Cambiemos hizo una buena elección.
Inicialmente se esperaba que en lugares como CABA, Córdoba, Jujuy, o Santa Cruz, el bloque oficialista tuviera una buena performance. Las novedades vinieron de la mano de un triunfo impensado en San Luis (como hecho político tiene muchísimo más de simbólico que de poder real) o de los buenos números que lo acompañaron en Santa Fe donde prácticamente presentó una lista de perfectos desconocidos para la mayoría de los electores, lo cual refuerza la idea un Mauricio Macri como gran elector y de la marca Cambiemos como sello distintivo. Lo mismo puede decirse de María Eugenia Vidal que salió a sostener a un candidato que era desconocido para muchos ciudadanos y que pareció empecinarse durante toda la campaña en mostrar los peores vicios de la derecha vernácula.
En una elección de medio término, con disputa por cargos legislativos, nunca está mal alcanzar entre un 30 y 35% de los votos efectivamente válidos, sumados del total nacional. Si bien no podemos descartar el peso de lo regional y local (sistema de votación), proyectado a un escenario de una elección general los millones de votos obtenidos por la fuerza amarilla lo proyectarían a un aumento del número de legisladores en el Congreso Nacional que es en definitiva, lo único verdaderamente trascendente. Si al análisis le agregamos que el oficialismo no ha podido a lo largo de toda la campaña, mostrar una sola variable macro económica que sostenida en el tiempo, muestre señales de mejora (inflación persistente, endeudamiento recurrente, desempleo en alza, crecimiento “demorado”) no resulta extraño que el macrismo festeje los números obtenidos.
Polarización de la oposición.
Otro dato llamativo es lo mucho se ha insistido en estos días sobre el peso específico que ha alcanzado Cambiemos como bloque sólido (ahora sí) de poder. Subsumido el radicalismo a la agenda que indiscutiblemente marca el PRO; muchos analistas marcan como una novedad el nivel de atomización del peronismo como fuerza política, desconociendo bastante de la historia argentina reciente, donde, desde la salida de la democracia para aquí, al PJ siempre le ha costado ordenarse como una fuerza homogénea fuera de conducción del poder insitucionalizado. A esto debemos sumar que no maneja ninguno de los resortes de los cinco territorios provinciales más importantes del país como son CABA, y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza.
Algunos análisis van más allá y explican como toda una novedad una atomización generalizada al conjunto del sistema, obviando lo que a esta altura de las circunstancias pareciera ser más una característica estructural del sistema político argentino, antes que una coyuntura propiciada hábilmente por el oficialismo: algo de esto también sucedía en los tiempos en los que el kirchnerismo era el principal protagonista del juego y donde el PRO no pasaba de ser una fuerza local y el radicalismo estaba estructurado en tantas partes como dirigentes creían ser protagonistas y conductores de un proceso de transformación. Tal vez podríamos afirmar que el sistema político se ha “peronizado” esto es, el que maneja la chequera y los recursos consigue que múltiples actores se terminen alineando de una u otra manera. Si es por el oficialismo, actuando como bloque sólido de poder. Si es desde la oposición, tratando de sobrevivir como se puede en tiempos en donde las identidades político ideológicas parecen bastante diluidas, pese a las honrosas excepciones del caso.
Carácter provisorio del resultado de las PASO.
También en estos días transcurridos desde la elección, muchos referentes políticos y analistas, se han animado a hablar de un formato institucional que traería algunas novedades para este tiempo. El PRO confirmado como un partido nacional, los resultados electorales a lo largo y ancho del país, la emergencia de nuevos referentes y la caída en desgracia de dirigentes a los cuales la elección no les resultó todo lo cómoda que deseaban. Incluso, a fuerza de obviar el escándalo que supone no tener certezas del resultado en la provincia de Buenos Aires, no ha faltado quien le ha puesto límites al futuro político de Cristina Fernandez porque, supuestamente, no habría obtenido el triunfo claro que algunas muy pocas voces presagiaban. Digamos al respecto dos cuestiones relevantes.
La primera de ellas es que, como muerto político, parece estar bastante viva la figura de la ex presidenta ya que desde el llano, sin estructura económica (recordemos que los recursos partidarios quedaron en manos del raquítico randazzismo), con una feroz sobreexposición de su figura de parte de los medios concentrados y con el ataque sistemático y persistente de la partidizada justicia federal argentina, Cristina Fernandez se la ingenió para, discutir el primer lugar en el principal distrito electoral del país.
La segunda cuestión (y tal vez la más importante) es el hecho de que las elecciones bajo análisis son de carácter transitorias y no definitvas. Si un domingo de elección puede ser conceptualizado como una “foto”, lo que muestra el resultado de una PASO es un elemento aún más pequeño sobre el que, debemos confesarlo, no tenemos (por incapacidad del articulista) una conceptualización. Si hay algo que define a este tipo de elección es su provisionalidad. Los santafesinos, que hemos sido pioneros en su utilización lo sabemos muy bien: no son pocos los procesos electorales en ciudades y comunas donde los números variaron sustancialmente de una elección a otra, dejando con poca capacidad de análisis a protagonistas del juego electoral que en muchos casos se veían sorprendidos cómo el buen cúmulo de votos obtenidos en “la interna” se les escurría como arena entre los dedos en “la general”.
Nada es definitivo hasta ahora. Tampoco afirmaremos alegremente que el cuadro aparecido desde la noche del 13 de agosto puede transformar en ganadores a quienes quedaron lejos y recalculando, pero sí diremos que el juego aún está abierto, que las estrategias electorales partidarias tienen su peso y que sobre todo, el modo en que se procese el tiempo económico, social y político de parte del electorado marcarán, ahora sí, un tono definitivo a este electoral 2017.
(*) Analista político de Fundamentar