El socialismo, fiel al estilo que ha sabido desarrollar desde siempre, salió a plantear el domingo a la noche que la grieta no había podido penetrar en Santa Fe. Al calor de contar entre sus huestes a los dos hombres más votados, intentó mostrar una victoria que, tal como habían afirmado en la campaña, “aislaría” a la provincia de una nacionalización que no favorece al partido fundado por el extinto Guillermo Estévez Boero. El recuerdo de 2017, donde el resultado electoral impidió que el socialismo obtuviera, al menos, una diputación nacional con un candidato del propio partido, estaba muy fresco como para no insistir en propuestas más autónomas. Vieja tensión argentina, desde los tiempos de unitarios y federales, la idea de refugiarse en la comarca cercana siempre resulta tentadora para fuerzas políticas sin proyección nacional.
Pero huelga decirlo. Los números de este 28 de abril reflejan que, como dirían los aficionados al básquet, el socialismo aún está en partido. Los casi 500.000 votos de Antonio Bonfatti lo han convertido en un ganador que lejos está de Carlos Reutemann o Hermes Binner quienes, en tiempos remotos, alcanzaron la friolera de un millón de votos. Los escasos tres puntos de diferencia con Omar Perotti se vio reflejada en la mesura de los festejos allá por las 12 de la noche.
No descubrimos nada si decimos que Miguel Lifschitz y el ex gobernador han convivido en un formato de matrimonio por conveniencia desde siempre. Y esta elección no fue una excepción. El triunfante candidato a diputado también deseaba una proyección numérica mayor. Si bien obtuvo un 10% más de votos que su antecesor, tampoco puede festejar tirando manteca al techo. Tenía un doble deseo para obtener una clara y aplastante victoria en esta elección: dar una demostración de fuerza al interior del partido y proyectar (en esto sí) su hipotético triunfo a escala nacional donde ha tratado de colarse en las grandes ligas promoviendo la figura de Roberto Lavagna, sin que el partido tenga un posicionamiento público.
En otro lado, el rafaelino Perotti también hizo gala de mesura y corrección política. Como se diría en la calle “aún no ganó nada” y resulta lógica esta postura ya que es consciente de que debe seducir a parte de un electorado al que no logró convencer en la interna y que referencia a María Eugenia Bielsa en otro estilo y formación política. Si bien resultó un triunfador claro al interior del frente Juntos, ya que dobló en votos a la ex vicegobernadora, no es menos cierto que los 230.000 ciudadanos que la avalaron a ésta última, resultan un número por demás de interesante para cualquiera. Con encuestas previas que lo daban como amplio favorito, en los días previos a la elección, el actual senador nacional salió a referenciar que en la interna no habría ganadores ni perdedores. Insistió con la idea en la noche del domingo y el guante parece haber sido recogido por Bielsa quien, al mediodía del lunes, afirmó que trabajará para el triunfo del peronismo y que no tiene ningún límite para aportar sus cuadros técnicos en un hipotético gabinete de Perotti.
No es menor el desafío para el triunfador teniendo en cuenta que su contrincante diseñó una campaña electoral donde hacía mucho foco en un discurso más cercano al centro izquierda a sabiendas de algunas posturas políticas que el ex intendente de Rafaela no tenía. Allí deberá poner el eje como así también en no descuidar a una interesante porción de ciudadanos que no se presentaron a sufragar éste domingo pero que seguramente lo harán el 16 de Junio.
En política, como en muy pocas actividades humanas, la “procesión va por dentro”. Algo de esto debe haber pensado José Corral cuando tuvo que salir, mostrándose esperanzado, a explicar los magros números que lo acompañaron (impensado hace apenas 18 meses) y que lo mostraron huérfano de referentes nacionales que sí habían pasado en los últimos días por la provincia. Comparadas las dos últimas elecciones alguien podría tentarse con la pregunta de que si los 400.000 votos menos del intendente santafesino respecto de Albor Cantard son responsabilidad suya. La verdad es que no. Y esto encuentra explicación en tres situaciones. La primera, en el escaso volumen de votos que obtuvieron todos los candidatos amarillos a lo largo y ancho de la provincia. La segunda radica en el marcado deterioro de la imagen de Cambiemos a nivel nacional y que se confirma en el escaso nivel de votación de sus candidatos en las siete elecciones realizadas desde el 10 de marzo en adelante en la Argentina. Y además, no debemos olvidar que unos 300.000 santafesinos no se presentaron a votar en estas PASO respecto de lo acontecido dos años atrás. Tercero y cómodo podría ser la referencia al espacio pero la expectativa es que al ser “otra” elección los números puedan mejorar sustancialmente. Hay sobrados ejemplos de mejoras entre PASO y generales, pero, cuidado, los milagros no aplican a la política.
Mansos y tranquilos se mostraron los candidatos a gobernadores. Por madurez cívica y experiencia. Pero fundamentalmente porque, otra vez, el electorado santafesino puso las cosas en un lugar que habrá que saber decodificar. Y para festejar, expectativa de muchos pero logro de uno, ya habrá tiempo. Precisamente hasta el 10 de diciembre.
(*) Analista político de Fundamentar.com