sino que lo niegue el mismísimo Mauricio Macri, que cotidianamente confirma que el poder que supo tener se le escurre como arena blanda entre los dedos. El pase a las filas de la Libertad Avanza de Diego Valenzuela, intendente de la localidad bonaerense de Tres de Febrero, hizo visible el deterioro político cada vez más evidente del ex presidente. ¿Otoño del patriarca? (Perdón Gabo). Puede ser, aunque debemos ser justos con el sistema político argentino y reconocer que siempre nos deja a expensas de las sorpresas.

Como todo líder que se precie en estos confines del mundo, Macri construyó un partido político a su imagen y semejanza. En el centro de la escena desde la tragedia de Cromagnon, supo ganar la primera magistratura de una ciudad históricamente antiperonista, soñándose para sí y haciéndoselos creer a no pocos intelectuales, que estábamos frente al surgimiento de una derecha democrática y moderna. Aquel viejo vaticinio de Torcuato Di Tella, afirmando que Argentina se proyectaba al siglo XXI con la emergencia de dos grandes polos ideológicos de centro derecha y centro izquierda, los cuales tendrían la correspondiente representación partidaria institucional, por fin, parecía cumplirse. 

Pero cuatro años de gestión macrista sirvieron para contradecir a los entusiasmados de aquel entonces y relativizar los dichos de un lúcido intelectual como Di Tella. La modernidad quedó resumida a ciertas formas de la comunicación política: vestimenta, relación con cierta parte del periodismo y sobrevaloración de lo digital como instrumento de gobierno; mientras que la democracia…. La democracia te la debo, Lawfare y servicios de inteligencia mediante.

Mauricio Macri en un acto del PRO

El PRO se conformó como un partido que supo anclarse en un antiperonismo siempre vigente. Nacido desde la ciudad más bella, opulenta y gorila del país, tuvo el límite, más allá de lo que pudiera mostrar desde la gestión, de un déficit de territorialidad. Si algo tiene de bueno la extensión argenta, es que cada una de sus provincias y no pocas de las ciudades más importantes, cuentan con sus propias especificidades. 

Por lo anterior, diez años después de haber sido fundado y luego de siete de gestión en CABA, necesitó de la presencia nacional de la Unión Cívica Radical para construir Juntos por el Cambio, y así transformarse en una real opción de poder. Como dato complementario vale decir que a ese aliado lo supo ubicar en un lugar minoritario del reparto de poder coalicional, generándole, con el tiempo, una crisis de identidad que aún perdura.  

Si analizamos la gestión de gobierno del período 2015 – 2019, la misma debería ser desgranada en dos partes: en el primer bienio, con una inflación que venía en el orden del 25% en 2015, pasó a 40% en 2016 y con un bajo nivel de endeudamiento abrió el cepo. Optó por el gradualismo, más por las limitaciones del contexto antes que por las convicciones (el kirchnerismo había dejado un país con variables macro económicas y sociales mejoradas) y obtuvo algunos éxitos parciales de gestión que se tradujeron en la buena elección de medio término que, al sumar el total nacional, le granjeó el 41% de los votos. 

Pero quisieron ir por más, afectando a nada más y nada menos que un sector muy sensible como el de los jubilados. La reforma previsional votada por el Congreso sobre finales de 2017, de alguna manera, actuó como un adelanto del deterioro político de una fuerza que terminó necesitando de un ilegal e inescrupuloso préstamo de U$s 54.000 millones del Fondo Monetario Internacional, el cual alimentó la fuga de ese entonces. 

El fracaso económico se refuerza en el cierre de 25.000 PyMES, en el aumento del desempleo, de la pobreza y de la marginalidad, en una caída de la economía, en el aumento del dólar y, vaya paradoja, en la reimposición de un cepo que aún perdura. 

En la etapa del gobierno del Frente de Todos, el PRO en general y el ex presidente en particular fueron incapaces de realizar una profunda autocrítica de cara a la sociedad, algo que, a la luz de lo que sucede en el propio peronismo, no es exclusivo de la fuerza amarilla. Pese a resultar fuertemente deslegitimado frente al conjunto social, Macri siguió conservando las suficientes dotes de poder partidario interno y ante el Círculo Rojo de la Justicia, para condicionar proyecciones políticas en el primer caso, y para garantizar su propia impunidad y la continuidad de las persecuciones judiciales a no pocos referentes del peronismo más allá de 2019. 

Horacio Rodríguez Larreta

Supo limar y condicionar la carrera hacia la presidencia de Horacio Rodríguez Larreta y a la hora de la interna jugó claramente en línea con los intereses de Patricia Bullrich, a la cual intentaba condicionar y formatear a su imagen y semejanza. 

Con el paso del tiempo, y en no pocas ocasiones, el ex presidente se mostró arrepentido de no haber ido por una política de shock que sí reconoce y reivindica en manos de Javier Milei. Pero ante esta circunstancia vale insistir con lo comentado líneas más arriba: los contextos no son los mismos (eternas gracias Cristina Díaz). Así como podemos entender que el actual presidente desde su condición de outsider terminó colándose por la ventana de las candidaturas, su surgimiento y prevalencia es parte de algo más profundo: un clima social y político que no existía en 2015 y 2016. 

De hecho, mientras Macri prometía en campaña no tocar ningún derecho de los argentinos (algo que incumplió), Milei ya hablaba de motosierra y casta. Que, en la gestión, jubilados, docentes, empleados estatales y empresas públicas sean referenciadas como víctimas de esa noble herramienta y pertenecientes a un sector social lleno de privilegios, es un detalle que buena parte de la sociedad prefiere no mirar. Detalles de este siglo XXI, tal vez más problemático y febril que el descripto por el genial Discepolín.

Javier Milei y Mauricio Macri

En la relación con el mundo libertario, el PRO y Macri se enfrentan al problema comentado en reiteradas ocasiones desde las páginas de Fundamentar: el de compartir una clientela política común. En parte por necesidad y en parte por percepción, el oficialismo ha dejado de lado el relato anti casta para centrar su línea discursiva en el kirchnerismo, el cual vendría a representar la síntesis de todos los males.

Imaginó dos escenarios hipotéticos:

  1. formar parte del gobierno recreando un modelo coalicional, con él como jefe aliado que impondría condiciones (parte del acuerdo implicaba la entrega de áreas centrales de la administración) 
  2. limitar severamente el accionar institucional libertario, debilitándolo en el Congreso Nacional ante la escasa representación con la que cuenta el oficialismo.

Nada de eso ocurrió: en nombre de las coincidencias ideológicas se negociaron distintos acuerdos legislativos que resultaron funcionales a los intereses del Gobierno y la voracidad política del triángulo de hierro hizo el resto.

En todo este devenir, unificadas ciertas coincidencias, en la derecha argentina el quid de la cuestión ahora pasa por la eficacia. A buena parte de ese electorado, decepcionado con lo que Macri no supo hacer, Milei lo seduce como esa figura de un hombre que viene a cumplir con el eterno sueño húmedo (infantil, ahistórico y antojadizo) de terminar con el peronismo. De alguna forma, el hijo de Franco sería parte de la historia y poco importan ciertos nombres propios.   

Patricia Bullrich actual Ministra de Seguridad Nacional

Esa mezcla de indecisión y viscosidad política que representa hoy Macri la perciben (y padecen) no pocos dirigentes del partido que, desde la emergencia de Bulrrich como ministra de Seguridad y dirigente muy cercana a Milei, han comenzado a relativizar el liderazgo de Mauricio. La tentación de pegar el salto borocotorizador es grande. Para aquellos que quieren seguir participando de las circunstancias de poder que hoy acumulan o para quienes quieren formar parte más activa del juego, ciertas formas libertarias seducen al punto de ya no importar tanto si el quiebre amarillo es definitivo o es una mera circunstancia coyuntural.

De a poco, todo parece indicar que Macri empieza a quedarse con migajas de cierto poder. La apuesta del mediano plazo radica en descubrir si el PRO, al igual que lo sucedido con la UCR en su integración a Juntos por el Cambio, queda subsumido a un muy segundo plano en un hipotéticamente renovado dispositivo libertario, a partir de un acuerdo que permita hacer control de daños o, con un Rodríguez Larreta que parece buscar otros rumbos políticos, asistiremos a la convergencia del partido en un nuevo rol institucional de perfil de testimonial. Dudas para el futuro. Las certezas, por su parte, indican que algunos liderazgos ya no son lo que eran. 

(*) Analista politico de Fundamentar - @miguelhergomez

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