Hermes Binner y su pretendida jefatura de un supuesto espacio progresista. sus definiciones sobre el populismo y la opción por la centroizquierda
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El ex gobernador Hermes Binner, devenido actualmente asesor del primer magistrado provincial Antonio Bonfatti, ha insistido, una vez más con una definición que no es nueva en la conceptualización política y que ubica a las mejores virtudes del peronismo, en este caso también del kirchnersimo, como una construcción populista. Sin explicar del todo su contenido, el intento de delimitación político conceptual del ex intendente rosarino, intenta rescatar una idea que tiene mucho de prejuicio antes que una correcta definición a lo que intenta enunciar.
Sin que exista un acuerdo acabado desde el mundo académico, y reconociendo que las formas populistas no son exclusivas de estas regiones del mundo, para el caso argentino la definición se podría centrar en dos grandes ejes. El primero es el que establece que las formas populistas se plantean como una forma especial de relación entre el dirigente y sus dirigidos. Esto es, una forma mucho más directa donde la diada líder – masa se transforma en algo palpable y determinante que evita o deja de lado algunas formas de representación política que la teoría política tradicional reconocería como "válidas". Desde esa perspectiva, ya la utilización del concepto de masa aparece como una semblanza deslegitimadora y peyorativa donde lo que abundaría sería la pura pasión sin ningún elemento racional que lo destaque.
El otro eje central de estas formas académicas de analizar a los populismos, establece que en realidad, más allá de lo que estos declamen, luego de determinadas circunstancias temporales poco han modificado la estructura social que interpelaban, dejando las cosas más o menos en el lugar que estaban.
Pero el problema es más complejo. Y da la sensación, que esa politología oficial argentina, quedó a mitad de camino de una interpretación más o menos adecuada del fenómeno del peronismo, y le sigue pasando, en buena medida, con los mayores aciertos políticos del kirchnerismo. A falta de rigor histórico, en los comienzos de su uso, la definición de populista se parece más a la ausencia de herramientas conceptuales adecuadas, derivada de una corriente ideológica deudora de ciertas formas europeístas que el viejo continente supo exportar a los cuatro puntos cardinales. En determinado período histórico, y eso es lo que añora cierta intelectualidad contemporánea, el peronismo representaba una anormalidad conceptual que no encajaba en ningún formato de teoría política reconocida. Eso era un problema. Y por ello debía ser rechazado.
Y además, es falso de falsedad absoluta que las fuerzas populistas, como construcciones colectivas al decir de Ernesto Laclau, sean incapaces de transformar la realidad que las circunda. Si algo había tenido de positivo la experiencia peronista de las décadas del 40' y del 50' es que había montado una estructura que estableció las bases para cierto desarrollo económico y social. Podrá argumentarse que no fue suficiente (habría que analizar las circunstancias históricas de ello), que no se pudo o que no se quiso porque no está en el ADN de ciertos movimientos nacionales, pero lo sucedido a partir del proceso de devastación nacional de 1976, y la vuelta de tuerca que supone la década del 90' con la puesta en marcha de medidas de neto corte neoliberal, ahora con democracia y sus vastas consecuencias, demuestran que esas fuerzas "populistas" sí habían construido una realidad que era necesario desmontar.
En este contexto se mete Hermes Binner. Con la reiteración de conceptos que repite, por lo menos, desde hace un año, el ex gobernador nos quiere comentar que el populismo que representa el kirchnerismo, poco ha hecho por modificar las bases de Argentina heredada (a no olvidar) de algunos de sus anteriores y actuales socios políticos. Los cinco millones de puestos de trabajos creados, la incorporación de dos millones de argentinos como nuevos jubilados, la asignación universal por hijo que incrementó la población escolar en un 20%, la aparición de miles de microempresas a lo largo y ancho del país, la inversión millonaria en la renovación de fuentes de energía y en rutas luego de más de 40 años de abandono y desidia, los estrechos vínculos recreados con el conjunto de países latinoamericanos sin importar los orígenes ideológicos de sus gobiernos (Chile y Colombia resultan un buen ejemplo de ello), la elevación a más del 6% del presupuesto en educación en un hecho que no registra antecedentes en la reciente historia argentina, la sanción de leyes fundamentales para las generaciones futuras como la ley de medios y la ley de matrimonio igualitario, son parte de un proceso político que, según el ex gobernador, nada ha transformado porque la única opción válida en la Argentina de nuestros días sería la fuerza de centro izquierda que él dice conducir.
Paradójica situación la de un dirigente que ha conducido una fuerza política que luego de 20 años en el poder ha dejado como resultado una Rosario dual, bonita entre las grandes avenidas pero con necesidades básicas insatisfechas en los barrios. Una supuesta fuerza de centro izquierda que prestó el balcón de la casa gris para la Sociedad Rural Argentina en pleno conflicto de la 125 y siendo el jefe político de un partido que disfruta abriendo y cerrando los congresos de la Fundación Libertad.
Parece haber una distancia entre lo declamado y lo actuado, entre las interpretaciones de conceptos académicos y el accionar superador de una gestión. Muchas veces se juega con la ignorancia y los títulos rimbombantes, pocas se logran cambios sustanciales.
(*) Licenciado en Ciencia Política. Analista Político de la Fundación para la Integración Federal
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