El anuncio de la llegada de poco menos de un millón de vacunas al país, las sucesivas reuniones con sindicalistas y empresarios, la presentación del proyecto de ganancias que beneficiaría a más de un millón doscientos mil trabajadores y la quietud del dólar; a la vez que permite mostrar al oficialismo ocupando el centro de la escena, limita severamente la construcción político mediática que puedan proponer los principales sectores de la oposición.
Nos acercamos a una segunda quincena de febrero, donde la provisión de vacunas parece ir mejorando de a poco. Lejos de los contratos firmados (más allá de los incumplimientos de los laboratorios a lo largo y ancho del mundo), pero más cerca de poder comenzar a mostrar números más contundentes, plantear la vacunación por Covid de a cientos de miles comienza a poner las expectativas en otro lugar.
Si una de las preocupaciones centrales de cualquier individuo que se arrime a la práctica política (sea en el rol de militante, dirigente, periodista o académico), radica en la preocupación de cómo garantizar todo aquello que se promete, en campaña o no, y que ello efectivamente se cumpla en la realidad, con el anuncio de la elevación de los montos mínimos del impuesto a las ganancias, evitando que lo paguen quienes tienen ingresos (en bruto) menores a $150.000, para las huestes conducidas por Alberto Fernández parece haberse dado un paso hacia adelante. Pequeño, ya que no favorece directamente a la suma de trabajadores, pero cualquier consultor que se precie no estaría nada disgustado con la posibilidad de asesorar a un gobierno que cumple, por más mínima que sea, con una promesa de campaña.
Si el diálogo político institucional parece ser una virtud para los tiempos posmodernos que corren (algo sobrevalorado para quien suscribe estas líneas), las charlas con los popes sindicalistas y empresarios de la semana, también dejan un saldo a favor del gobierno. El primer paso está dado. La foto está en todos los medios. Habrá que ver en qué medida se profundiza un encuentro honesto y sincero que lleve efectivamente a ese gran acuerdo sobre temas centrales del país, siempre ponderado por todos, pero nunca cumplido a lo largo de la historia argentina. En ese escenario construido de los últimos días, el intento viene por el lado de que nadie saque los pies del plato y aquello que se sostiene con la boca se mantenga poniendo el cuerpo. Difícil, pero no imposible.
La quietud del dólar, la compra de divisas por parte del Banco Central o el anuncio de acuerdo de YPF con sus acreedores a los fines de reestructurar su deuda, son partes del mismo combo. Buenas noticias en sí mismas pero que, como siempre sucede con nuestra corporación mediática, son dejadas de lado para poner el eje en las permanentes discusiones de cualquier gobierno de coalición que se precie.
¿Y la oposición? “Bien, gracias”. No era la semana más propicia para exposición política. Repasemos.
Quien quiere ser su jefe, el hombre más votado luego del presidente pero que varios quieren jubilar, se fue de viaje de “trabajo” en Qatar (ponele) por su función de presidente de la Fundación Fifa. Con la Cámara de Diputados, votando unánimemente una ayuda para los familiares de las víctimas del ARA San Juan donde la responsabilidad política del ex ministro Oscar Aguad resulta más que evidente; con Horacio Rodríguez Larreta en su rol de jefe local de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, jugándose un pleno a la vuelta de la presencialidad de las clases en su territorio; y con el dato de que un juez de la Nación como Gustavo Hornos, visitó en varias oportunidades la Casa Rosada en tiempos de la administración de Mauricio Macri; todo parecía indicar que resultaba necesario desensillar hasta que aclare. En todo caso que el trabajo sucio, a veces, lo realicen otros. Nunca viene mal tener una Mesa de Enlace para el barro y las declaraciones grandilocuentes.
En realidad, el problema opositor radica en otro lado. Puede intentar obviar la explicación a la sociedad de porqué fracasó en su gobierno del período 2015–2019, ya que existe un sector del electorado dispuesto a mirar para otro lado, en tanto y en cuanto lo que lo guía es el odio visceral a cualquier forma de expresión popular que supere sus estrechos límites territoriales y mentales, pero en nada podría aportar en los temas que sobresalieron en la semana que terminó.
Con las vacunas apostaron al desmerecimiento de la sofisticada ciencia rusa, intentando confundir a la población con una supuesta existencia del comunismo que por esas cosas de la vida terminó hace más de treinta años. Se acusó a funcionarios de envenenadores seriales, se iniciaron presentaciones judiciales y resulta que hoy, esa misma vacuna que denostaron, se proyecta para ser utilizada cada vez en mayor cantidad de países con resultados epidemiológicos innegables.
Con el dólar no hay demasiado por aportar con una fuerza política que comenzó su gestión con el valor oficial de $9 y la terminó por encima de $60, con un endeudamiento de más de U$s 45.000 millones como bien se lo recordó el ministro Martín Guzmán a uno de sus voceros de la corporación mediática que jugaba de local.
Y algo parecido podría decirse de la cuestión del impuesto a las ganancias que devino en promesa electoral PRO, afirmando en la campaña de 2015, que ningún trabajador en relación de dependencia debía hacerse cargo de pagarlo, pero que terminó con un desbarajuste tal que llevó a que, sobre diciembre de aquel año, un 46% más de los trabajadores, comenzaran a sufrir los descuentos pertinentes.
Ahora bien, esta serie de temas que tuvo la semana, sus proyecciones hacia el conjunto del sistema político, y que dejarían un saldo a favor del gobierno, no fueron excluyentes. No todo fue color de rosa para el gobierno, como nos cantaba la genial Édith Piaf ya lejos y hace tiempo.
El número de inflación de 4% publicado por el INDEC para el mes de enero y que se conoció a mitad de semana no puede dejar contento a nadie. Como siempre, el dato de inflación en la Argentina no se limita a ser sólo un número económico. Resulta también un número político, sobre el cual, varios de los interlocutores de la última semana del gobierno tengan bastante para decir.
Con un aumento muy marcado en alimentos, ya se sabe a quienes perjudica un proceso de alta inflación en el país. Y justamente, esos sectores son los que el oficialismo gobernante ha representado a lo largo de su historia.
La pregunta final refiere a descubrir qué impacta más en la ponderación que millones de argentinos realizan sobre el gobierno. Si todos los elementos que inicialmente comentamos y le dan un saldo a favor o un número que por conocido de antemano y publicado, no refleja parte de lo que todos sentimos en el bolsillo.
Con una pandemia que no terminó pero que parece que muestra un horizonte de certezas, con una oposición que ha perdido en las últimas semanas cierta centralidad política, la cuestión inflacionaria parece jugarse en el mediano plazo, mucho más de lo que se trasunta por estos días. Ese parece un problema básico. De la capacidad de desentrañar el nudo gordiano de la economía, pero, fundamentalmente de la decisión política de poner las cosas en su lugar de parte del gobierno, depende en buena medida de sus chances electorales en este 2021.
(*) Analista político de Fundamentar