A tres décadas del histórico paro general que marcó un quiebre en el destino de la dictadura, recordar los puntos salientes del modelo económico implementado desde el golpe de 1976 es un ejercicio de memoria tan vigente como necesario
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El 30 de marzo de 2012 se cumplirá el aniversario número 30 del histórico paro nacional y la subsecuente marcha de los trabajadores con epicentros en todo el país, encabezada por Saúl Ubaldini. La intención del paro era mostrarle al Gobierno militar el profundo descontento social debido al resultado que había tenido en el conjunto de la población las políticas económicas aplicadas. Dicha manifestación fue la mayor expresión de lucha obrera del período dictatorial.
El paro fue convocado por la CGT bajo la consigna "PAZ, PAN y TRABAJO", donde se movilizaron 50 mil trabajadores y jóvenes que caminaron abrazados hasta llegar y copar la Plaza de Mayo con la idea de entregarle un documento al dictador Leopoldo Galtieri. Los manifestantes recibieron como respuesta de parte del Gobierno una fuerte represión que derivó en un muerto y miles de heridos y detenidos. Pero lo que los militares no pudieron ocultar fue la saturación de la población ante la crisis económica que se estaba viviendo producto del plan económico imperante.
El Origen del Descontento: El Plan Económico
El padre del plan fue el Ministro de Economía José Martínez de Hoz –representante de los sectores afines al liberalismo y a los negocios financieros– que ejerció el cargo entre 1976 y 1981.
Los objetivos explícitos de dicho plan eran elevar la eficiencia de la economía, restablecer la hegemonía del mercado como asignador de recursos, restringir la participación del Estado, frenar la inflación y equilibrar la Balanza de Pagos. Para elevar la eficiencia se planteaba la necesidad de aprovechar las Ventajas Comparativas que el país poseía, para lo cual se debía especializar producción que mayor aceptación tuviera en el mercado externo. Léase producción primaria de bienes: trigo, maíz, sorgo, soja, etc.
Los objetivos de fondo del plan pasaban por la transformación de la estructura productiva. Esto estaba fundado en la convicción por parte de los principales responsables de la dictadura y de los sectores que la apoyaron, que las proscripciones políticas ya no servían para eliminar las alianzas populares y sus presuntos peligros sobre el orden social establecido. Por esta razón era necesario ir más a fondo y, dado que las alianzas se asentaban sobre el aparato productivo, era imprescindible modificar radicalmente la estructura económica.
Esto llevo a la adopción de una serie de políticas que fueron destruyendo las condiciones para un desarrollo económico sustentable acompañado con la reformulación del papel del Estado, a quien se obligó a asumir la carga de un creciente e insostenible endeudamiento externo; y a una drástica redistribución regresiva del ingreso. El TERRORISMO DE ESTADO sirvió, en este sentido, como herramienta para anular o impedir el accionar de instituciones y organizaciones políticas, sociales y sindicales.
El resultado de la puesta en marcha de este plan fue el establecimiento de un verdadero punto de inflexión en nuestra historia. Las medidas económicas aplicadas tuvieron un gran impacto, produciendo transformaciones sustanciales en el funcionamiento de la economía argentina. Probablemente, su mayor repercusión haya sido la de modificar del peso y el equilibrio de poder entre sectores e intereses económicos locales y externos, dando paso a un tipo de economía que se diferencia claramente de la prevaleciente en la etapa previa de "Sustitución de Importaciones". Se inicia un nuevo Modelo económico basado en la acumulación rentística y financiera, la apertura irrestricta, el endeudamiento externo y el disciplinamiento social.
Analizando los distintos indicadores podremos advertir la magnitud de los cambios, los cuales son el origen de la mayor parte de los serios problemas que debió afrontar el país en las décadas posteriores.
Como indicador más general podemos tomar el crecimiento del PBI, el cual nos dice cuantos bienes y servicios se produjeron en el país. En los 7 años de dictadura, de 1976 a 1982, el PBI acumulado solo creció 2,3% a diferencias de países de la región que mostraron crecimiento: Brasil 4,5%, México 4.6% y Colombia 3.9%, por ejemplo. Camino contrario al PBI tomó la inflación, que en promedio para todo el periodo fue de 205% anual, con un pico de 444% para 1976.
Sin duda los indicadores más representativos del periodo son los que muestran los cambios de composición del aparato productivo.
En la industria, si bien el resultado cuantitativo es que en el periodo se redujo un 12,4%, lo más importante en el periodo fue el resultado cualitativo, producto del cambio estructural de la exposición de las empresas argentinas a la competencia externa sin ningún tipo de resguardo luego de décadas de estar protegidas. El desenlace fue el cierre de gran número de fábricas y talleres que habían surgido laboriosamente con las consecuentes repercusiones en el trabajo obrero, que cayó 36% comparado con 1974.
A diferencia de la industria, hubo algunos sectores que se vieron favorecidos, como el caso de la agricultura que creció 18% y la explotación minera un 29%. Pero sin duda el mejor barómetro que refleja la nueva estructura productiva y la evolución de las políticas aplicadas por Martínez de Hoz es el sector financiero, que comenzó con un lento crecimiento 76-78, para luego convertirse en el epicentro de un febril actividad especulativa entre 1979 y 1981, donde el aporte que realizaba al PBI había crecido un 40%. LA FAMOSA PATRIA FINANCIERA, la patria de la especulación en detrimento de la patria de la fábrica.
Un indicador que fue favorable para el Proceso de Reorganización Nacional fue el mejoramiento de los Términos de Intercambio (TI). Este indicador representa el poder de compra de los bienes que un país vende al extranjero. Los TI de Argentina eran más elevados que en los primeros años de la década de 1970, siendo 2 veces y media superior para el año 1980 comparado con 1970. Gracias a esto, las exportaciones se duplicaron aunque con poca diversificación. La mayoría de las ventas al extranjero consistieron en granos a costa de destruir las exportaciones diversificadas de bienes industriales que se habían logrado durante el modelo de sustitución de importaciones.
En contraposición, las importaciones se incrementaron exponencialmente favorecidas por un dólar barato. La dinámica de este proceso queda reflejada en las palabras de un empleado de la aduana por aquellos años: "El viajero argentino es sinónimo de aparatos electrónicos, de pieles sintéticas y perfumes. Noventa, de cada 100 pasajeros, traen un TV y agotan, sin ninguna excepción, los 500 dólares que pueden pasar sin necesidad de pagar impuestos".
El plano fiscal tampoco trajo buenas noticias para la dictadura. Si bien la idea de Martínez de Hoz en su plan era disminuir el Déficit Público acarreado por la disminución de la participación del Estado en la economía la realidad distó mucho de eso. El Déficit Fiscal comenzó el mandato en el orden del 11% y para el final había aumentado al 16% con relación al PBI.
Otra de las características del periodo fue la fuga de capitales. Para el trienio 80-82 la misma fue de U$S 21.722 millones y el total fugado en los 7 años fue de U$S 28.156. Cabe recordar que el PBI argentino era otro para esa época (El PBI en dólares para 1976 era de U$S 51.169 millones según datos del Banco Mundial), por lo que el monto de la fuga relativamente tenía mayor repercusión sobre el funcionamiento de la economía y principalmente sobre el monto de la deuda pública.
La deuda pública fue sin dudas unos de los iconos de la época junto con el sector financiero. El incremento tenía una lógica: aportar las divisas necesarias para garantizar las transacciones de recursos al exterior y así equilibrar la Balanza de Pagos. Gracias a esta lógica, la deuda externa pasó de U$S 4890 millones en 1973 a U$S 43.634 en 1982. Un crecimiento del 792%.
Como último gran cambio estructural en la economía argentina en la dictadura podemos mencionar la participación de los trabajadores. La participación de los asalariados en el PBI fue un 25% menor para el final del periodo. Por su parte la desocupación casi se triplicó, pasando del 3,8% al 9,2%. Aunque, en realidad, el aumento fue mayor dado que se intentó oscurecer la verdadera magnitud de la expulsión de mano de obra porque no se computaba a los trabajadores que abandonaban la búsqueda activa de empleo dado el desánimo que generaba el no conseguir trabajo y por los costos monetarios asociados a la búsqueda.
Nunca Más
Hoy la realidad de la economía argentina es totalmente distinta, gracias a los firmes pasos dados en readecuar la política acorde con un desarrollo económico sustentable, integrador y promotor de equidad social. Pero no hay que olvidarnos de nuestro pasado porque siempre es bueno recordar cuáles fueron las medidas económicas aplicadas por la dictadura, las cuales han influenciado y condicionado las decisiones de políticas así como influir decisivamente en la conformación de la estructura social y económica argentina durante las dos décadas siguientes.
Las medidas aplicadas por el gobierno militar en sus 7 años de ejercicio ilegítimo e ilegal del poder destruyeron la construcción de un modelo de país que había comenzado en 1945, basado en la idea de un mercado interno pujante con un sector industrial como epicentro de la actividad económica promoviendo la inclusión social y una calidad de vida digna para el conjunto de los argentinos.
(*) Licenciado en Economía. Economista de la Fundación para la Integración Federal
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