Viernes, 06 Julio 2012 20:29

Los Disparos que Retumban en Todo el Mundo

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argentinamoney137473622La revista Foreign Policy destacó el camino adoptado en la Argentina a partir de la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. En una línea editorial poco habitual para esta publicación pregunta por qué los economistas conservadores están aterrados por la reforma radical en el Banco Central. por RICK ROWDEN

 

La revista Foreign Policy destacó el camino adoptado en la Argentina a partir de la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central. En una línea editorial poco habitual para esta publicación pregunta por qué los economistas conservadores están aterrados por la reforma radical en el Banco Central

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argentinamoney137473622En momentos en que muchos gobiernos parecen incapaces de hacer algo sobre el desempleo, profundizando la desigualdad económica y perpetuando la inestabilidad financiera, la Argentina ha adoptado una sorprendente serie de reformas que le permitirán a su Banco Central jugar un rol mucho más proactivo en atacar estos problemas. De hecho, las reformas, adoptadas en marzo, bien pueden ser los primeros disparos de una revolución silenciosa en política monetaria. Si tienen éxito, podrían amenazar con derrumbar 25 años de políticas conservadoras del Banco Central que han sido consideradas como la mejor práctica por el Fondo Monetario y otros bancos centrales en todo el mundo.

La flamante presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, dijo que las reformas desafían el axioma conservador de que los bancos centrales deben jugar un rol limitado en la economía. El Banco está ahora redescubriendo su capacidad soberana para formular e implementar política económica, explicó, agregando que varios de los retratos del salón de la fama del Banco están siendo descolgados "comenzando por el de Milton Friedman".

Los adalides del libre mercado y de la "independencia del banco central" están aterrados. The Economist proclamó que el Banco Central de la Argentina se ha convertido en un "chanchito" –por la popular alcancía– del gobierno, "perdiendo el último vestigio de su independencia legal". Sostuvo que la injerencia del gobierno en el Banco Central llevará a la aparición de déficits fiscales irresponsables y a provocar una inflación descontrolada. De forma similar, Mary Anastasia O'Grady del Wall Street Journal informó que el Estado ha "tomado el Banco Central... destruyendo los últimos rastros de su independencia" y le dijo a sus lectores que "Lloren por Argentina".

Impulsada por la presidente Cristina Fernández de Kirchner y aprobada por el Congreso, las reformas dejan de lado formalmente el foco del Banco Central en el mantenimiento de una inflación baja con exclusión de cualquier otro objetivo económico. Desde ahora, el banco tendrá el triple mandato de la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera y el desarrollo económico

En otras palabras, en lugar de simplemente combatir la inflación, el Banco Central podrá jugar ahora un rol mucho más amplio en la administración de la economía. Será una salvaguardia de la estabilidad financiera por medio de la aplicación de regulaciones y promoverá la creación de empleos y un desarrollo más equitativo a través del otorgamiento de créditos a sectores prioritarios. Este cambio requerirá que el Banco Central coordine más cercanamente con las políticas y las prioridades gubernamentales –un alejamiento radical de 25 años de "independencia del banco central"–.

La primera reforma le permite al gobierno utilizar una porción más importante de los 47.300 millones de dólares en reservas internacionales para hacer frente a los pagos de la deuda externa, lo cual le permitirá a la Argentina fortalecer su credibilidad crediticia. Previamente, no obstante, se requerirá que el Banco tenga un alto nivel de reservas, pero ahora el directorio del Banco decidió qué nivel de reservas es consistente con su política monetaria y de tipo de cambio.

La segunda reforma le otorga al Banco Central un rol más importante en la supervisión del sistema financiero mediante la regulación del crédito doméstico, incluyendo los vencimientos de los préstamos, tasas de interés y comisiones, así como la prevención de las excesivas inversiones especulativas de alto riesgo. La tercer reforma le permite al Banco Central ayudar al gobierno a financiar a bancos domésticos, a instituciones involucradas en la generación de empleo y a la realización de inversiones productivas.

Quienes apoyan estos cambios sostienen que le permitirán a la Argentina afrontar la disminución de sus superávits fiscal y comercial en el corto plazo. Pero más importante, le permitirá generar una mayor estabilidad financiera y el uso de incentivos y desincentivos para direccionar las inversiones de capital y préstamos hacia negocios y proyectos que generen empleo e incremente la producción doméstica. Los críticos afirman que la reforma producirá una regulación excesiva que contraerá las finanzas y les preocupa que el gobierno vaya demasiado lejos generando un gasto mayor.

Los cambios rompen con una serie de tabúes instalados por la escuela dominante del monetarismo en la economía neoclásica y en los círculos conservadores. Se trata de un esfuerzo osado para mostrar que los bancos centrales pueden jugar un rol más proactivo otorgando créditos y promoviendo inversiones productivas así como la creación de empleos, y haciendo esto con el ojo puesto en la promoción de una mayor igualdad socioeconómica.

Políticas intervencionistas de este tipo han sido muy raras en años recientes. En los setenta, la industria de servicios financieros se quejaba de que los bancos centrales intervencionistas eran fácilmente "capturados" por gobiernos populistas los cuales incrementaban irresponsablemente el gasto público en aras de obtener su reelección. Su queja más famosa de que demasiada supervisión financiera de los bancos centrales sólo contribuía a constreñir el "espíritu animal" de los inversores y montaban una "represión financiera", le sirvieron a líderes tales como Ronald Reagan y la primera ministra Margaret Tatcher para promover políticas de reformas de liberalización y de "independencia de bancos centrales".

Esto comenzó a tomar forma a inicios de los años ochenta a partir de las condiciones impuestas por el FMI en el otorgamiento de préstamos y los asesoramientos políticos que forzaron a los bancos centrales a tomar decisiones de forma más aislada de las demandas fiscales de los gobiernos –así como de las preferencias de los votantes–. A lo largo de las últimas décadas, la baja inflación se convirtió en el objetivo central de las políticas monetarias, más allá de lo que estuviese sucediendo en la economía real, y cualquier objetivo de política fiscal debía ser establecido en función de ello. En otras palabras, las políticas monetarias venían primero y las metas fiscales eran secundarias. El sector financiero se benefició de la baja inflación y del alto grado de libertad para realizar inversiones especulativas beneficiadas por la desregulación. Sin embargo, los que más sufrieron en el proceso fueron los gastos gubernamentales y la inversión pública.

El giro dramático de la Argentina le permite a las políticas fiscales liderar las metas económicas, mientras que las políticas monetarias dan los pasos para amoldarse a las mismas. No obstante, tras 25 años de haber marcado el camino, los economistas conservadores se oponen a las nuevas medidas. Abel Viglione, un economista del grupo FIEL, se opone a las nuevas reformas precisamente porque pone, una vez más, a la política monetaria subordinada a las políticas fiscales.

En respuesta a estas críticas, la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, niega el postulado de que la emisión de moneda sea causal de inflación, especialmente cuando la inflación se explica por otras razones. Mientras los monetaristas ven a la inflación principalmente como el resultado de tener una masa monetaria excesiva en circulación, Marcó del Pont sostiene que los economistas deberían tomar en cuenta otras fuentes que explican la inflación, tales como los cuellos de demanda o factores externos como los picos de precios en los mercados internacionales –factores que han sido conocidos como grandes disparadores de inflación en la Argentina y en otros países–. En tales casos, la simple alza de las tasas de interés domésticas –como sostiene la receta ortodoxa del FMI– hace poco por resolver el problema de fondo. Lo que realmente se necesita, en muchos casos, es incrementar la inversión pública enfocada a superar los cuellos de demanda o establecer amortiguadores contra shocks externos.

Aun así, es precisamente esta clase de inversión pública la que desaconseja el FMI, mientras proclama que el aumento de los déficits fiscales provocan inflación e impiden un desempeño más eficiente del sector privado. Otros, en cambio, sostienen que existe poca evidencia que demuestre que los déficits provocan inflación. Aún más importante, todo depende precisamente, en qué gasta el dinero el gobierno: si el déficit es utilizado como forma de aumentar la inversión en infraestructura, en capital humano, en tecnología, en investigación y desarrollo –medidas que en última instancia llevarán a un aumento de la productividad de la economía (y aún más, se pagarán solas al ser fuente de mayores impuestos en el largo plazo)– esa clase de gasto estará bien realizado. No obstante, los críticos de este enfoque están preocupados de que el gobierno derroche dinero en inversiones poco productivas o en consumo inútil que sólo aumente la carga de la deuda.

De acuerdo al economista, Gerald Epstein, co director del proyecto Alternativas para las Metas de Inflación, del Instituto de Investigación en Política Económica de la Universidad de Massachusetts, las reformas argentinas van en línea con las prácticas históricas de muchos bancos centrales. Históricamente, tanto en naciones industrializadas como en desarrollo, los bancos centrales estaban más integrados a los gobiernos en materia de políticas macroeconómicas, incluso coordinando con ellos los enfoques y los destinatarios de las políticas crediticias. Epstein cita numerosas historias de recuperaciones económicas exitosas posteriores a la Segunda Guerra Mundial que estuvieron basadas en colaboraciones de este tipo, incluyendo ejemplos como Corea del Sur, Taiwán, China y la India.

Será interesante ver si las reformas de la Argentina inspiran a otros países a hacer lo mismo y con ello provocar una marea de cambio en las políticas monetarias alrededor del mundo. El entusiasmo internacional por el cambio emprendido en la Argentina está en pleno desarrollo: economistas en los EEUU, Gran Bretaña, Turquía y otros lugares del planeta han enviado mensajes de apoyo. Epstein, uno de los firmantes de la carta enviada desde los EEUU, afirma "espero que otros países miren con detenimiento la experiencia argentina y se sientan inspirados en seguir un camino similar: transformar sus bancos centrales para actuar menos como un agente de las finanzas y la inestabilidad y más como un agente de promoción de la equidad y el desarrollo económico".

Los menos entusiastas respecto de estos prospectos son los campeones de la liberalización financiera como la revista The Economist y el Wall Street Journal, así como dos generaciones de economistas que han construido sus carreras asentados en la eficacia de la independencia de los bancos centrales. Ante preguntas para este artículo, la oficina de prensa del FMI sólo atinó a responder "sin comentarios".

 

FUENTE: Foreign Policy 

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