Siria continúa en un callejón sin salida. El fracaso del Plan de Paz de las Naciones Unidas y la imposibilidad para lograr un acuerdo de fondo entre las grandes potencias involucradas en el conflicto amenazan con extender la violencia no sólo en Siria sino también a toda la región
________________________________________________
Los enfrentamientos armados y la crisis política se agudizan día a día en la nación siria. Sus razones no solo se explican por la intransigencia de los bandos enfrentados a concertar un acuerdo que permita una solución política al conflicto. Entre la cruenta represión que inflinge el gobierno de los Assad y la férrea oposición de los grupos armados contrarios al régimen, se vislumbran otras razones no menos determinantes. Diplomacias de doble rasero, ambigüedades en los planes de paz de Naciones Unidas y cuanto menos contradicciones en el accionar de los grandes potencias involucradas, también son factores que afectan en la decadente actualidad del país, y que ayudan a explicar el agravamiento de un conflicto que, según fuentes de la oposición, ya se ha cobrado la vida de al menos 20.000 personas.
Cabe recordar que al iniciarse los primeros enfrentamientos en Deraa en marzo de 2011, con el trasfondo de la contundente eficacia de la revolución egipcia para derrocar a Hosni Mubarak, desde la oposición, medios de prensa internacional, políticos y expertos, trascendía la creencia de que el régimen de los Assad no podría sobrevivir más de tres meses. Posteriormente, en momentos en que Siria parecía encarrilarse por el mismo desfiladero que la Libia de Khadafi dada la posibilidad de una resolución en el Consejo de Seguridad que legalizara una "intervención humanitaria" por parte de las grandes potencias, se pensaba que el plazo de vida del régimen de los Assad podría extenderse como máximo seis meses. Pero Rusia y China, convertidos en los principales sostenedores del régimen sirio, con su veto impidieron la ejecución del modelo libio.
Hoy, por el contario, desde el Consejo de Seguridad ya no se estipulan planes de intervención militar. Tampoco se habla de plazos. Como lo registra el Servicio de Inteligencia israelí, Mossad, el régimen de los Assad duraría años. Por esta y otras razones los planes de paz y mediación lanzados en los últimos días de junio desde Naciones Unidas se enfrentan a un sombrío panorama que revelan al mismo tiempo tanto la inconsistencia de la diplomacia de los Estados involucrados como la responsabilidad de sus acciones en el transcurso del conflicto.
AMBIGÜEDADES EN EL PLAN DE PAZ
En la última propuesta acordada en una conferencia internacional realizada en Ginebra el pasado 30 de junio, el Grupo Especial de Acción para Siria de las Naciones Unidas, integrada por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y la Liga Árabe, se aceptó la creación de un Gobierno de Transición sirio que tendría plenos poderes ejecutivos, mediante un proceso de consenso entre miembros de la oposición y del régimen, que en un momento determinado concluiría con la redacción de una Constitución y el llamamiento a elecciones democráticas y libres.
Plan de Paz, que en esta ocasión aleja aún más a Siria de la posibilidad de padecer la misma suerte que corrió Libia en agosto del 2011, pero se acerca más al modelo impulsado ante la crisis política en Yemen el año pasado, donde el Consejo de Cooperación del Golfo (C.C.G) con la asistencia de Estados Unidos y la Unión Europea propuso una iniciativa de transición que apartó al entonces presidente Ali Abdullah Saleh en menos de cuatro meses. No obstante, la misma resulta cuanto menos impracticable para el caso sirio.
Esta propuesta, además de no establecer plazos y modalidades, resulta esencialmente ambigua en tanto no hace mención a la participación o no de Bashar al Assad en el hipotético gobierno de transición. En sus declaraciones ante los medios de prensa el promotor del acuerdo y mediador de la ONU y la Liga Árabe en Siria, Kofi Annan, no aclaró este punto clave.
Este vacío en el plan propuesto, se debe en parte a la negación de Moscú a aceptar cualquier cláusula que exigiera la exclusión de Bashar al Assad, insistiendo en el principio de que las potencias extranjeras no deben intervenir en el proceso político sirio. Posición aquella que se reforzó con el acompañamiento del Gobierno de Pekín. Por su lado, la secretaria de estado estadounidense, Hillary Clinton, interpretó de modo distinto el proyecto de la reunión en Ginebra, expresando que "Assad tendrá que quedar afuera del acuerdo (...) no podrá aprobar el examen del consenso porque tiene las manos bañadas en sangre", subrayando así que el acuerdo alcanzado "allana el camino para un gobierno post-Assad". Pero el gobierno norteamericano terminó aceptando el reclamo de los rusos en Naciones Unidas, con la esperanza quizás de que esa concesión impulse a Rusia a presionar más a su antiguo aliado sirio para que ponga fin a la represión.
El plan tuvo un contundente rechazo por parte de los principales grupos opositores sirios, que desde siempre han permanecido renuentes a cualquier solución que implique negociar con Al-Assad o que le permita mantenerse en el poder. En este sentido, Bassam Ishak, uno de los líderes del Consejo Nacional Sirio –el principal grupo de oposición en el exilio– sostiene que "el plan ignora los sacrificios del pueblo sirio contra el régimen" al no excluir expresamente a Bashar Al-Assad de la fórmula de consenso. Por su parte, el gobierno de los alawitas ni siquiera se ha pronunciado oficialmente al respecto, pero resulta más que evidente ya desde inicios del conflicto que Bashar Al-Assad jamás aceptará propuesta alguna de transición que implique su renuncia al poder.
De esta manera, nos encontramos nuevamente frente a un plan multilateral que demuestra ser poco menos que inviable e inefectivo. Un fracaso, que a la sazón refuerza los argumentos a favor del uso de la violencia como única opción en el escenario sirio y el consiguiente agravamiento de la situación humanitaria. Como lo ilustra entre sus respuestas al plan de Ginebra el mencionado líder del C.N.S, "la oposición apoyará en el futuro de forma prioritaria la lucha armada de los desertores".
DIPLOMACIAS DE DOBLE RASERO
Lo cierto es que tanto Rusia como las principales potencias de la OTAN (EE.UU, Francia y Gran Bretaña) que conforman el llamado Grupo de Acción en Siria practican una diplomacia de doble rasero en la crisis siria. Por un lado, las potencias se jactan de no estar interviniendo de manera unilateral en los asuntos sirios y colaboran mediante la diplomacia multilateral en el ámbito de Naciones Unidas por una solución pacífica y consensuada entre las partes del conflicto, en el marco del respeto de la legalidad internacional. Pero, por otro lado, existe extensa documentación que evidencia la injerencia de estos Estados en los asuntos internos de Siria. Por dar un caso, a inicios de marzo de 2012, 13 oficiales militares franceses y 6 oficiales británicos fueron detenidos en Homs en momentos de la insurrección armada, que apunta a la presencia de tropas extranjeras en el territorio sirio en clara violación del derecho internacional. El informe británico Daily Star (5 de marzo de 2012) sugiere que los agentes detenidos podrían haber sido parte de "un contingente más grande" de las fuerzas francesas y británicas que operan dentro de las filas de los rebeldes del Ejército Sirio Libre (ESL).
La situación resulta paradojal y confusa, pero son estas contradicciones las ayudan a comprender el por qué del fracaso de la diplomacia multilateral de ONU. El plan pergeñado por el grupo especial no identifica a las claras cuáles son los actores involucrados en la contienda. De hecho, identifica al gobierno de los Assad de un lado, y a la fragmentada oposición en el otro. Pero lo cierto es que entre los bandos involucrados deberían contabilizarse las funciones que desempeñan las fuerzas especiales de la OTAN, a saber las de Francia y Gran Bretaña, sin pasar por alto las fuerzas especiales qataríes y los operativos de inteligencia que están colaborando con el "Ejército Libre Sirio" en materia de logística y provisión de armas, que además coadyuva al terrorismo de milicianos de Al-Qaeda infiltrados entre los grupos armados. Rusia, por su parte, es uno de los principales proveedores de armas y equipos industriales de Al-Assad, con lo cual hace una gran contribución a la defensa y mantenimiento del régimen. Pero esta es una realidad que en el plan de "consenso mutuo" de Kofi Annan se prefirió silenciar o simplemente no se la tuvo en cuenta...
Es decir, en otras palabras, son los mismos "pacificadores" del Grupo de Acción de Siria en la ONU algunos de los gestores de la violencia que pretenden morigerar mediante su plan de gobierno de transición. He allí la paradoja. Pacificadores y mediadores internacionales que procuran mitigar una crisis que ellos mismos protagonizan.
Sin embargo, resulta muy acertado Kofi Annan al responsabilizar a la comunidad internacional por el curso de esta crisis. Pues, estas ambigüedades y contradicciones en el plan pergeñado son reflejo en primera instancia del choque de fondo que existe entre los intereses nacionales de las principales potencias, que amenazan con extender la violencia a toda la región de Medio Oriente y reavivar el terrorismo internacional. Como advirtió el ex secretario general en la citada reunión de Ginebra, "esto ha provocado incertidumbre en Siria a la vez avivando las llamas de la violencia. Al estar presentes aquí hoy ustedes sugieren la intensión de demostrar ese liderazgo ¿Pero lo harán?".
A la postre, ¿de qué manera podría socavarse la contienda o al menos encontrar una salida que detenga el derramamiento de sangre? La condición de una solución efectiva pasa inexorablemente por la posibilidad de un concierto político y estratégico entre EEUU, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China que dote de los recursos necesarios a la ONU para interceder con mayor rigor en el terreno de la contienda. Pero la realidad es que hoy los mismos se dividen entre detractores y sostenedores del régimen de Al-Assad, por lo que tal condición resulta casi utópica. Siria se encuentra en la lista negra de los países que según EEUU apoyan al terrorismo internacional. Es además, un actor clave en el conflicto árabe-israelí, muy sensible a Washington y Tel Aviv. Tanto su alianza estratégica con el Irán chiíta, como su ubicación geográfica, la disputa irresuelta en los Altos del Golán con Israel, sus apoyos directos al partido milicia Hezbollah en el Líbano y el padrinazgo sobre Hamas en la Franja de Gaza convierten a Siria en un Estado desestabilizador y, por lo tanto, una seria amenaza a los intereses norteamericanos en la región. Todo indica que Siria seguirá atrapada en ese obscuro callejón sin salida y sin solución.
(*) Investigador de la Fundación para la Integración Federal
Para ponerse en contacto con el autor, haga click aquí