Estados Unidos anunció una inyección de 2 billones (millones de millones) de dólares que fue votada por ambas cámaras en el Congreso para enfrentar la pandemia. Europa abandona las políticas de austeridad y el BCE adopta un plan de emergencia de 750 millones de euros. China, teniendo al virus bastante domesticado, despliega su influencia por el mundo en forma de equipos sanitarios, know how e insumos. Cuando queman las papas, Keynes somos todos.
Toda crisis sistémica introduce cambios generales en la práctica económica de los países. El Crack del 29 parió al Estado de Bienestar. La crisis de 2008 sumió al mundo en políticas de ajuste, siempre con vistas a la ‘disciplina fiscal’. La “coronacrisis” le pegó de lleno a los esquemas desreguladores, y a los Estados que se retiran del lugar de impulsores del avance científico y tecnológico, y que ajustan drásticamente en salud e infraestructura. Lo vemos en Europa con toda claridad: Alemania, el dueño de la marioneta europea, líder en índices tecnológicos y sanitarios a nivel continental, tenía 80 fallecidos cuando se llegó al número de 20.000 contagiados, mientras que en España, al mismo número de enfermos, se contabilizaban 1200 muertos.
Claro que también se observan tendencias que, ya presentes desde hace un tiempo, este cimbronazo global no hace más que acentuar. Contrariamente a lo que vimos desde el fin de la Guerra Fría hasta hace unos años, Estados Unidos abandona el rol de ‘líder del mundo libre’ y se recluye fronteras adentro para enfrentar la crisis. ‘America First’ dijo Donald, y vaya si lo está cumpliendo. El que toma la posta en ese lugar de liderazgo global es China, que no escatima el ejercicio de su soft power o poder blando, en forma de asistencia y cooperación sanitaria, financiera y en infraestructura a lo largo y a lo ancho de todo el globo. Desde Irán a Italia, pasando por envío de insumos a la Argentina.
Los resultados sistémicos son imposibles de ver hoy. Pero algunas pistas ya se dejan ver.
El resfrío del sistema multilateral
Grandes ausentes en todo lo que va de este proceso son las instancias multilaterales, que tuvieron tanto protagonismo durante todo el siglo XX y parte del XXI. ¿La ONU? Bien, gracias. ¿El G20? Se reunió extraordinariamente por pedido de Arabia Saudita, que tiene la presidencia pro tempore del organismo. No trascendió mucho. Solo que Xi Jinping pidió bajar barreras arancelarias, y que Alberto Fernández propuso crear un Fondo de Emergencia Humanitaria Global. El FMI y el Banco Mundial se limitan a prestarle plata sólo a algunos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene un rol protagónico, pero por demás de limitado en términos políticos.
No obstante, si hablamos de golpes al esquema multilateral, hay que hacer una referencia a la Unión Europea (UE). Esta semana vimos cómo se acentuó el perfil nacional de la gestión de la crisis del coronavirus. La UE no quiere, y a esta altura tampoco parece que pueda, ponerse al frente de la lucha contra la pandemia. Italia y España le piden asistencia a China y no a las autoridades comunitarias. Ya nadie confía en Bruselas para resolver esta catástrofe, que puso a Europa otra vez como eje central del desastre global, como en las dos guerras mundiales. Si hay un sistema que quedará gravemente herido luego de este proceso caótico, esa es la Unión Europea.
Jair, el vitricida
El que no deja de romper todo es Bolsonaro. Mientras los cacerolazos en su contra aumentan por el desmanejo de la crisis, Brasil muestra curvas de contagio similares a las de Italia y España. A raíz de esto, los que otrora le rendían pleitesía, hoy se muestran en la vereda de enfrente, confrontando abiertamente con el presidente. Gobernadores como el de San Pablo, Joao Doria, toman las medidas de confinamiento que el gobierno federal se rehúsa a implementar y están impulsando medidas económicas amparados en una Ley dictada en los tiempos de la presidencia de Lula da Silva.
Hasta el vicepresidente, el general Mourao, aseguró que es necesario el aislamiento social, desautorizando la palabra del presidente brasileño. El Senado emitió un duro comunicado contra el mandatario. La cadena nacional del miércoles, donde asoció el temor al coronavirus con la “histeria por una ‘gripezinha’”, no hizo más que envalentonar a los rivales de Bolsonaro. La mayor parte del Congreso, los gobernadores, y gran parte de la población están pidiendo que alguien asuma un liderazgo real frente a un presidente que corre el peligro de que la pandemia se lo lleve puesto. Los números tampoco son sus amigos: la Agencia Brasilera de Inteligencia (ABIN), estima que el 6 de abril (en dos semanas) Brasil tendrá 5.500 personas fallecidas.
¿Y el barrio?
Aquí en Latinoamérica no tenemos el margen fiscal para pelar la billetera como hacen los europeos, ni la máquina de hacer dólares, que sólo la tienen los norteamericanos. Lo que sí tenemos es la política, que puede transformar las cosas para mejor, pero también para peor.
Además de Brasil, Chile y Ecuador muestran números preocupantes. En Chile, el referéndum para votar la reforma de la Constitución se suspendió para octubre. Si bien la pandemia les ahorró una derrota cantada a los enemigos de la reforma de la Carta Magna, vuelve a poner sobre la mesa lo exclusivo que es el sistema de salud chileno, manejado por las grandes empresas privadas y los famosos fondos de pensión.
En Ecuador, el gobierno de Lenin Moreno volvió a impulsar el paquetazo, pidió asistencia al FMI por segunda vez en 8 meses y vio cómo su ministra de Salud le presentaba la renuncia ante el crecimiento exponencial de los casos de covid-19.
Sin los números preocupantes de estos países y sin llegar a los niveles de delirio de Bolsonaro, el otro mandatario que está reacio a implementar la cuarentena total es Andrés Manuel López Obrador. Lo que argumenta AMLO con respecto a este dilema es que, debido a que los trabajadores informales significan el 60% de los mexicanos que perciben un salario, el confinamiento es un suicidio económico. Claro que el dilema se vuelve dramático cuando la contracara de esto el riesgo para la vida de las personas.
Por otra parte, en Bolivia, el gobierno de facto de Jeanine Áñez aplazó las elecciones presidenciales del 3 de mayo. Todavía no se sabe la fecha de los comicios, pero el Tribunal Supremo Electoral la consensuará con los partidos políticos.
Hablando de Áñez y de gobiernos de facto, el que fue reelecto como Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) fue su aliado, Luis Almagro. El uruguayo insistió que la votación se lleve a cabo el viernes pasado, conforme al calendario original. Aunque casi la mitad de los países de la OEA pidieron la postergación de la elección por la crisis sanitaria, la voluntad del Secretario General y sus aliados pudo más, y fue reelecto con el voto de 23 países contra los 10 que logró su contrincante, la diplomática ecuatoriana María Fernanda Espinosa, que tenía como apoyos más importantes a los gobiernos de México y Argentina. El triunfo de Almagro, que estará al frente del organismo hasta 2025, es un triunfo diplomático para los Estados Unidos y los gobiernos conservadores de la región.
Bonus track
Ya que no tendremos Juegos Olímpicos en Tokio este año, debido a que fueron postergados hacia 2021, paso un interesante artículo (Ver acá) sobre la gestión relativamente exitosa de la crisis en Oriente y los errores cometidos en Occidente, escrito por un filósofo coreano que vive en Berlín. Así dejamos de hablar un rato de las celebridades que tienen coronavirus, como Paulo Dybala, su novia Oriana, o el príncipe británico Carlos.
¡Nos leemos el viernes que viene! Desde tu casa, claro.
(*) Investigador de Fundamentar