La protesta social que se desencadenó en el departamento de Potosí abre un nuevo frente de preocupación para el presidente de Bolivia. Ya no se trata sólo de la puja de poder con los grupos económicos poderosos, sino de dar respuestas concretas a las situaciones de pobreza aguda.
Desde finales de julio y durante 19 días, el departamento de Potosí –en el sur de Bolivia– se vio inmerso en una crítica situación que lo llevó al aislamiento y al desabastecimiento de la población y de numerosos turistas que se encontraban en la región. Esta situación se produjo debido al bloqueo de sus rutas y de diversas medidas de presión implementadas en reclamo a las “promesas incumplidas” del gobierno de Evo Morales por parte de diversos grupos de militantes sociales.
Las multitudinarias protestas, huelgas de hambre y cortes en las rutas que se vinieron desarrollando en Potosí, tienen su origen en las diversas reivindicaciones regionales por parte de sus habitantes –conducidos por el Comité Cívico Potosinista (Comcipo)– frente al gobierno nacional, el cual es acusado de incumplir con las promesas electorales de “acelerar el proceso de cambio”. Esta cuestión es de suma importancia si se tiene en cuenta que dicho departamento es el más pobre del país andino.
Al iniciarse las protestas y reclamos por un mayor desarrollo económico, el Comcipo solicitó que el presidente boliviano se reuniera con ellos, como condición esencial para poder encaminar las negociaciones y así alcanzar una solución. Sin embargo, la negativa del gobierno de Morales a dialogar con los dirigentes bajo la presión de las protestas, por momentos complicó la continuidad en las comunicaciones entre ambos sectores, prolongando el conflicto.
Entre las principales reivindicaciones realizadas se encuentra la demarcación definitiva de los límites entre el departamento potosino y Oruro, en particular por la jurisdicción del Cerro Pahua, la cual es disputada por ambos distritos. Esta cuestión responde a los intereses económicos que suscitó el descubrimiento de yacimientos de piedra caliza en esa zona. La explotación de estos recursos para la producción de cemento y la posibilidad de que una fábrica de este material se instale en dichos territorios ha sido el factor desencadenante del conflicto.
Otro de los temas centrales en la disputa se asienta en el pedido de medidas que promuevan un mayor desarrollo regional, considerando que es una zona con altos niveles de pobreza. En este marco, también se observan reclamos referidos a la preservación del Cerro Rico, el cual está en condiciones próximas al derrumbe. Vale la pena recordar que el Cerro Rico es la mina de plata explotada por los conquistadores españoles hace cinco siglos. Desde ese entonces, en el yacimiento nunca se interrumpió la extracción del mineral. A estas alturas, el Cerro Rico es prácticamente una cáscara hueca que corre el riesgo de colapsar, con el consiguiente peligro que este colapso representa para las poblaciones linderas. Otra de las demandas pasa por la reactivación de una planta metalúrgica local de gran relevancia para la zona, cuya principal actividad históricamente ha sido la minería.
Los reclamos abarcan, a su vez, la construcción de un aeropuerto internacional, al igual que el tendido de nuevos caminos para mejorar tanto la comunicación como el intercambio comercial del departamento para con el resto de Bolivia y países vecinos.
Luego de arduas negociaciones mantenidas entre los dirigentes potosinos y los representantes del gobierno nacional –llevadas a cabo durante los días 13 al 16 de agosto en la ciudad de Sucre– se alcanzaron a firmar una serie de acuerdos para la mayoría de las demandas presentadas por los potosinos. De esta forma, se acordó que una comisión mixta estará encargada de trabajar sobre el conflicto territorial con Oruro, se ratificó la declaración de prioridad nacional para la construcción de un aeropuerto y el Gobierno se comprometió a la reactivación de la planta de zinc y plata de Karachipampa. Sobre el pedido de estabilización del Cerro Rico, la decisión fue conformar un comité interinstitucional para estudiar su viabilidad. Quedando pendientes para su posterior tratamiento la construcción de nuevos caminos y rutas. Estos acuerdos fueron bien recibidos al interior de la población local, producto de lo cual se levantaron las huelgas y protestas, devolviendo la normalidad a las distintas localidades de Potosí.
Se debe tener en cuenta que el conflicto potosino se enmarca en un contexto más amplio de controversias al interior de Bolivia, las cuales van desde las críticas que realizan diferentes organizaciones indígenas hacia la política gubernamental de explotación de recursos naturales, hasta los reclamos sindicales que dieron inicio a una ola de reivindicaciones a nivel nacional encabezada por la Central Obrera Boliviana (COB) junto con otras federaciones.
Sin lugar a dudas, la política interna de Bolivia se ve por momentos convulsionada ante la escalada de protestas y reclamos para con el gobierno, provenientes de diversos sectores sociales, muchos de ellos sectores tradicionalmente aliados al proyecto político del Movimiento al Socialismo (MAS) que conduce Evo Morales. En particular, se destaca que Potosí es uno de los centros de apoyo electoral centrales de del actual primer mandatario, en el cual recogió el 78% de los votos durante las elecciones de diciembre pasado.
Justamente es este punto el que llama la atención a diversos allegados a la administración, y al propio Presidente boliviano, el cual calificó a la protesta de Potosí –previo acuerdo con los dirigentes de Comcipo– de “conspiración” contra su gobierno. Más allá de los motivos que desataron la crisis interdepartamental y la posterior movilización, no es menos cierto que otros actores, siempre latentes, han promovido la implementación de medidas de presión y el fomento de huelgas destinadas a desestabilizar al gobierno de Evo aún no desaparecen de escena y se muestran vinculadas con diversos sectores políticos y económicos opositores al proyecto del MAS.
¿Podrá el gobierno de Evo Morales contener y superar la fuerte conflictividad que por momentos se apodera de Bolivia? ¿Podrá el líder conservar su principal base social de apoyo ante el recrudecimiento de las demandas económicos–sociales insatisfechas? Son sólo algunas de las preguntas, y por lo tanto de los desafíos, que deberá afrontar la actual conducción nacional para definir el futuro y la continuidad del proyecto del MAS en el poder.
(*) Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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