Lunes, 08 Julio 2013 14:31

El Golpe de Estado en Egipto: Cuando lo ilegal se Transforma en Legítimo

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El golpe de estado efectuado por el Ejercito Egipcio al ahora ex presidente Mohamad Mursi, claramente es un acto antidemocrático y por ende ilegal; no obstante goza de legitimidad. ¿Cómo es esto posible?

El 3 de julio a las 17:00 (hora de El Cairo) vencía el plazo dado por el Ejército Egipcio al democráticamente electo presidente Muhamad Morsi, un miembro de Hermanos Musulmanes que tuvo la difícil tarea de suceder a Hosni Mubarak luego de su largo mandato. Fueron muchas las exigencias que “el nuevo presidente de Egipto” (tal como tituló la placa de bronce sobre su escritorio) debía afrontar para llevar a buen término su mandato. Las más importantes eran las vinculadas a los reclamos que la población defendió en la Plaza Tahrir al momento de hacer renunciar a Mubarak, pero Morsi no estuvo a la altura de las circunstancias. En primer lugar, los reclamos de mayor inclusión ciudadana, participación política y mejoras en la calidad de vida fueron apagados con islamismo, con refuerzo de la Sharía y en algunos casos con mayores restricciones que las impuestas por el propio Mubarak. La economía de Egipto no sólo se estancó sino que ingresó en una importante crisis que se evidenció en las calles: altos índices de pobreza, desempleo cada vez mayor, servicios públicos que empeoraban o eran inexistentes y aún más grave, la brecha entre pobres y ricos seguía creciendo.

El aspecto político no evidenció un panorama mejor: del unipartidismo de Mubarak, se mutó a otro de facto al no aceptar Morsi participación en el gobierno de ningún sector político opositor. Sólo se accedía a cargos gubernamentales si se era miembro del Partido Libertad y Justicia (rama de Hermanos Musulmanes), lo cual generó un malestar cada vez mayor hasta que en el mes de Noviembre, el Ejército le hizo saber que era necesario conformar un gobierno inclusivo, tal como se había planificado para la transición Mubarak-Morsi. Éste jamás lo aceptó y justificó siempre sus decisiones haciendo flamear la bandera de su elección democrática: quizás nunca comprendió que desde el primer día que asumió que su gobierno se encontraba vigilado por las FF.AA.

Quien no ha seguido de cerca los acontecimientos de Egipto seguramente ignora el sustento político y económico desde el exterior: Morsi decidió sumarse al movimiento salafista financiado por Arabia Saudí que pretende re-fundar el Califato Islámico; contrariamente, en todos los países que la Primavera Árabe triunfó, se condenó y combatió al movimiento salafista.

El Ejército, una fuerza que goza de un prestigio interno indiscutible, una vez mas adoptó su rol de “protector del país y su pueblo”El Ejército, una fuerza que goza de un prestigio interno indiscutible, una vez mas adoptó su rol de “protector del país y su pueblo” y, después de que Morsi solicitara y se le concedieran poderes plenipotenciarios, comenzó a trabajar de lleno en la cuestión. Inicialmente indicándole al Presidente qué aspectos de los acuerdos previos para la reconstrucción del país aún no habían sido cumplidos por su Administración, para pasar finalmente al ultimatum que todos ya conocemos. No obstante, ¿cómo es que una fuerza armada consuma un golpe de estado y éste es tomado como legítimo?

El Ejército, una fuerza que goza de un prestigio interno indiscutible, una vez mas adoptó su rol de “protector del país y su pueblo”

Cuando hablamos de legitimidad en política no podemos dejar de citar a autores clásicos para comprender este fenómeno que se produce en Egipto. En primer lugar, Hobbes decía que “el principio de legitimidad de la sociedad política es el consentimiento”. En segundo lugar recordamos el concepto de Locke: “La legitimidad del poder está por el consenso de los miembros de la comunidad a someterse a ese poder”. Podríamos seguir con los conceptos de Maquiavelo, Rousseau, Kelsen, Marx, entre otros, pero cabe detenerse en el que esbozó Weber: “La legitimidad es entendida como la justificación de estar investido de poderes de mando. El monopolio de la fuerza no es suficiente para caracterizar un poder como político, en la medida que también es necesario que el poder sea legitimado, reconocido válido bajo algún título”. No podemos confirmar que el Comandante de las FFAA egipcias al-Sisi haya leído a Weber, pero desde el mes de Noviembre se comenzó a construir esta legitimación.

En resumen: El Ejército detenta el poder formal, desde el punto de vista del monopolio de la fuerza. Posee la validación bajo el título de “protector del país y del pueblo”, lo cual se encargaron de repetir en estos dos últimos días y en especial en las últimas horas del gobierno de Morsi.

Estos dos aspectos sirvieron para que la fuerza cuente con los tres tipos de legitimación, continuando con Weber, necesarios para que este golpe sea aceptado y como hemos visto festejado:

Legitimidad Carismática: Se obedece al caudillo calificado por razones de confianza personal. En este caso, no descansa en un hombre, sino en la Institución que goza de una imagen apolítica y defensora de los derechos generales, reforzada luego de los acontecimientos que generaron la renuncia de Mubarak.

Legitimidad Tradicional: Descansa en la creencia cotidiana de la santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para ejercer esa autoridad. El Ejército permanentemente evoca al Egipto Antiguo como un objetivo a lograr, manteniendo las costumbres propias y que solo la Fuerza puede garantizar a través de la continuidad en el tiempo.

Legitimidad Racional: Descansa en la creencia en la legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad. En el caso de las FF.AA. egipcias, se da como consecuencia de lograr las dos anteriores alcanzando su cénit en el momento en que la población sale a las calles y pide la intervención del ejército como garantía y este responde mediante la imposición y control político-institucional y haciendo uso de herramientas burocráticas propias del país.

La construcción de la legitimidad no sólo del golpe, sino de la imagen y autoridad de las FF.AA. no surgió de la noche a la mañana; por el contrario es algo que cuidadosamente se gestó aún con Mubarak en el poder. Los generales egipcios sabían de antemano que los años post-dictadura serían complicados, más aún al vencer en las elecciones los Hermanos Musulmanes. En este sentido, desobedecieron la orden del Ministro del Interior de reprimir las revueltas, detuvieron sus tanques en las principales plazas (incluso en Tahrir) para descender de los mismos y sumarse al reclamo popular y el elemento psicológico fue rodear el Museo del Cairo para “proteger la historia e identidad egipcia”. Ese día, la imagen del soldado llevado en volandas por los manifestantes recorrió el mundo.

Seguramente coincidimos en que dentro de una democracia deberían emplearse los mecanismos que el mismo sistema político posee para resolver los conflictos, pero una vez más quizás estemos observando un fenómeno del Oriente Medio con nuestro prisma occidental. Quizás en el caso de Egipto el mecanismo pasa por la intervención militar; quizás queremos ver en la región democracias parlamentarias como en en Inglaterra o Francia. Pero ninguna tiene esas características, jamás las tendrán porque el componente religioso en la vida del ciudadano musulmán no está desligado de la política. No obstante, de lo anterior podemos concluir que sin lugar a dudas el golpe de estado que sufrió Morsi es ilegal y antidemocrático, pero legitimado por el pueblo, y para el egipcio, por ende, es un golpe válido.

 

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Rafael Pansa

FUENTE: miradasdeinternacional

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