Lo mismo de siempre
La mayoría de las personas hubiese apostado que los conflictos sociales que se desatarían luego del cambio global propiciado por el coronavirus, estarían ligados a las consecuencias de la crisis sanitaria mundial, como por ejemplo las dificultades económicas derivadas de la pandemia o la falta de acceso a la salud de millones de personas, que ha quedado inevitablemente de manifiesto.
Pero no fue así. Las movilizaciones sociales más grandes que ha visto el mundo desde el inicio de la pandemia fueron en la primera potencia mundial y a raíz de un conflicto que tiene siglos de antigüedad: el racial.
Con el correr de los días, las manifestaciones por el cobarde asesinato de George Floyd se extendieron por todo el territorio de Estados Unidos y subieron en su intensidad. Imaginen que la Casa Blanca apagó sus luces frente a las protestas en el Parque Lafayette, que queda en frente; justo al lado de la Iglesia Saint John donde Trump al día siguiente posó con una Biblia para sacarse algunas fotos, luego de despejar violentamente el espacio de manifestantes.
El asesinato de Floyd cristalizó otros descontentos sociales presentes en la desigual y segregada sociedad estadounidense, donde los negros no solo son víctimas de la arbitrariedad policial, sino que son los que más caen en el sistema carcelario, los que mayor tasa de pobreza representan, los que menos se gradúan en las universidades y los que aún sufren la imposibilidad de ocupar ciertos espacios de poder.
Sin el registro visual del asesinato de Floyd, hubiese sido difícil que la mecha se prenda de esa manera. Pero el video de 9 minutos hizo prácticamente obligatoria la contestación social. Y esto también muestra la periodicidad de estos horribles homicidios. De hecho, hace menos de 2 meses, Ahmaud Arbery fue acribillado por un matón blanco amante de las armas y su padre, que lo perseguían porque estaba corriendo en un barrio de un pueblo de Georgia. Ahmaud salía a correr todos los días, y ese día no volvió. Acá hay una crónica que relata el ensañamiento racial que movilizó el hecho ⇒ VER.
Por otro lado, el descontento social también se agrava porque Donald Trump ocupa la Casa Blanca. Trump aumentó la tensión racial en los Estados Unidos, no solamente con sus amenazas de campaña sobre el muro que pondría en la frontera sur, sino porque se ha negado a condenar marchas supremacistas, como las de Charlottesville en 2017, ha indultado a militares racistas y ha hecho una irrestricta defensa de las fuerzas de seguridad en sus ataques contra negros. En este video, se muestra como fueron esas manifestaciones de hace 3 años, donde se propugnaba por una unidad de la derecha segregacionista.
El Presidente, además de ensayar una tibia condena del estrangulamiento seguido de muerte de Floyd, puso el foco en las protestas y no en el hecho que las originó. Esta semana, insistió en referenciarse como el “Presidente de la Ley y el Orden”, al igual que Richard Nixon en el convulsionado 1968, cuando fue candidato y luego ganó, tras las movilizaciones enormes que siguieron al asesinato de Martin Luther King.
Sin embargo, hay una diferencia: Trump tiene que reelegir, no elegir como Nixon aquella vez. Su radicalización obedece a la intención electoral de fidelizar su base, siempre teniendo en cuenta que es muy importante que un candidato enfoque claramente su mensaje, y el destinatario de ese mensaje. Dicho de otra manera: Trump sabe a quién les habla y qué decirles, frente un candidato opositor, el demócrata Joe Biden, que camina por la cornisa y oscila entre condenar el asesinato de Floyd y aseverar que “los policías deberían disparar a las piernas y no al corazón de alguien desarmado”. ¿O pensaron que Trump era el único despreciable?
En esa confusión discursiva de Biden, Trump puede sacar una pequeña ventaja, a sabiendas que en Estados Unidos, al ser voluntario el deber cívico de votar, es importante que los tuyos sean más que los del rival, pero más importante aún es que los tuyos vayan efectivamente a votar el día de la elección.
¿A que hay que prestarle atención? Primero, a las grietas dentro de la Administración. Todos cerrarán filas detrás de Trump conforme se acerquen las elecciones, pero suenan algunas voces de disenso sobre la forma que tiene Donald de manejar esta crisis, que se le suma a la sanitaria. El Secretario (o sea, Ministro) de Defensa, Mark Esper, dijo que no le parecía que haya que sacar a los militares a la calle, luego de la amenaza de Trump a los gobernadores. Y no son pocos los legisladores republicanos que no están felices con la deriva represiva.
Por otro lado, la estrategia demócrata. Obama empieza a tomar un perfil más notorio en la campaña, tratando de aumentarle el hándicap a un Biden falto de claridad y de carisma. Algunos dicen que una mujer afroamericana será la compañera de fórmula de “Sleepy Joe”: suenan la senadora Kamala Harris y la ex primera dama, Michelle Obama.
Por último, y para cerrar el tema, me encantaría decirles que esto tendrá una salida que conquiste derechos para la comunidad negra. Pero si vemos los asesinatos de Floyd, de Eric Garner, de Ahmaud Arbery, de Rodney King, y tantos otros negros asesinados porque sí y sin condena posterior, uno reconfirma lo que ya sabe: la historia de Estados Unidos está escrita con sangre, por más que este endulzada por Hollywood, la NBA y Disneylandia. Los gringos son los mejores entreteniendo, pero en su ADN social tienen ese gusto inexplicable por las armas, la violencia y los aires de supremacía.
Tropas extranjeras, espionaje y muerte
Colombia tiene, desde hace años, una alianza multidimensional con los Estados Unidos de América. En ese marco, una fuerza de elite del Ejército norteamericano llegó esta semana al país cafetero para “colaborar en la lucha contra el narcotráfico”. Los legisladores de la oposición le pidieron explicaciones al Ejecutivo comandado por el presidente Iván Duque.
Esto no es lo único que denuncia la oposición colombiana. Gustavo Petro, ex candidato a la presidencia por la izquierda, sostiene que Colombia se convierte cada vez más en el teatro de operaciones de una posible avanzada militar contra Venezuela.
Y también crecen las acusaciones sobre el escándalo de espionaje que salió a la superficie hace algunas semanas, donde dirigentes de la oposición y del propio gobierno, periodistas y notorias personalidades de la sociedad civil fueron espiadas ilegalmente por el Ejército. En ese marco, el miércoles se anunció que el ex presidente, senador y padre político de Duque, Álvaro Uribe Vélez, será investigado. De momento, todos coinciden en que si alguien tenía el control de esa red de espionaje, ese es Uribe. Si se confirma que personas allegadas a Duque fueron blanco de esas operaciones, se avecina una crisis en la alianza gobernante entre el presidente y la figura política más importante de los últimos 20 años.
Ah, una cosa más. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron el tratado de paz con el Estado en 2016, y pasaron a la legalidad, formando su partido político. Desde esa fecha, fueron asesinados más de 200 dirigentes de la fuerza política. Y sí, todavía hay gente que se pregunta por qué a algunos ex guerrilleros se les mete en la cabeza la loca idea de volver a la lucha armada.
Bonus track (hoy no hay futbol. O sí)
Vengo pensando hace un tiempo qué pasará en Brasil cuando la oposición salga a manifestarse, dado el cariño por las armas que tienen los bolsonaristas y la piedra libre que tiene la policía. Como Bolsonaro y sus seguidores tienen un perfil negacionista de la pandemia, son los únicos que salen, formando una minoría intensa y movilizada. El domingo pasado, ocurrieron las primeras manifestaciones del año en contra de Bolsonaro. Y fueron encabezadas por las torcidas, las hinchadas brasileñas de los clubes de futbol. En San Pablo, fueron los hinchas de Palmeiras, San Pablo y Santos, los que conducidos por la torcida del Corinthians, Gaviões da Fiel, marcharon en defensa de la democracia y en contra de Bolsonaro.
También hubo novedades para aquellxs que les interesa Medio Oriente. En Libia, como en todos los lugares donde se metieron las potencias, a la intervención extranjera le siguió un baño de sangre y una guerra fratricida entre compatriotas. El Gobierno de Acuerdo Nacional, reconocido por ONU y apoyado militarmente por Turquía, recuperó el control de Trípoli, la capital, tras ganarle algunas posiciones al Ejército liderado por Jalifa Haftar. Algunos detalles de ese conflicto, aquí ⇒ VER
La ultima y me voy, que este finde hay reencuentros: el miércoles, la Organización Mundial de la Salud (OMS) volvió a reanudar los tests clínicos con hidroxicloroquina, luego de haber descartado de plano a la droga por posibles efectos colaterales. Nobleza obliga, Trump tiene razón en algo: que poco confiables son algunos organismos multilaterales. Si la OMS sufre semejante ciclotimia, ¿Quién puede garantizar una buena gestión de la pandemia a futuro?
Por organismos multilaterales también me refiero a la Organización de Estados Americanos (OEA), que denuncia a Maduro, fue cómplice del golpe a Evo y despotrica contra Nicaragua, pero al ver los terribles sucesos de Estados Unidos, como diría mi madre, no dicen ni “mu”.
Hasta la semana que viene.
(*) Analista internacional de Fundamentar