En la previa, la semana asomaba difícil para el Gobierno. Volatilidad y aparente debilidad institucional son parte de una misma raíz en el mundo libertario, sea en la gestión como así también en la construcción de su mundo interno que no cesa en brindar ejemplos de pusilanimidad política, impensados para una gestión que, según sus voceros, recién se inicia.
Otra vez, y como viene sucediendo de manera reiterada, el palacio y la calle convergían en un mismo día, a la misma hora y en el escenario de unas pocas cuadras. Todo en rededor de un Congreso de la Nación que ya no despierta la indignación de los auditores de escribanías, ni queda sometido a los extensos soliloquios de los republicanos de otros tiempos (ayyyyy que será de la vida del grupo A), pero que sigue ocupando un espacio central en brindar cierta legitimación política que haga aparecer como una democracia formal a este tiempo que vivimos.
El tipo de operativo preparado para enfrentar la movilización que ha ido in crescendo en defensa de los jubilados, ciertos tonos utilizados por los funcionarios para referirse al tema, las reuniones a las apuradas con distintos organismos estatales, SIDE incluida, y la inexistente presencia público mediática de la ministra Patricia Bullrich antes y después de la marcha, reflejan un reconocimiento implícito de lo mal que se hicieron las cosas siete días atrás.
Mientras, lentamente, llegan esperanzadoras noticias del hospital donde se encuentra internado el fotógrafo Pablo Grillo, y más allá de cierta violencia expresada, deseada y promovida en las redes, el funcionariado libertario demostró que no come vidrio, y pareció entender que el clima social no está para andar contando muertos alegremente. Se podrá contar con ciertas alianzas a su favor, con un sistema de Justicia que mira para otro lado, con el silencio cómplice de empresarios a los que sólo parece importarles la viabilidad de cada uno de sus negocios y con una buena parte del corpus mediático mintiendo u omitiendo; pero la dinámica de una sociedad que ve a la calle y a la protesta como parte de su ADN, no tolera que la vida sea puesta en riesgo por el simple hecho de reclamar, derecho consagrado, nada y nada menos, que en la Constitución Nacional.
Las pantallas en las estaciones de trenes, anunciando que “La protesta no es violencia. La policía va a reprimir todo atentado contra la república” rememoraron la épica de 1984, genial y premonitoria novela de George Orwell que, vaya paradoja, fue imaginada como parte de una denuncia hacia los totalitarismos y no hacia gobiernos que promueven la libertad.

Con un despliegue jamás visto de organizaciones estatales, ARCA incluida, para desalentar la concurrencia a la movilización, razias en los ingresos a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en las estaciones de trasbordo y la friolera de alrededor de 5.000 agentes de seguridad afectados al operativo, el aparato estatal no pudo evitar dos situaciones.
Una de ellas refiere a una segunda y más gravosa paradoja: el famoso protocolo que intenta garantizar la libre circulación en calles y avenidas fue desechado por las propias fuerzas de seguridad que implementaron un sinnúmero de retenes. Y la otra refiere a que, finalmente, y pese a cierta militarización distópica, la concurrencia resultó mayor a la de una semana antes.
Pero si en el mundo libertario alguien se le animó a determinado tipo de festejo por el “éxito” del operativo, el mismo debió ser relativizado cuando la Confederación General del Trabajo anunció un paro general para el 10 de abril, con movilización previa para el día 9, que casualidades y causalidades de la vida, cae miércoles, día de reclamos de jubilados y pensionados.
Como en “Despertares”, esa bella película protagonizada por un tal Robert De Niro, algunos dirigentes sindicales parecen haber asomado a la vida. Dicen ellos que la lucha de nuestros mayores, las paritarias con una tendencia a la baja donde el Gobierno no homologa paritarias que ni siquiera alcancen a la inflación y el parate de la obra pública resultan el justificativo de esta nueva medida de fuerza. Habrá que ver cómo se va sustanciando el escenario de los próximos días, pero en el camino le vamos rogando al altísimo que a estos encumbrados dirigentes no les pase lo mismo que al querido Bob en el filme de Penny Marshall que terminó entrando en una nueva fase catatónica.
Con todo, el palacio también brindó su propio espectáculo. Las peleas libertarias en la Cámara de Diputados brindaron un show en sí mismo, aunque al pase de magia rápidamente se le conoció el trasfondo: un audio del mismísimo Martín Menem, presidente del cuerpo y en los hechos presidente del bloque oficialista, proponía el escándalo como forma de llevar adelante la sesión y que la oposición justicialista pagara el costo de un hipotético desmadre, hecho que finalmente no sucedió. La berretada del dimes y diretes adolescente quedó encapsulado al devenir libertario.
De alguna forma, no pocos analistas ponen el foco en el modelo peruano, donde ciertas prácticas político institucionales están fuertemente deslegitimadas, conviviendo con recurrentes crisis que renuevan gobiernos sin el cumplimiento de los mandatos y donde, sobre la base un país profundamente injusto, la economía no parece conmoverse por esas desavenencias.
Esas disputas casi de conventillo, aunadas a las actitudes de muchos opositores que no se privan de criticar al gobierno por la estrategia elegida para lograr un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional vía un ilegal decreto de necesidad y urgencia, nos permiten observar que el medidor de republicanismo en sangre con el que contaban algunos eternos opositores, parece haberse extraviado.
Algunas convicciones en hombres y mujeres del PRO, de la Unión Cívica Radical y de esa mescolanza llamada Encuentro Federal, que supuestamente conduce el inefable Miguel Angel Pichetto, parece que ya no son lo que eran: se delegan facultades que superan largamente las que se entregaban en el pasado; se acepta que un DNU que se parece mucho a un cheque en blanco y en pleno período de ordinarias, reemplace a una ley, y se le saca el cuerpo a la ampliación de una moratoria previsional que permitiría, con su extensión en el tiempo, que unos 250.000 argentinos y argentinas puedan jubilarse.
En este esquema de profunda funcionalidad a los intereses del FMI, subyace una especie de hiper atomización partidaria de la que damos cuenta desde hace varios años en las páginas de Fundamentar. Hablar de “la oposición” resulta un verdadero sinsentido anclado en una forma de entender las democracias actuales que tiene mucho de un modelo, cuanto menos, anticuado. Correspondería hablar de “oposiciones”, situación que alcanza al propio Partido Justicialista, tal como lo reconociera el día sábado la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el marco del Congreso Nacional Educativo.
Pusilánimes. Arrastrados. Felpudos. pic.twitter.com/ukBCecirmD
— GERMAN MARTINEZ (@gerpmartinez) March 20, 2025
En el poroteo legislativo vemos cómo se desgranan los bloques de Unión por la Patria, tanto en Senadores como en Diputados. Las razones, si ampliamos la mirada y vemos que todo el sistema político aparece estallado, también vienen de la mano de un federalismo argento atrofiado, donde cada gobernador que mal administre (o no) su comarca, siempre termina necesitado de la discrecionalidad de los fondos nacionales. De una manera harto evidente, la caja nacional resulta un límite que pocos mandatarios provinciales pueden superar.
La dependencia es constante y sonante, y como en el juego del Antón Pirulero, cada uno atiende su juego. En eso radica cierta eficacia libertaria que, habiendo tardado ocho meses en sancionar su ley más importante y ayudado por una serie de decretos que en muchos bordean la ilegalidad y la inconstitucionalidad, alguno puede confundir con fortaleza.
A poco más de 15 meses de asumido, ya no alcanza con explicar el surgimiento del experimento libertario como producto de lo que amarillos y peronistas no pudieron resolver en las gestiones de Mauricio Macri y Alberto Fernández respectivamente. Si queremos entender su prevalencia, la máxima sintética podría expresarse de la siguiente manera: “la eficacia o efectividad libertaria es directamente proporcional a la hiper atomización partidaria”.
En ese devenir surgen un par de preguntas inquietantes (por lo menos para este analista): ¿cuánto de ese modelo de sistema político atomizado, en el contexto, por ejemplo, de un mercado laboral que cada vez cuenta con menos trabajadores formales (ver último informe de INDEC) es representativo de la sociedad? ¿Cuánto hay de crisis de representación y cuánto de representación exacta?
Honestamente las respuestas a esas preguntas parecen lo suficientemente profundas y complejas como para trabajarlas por acá. Por ahora, tal vez debamos conformarnos con el mimo que supone un nuevo y masivo 24 de marzo en las calles. Nada más. Nada menos. Nunca más.
(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez