En contexto
El 2021 trae un nuevo ciclo de elecciones en la región: presidenciales (Ecuador, Perú, Chile, Nicaragua y Honduras), legislativas (México, El Salvador y Argentina), regionales (Bolivia, Chile, El Salvador, Paraguay, Venezuela y México) y hasta una Convención Constituyente (Chile).
A juzgar por el cumplimiento de los comicios en Bolivia, Perú y Ecuador, todo parece indicar que pese a estar atravesando la segunda ola por Covid-19, los procedimientos electorales en América Latina, entre protocolos y nuevas medidas de organización, siguen su curso. Los grandes esfuerzos por mantener los plazos institucionales establecidos pareciesen ir en consonancia con el respeto por los procedimientos de las democracias de cada uno de los países, como una especie de consenso indiscutible.
Sin embargo, el escenario de fragmentación partidaria y de polarización política extrema, cuyo telón de fondo es la crisis socioeconómica de la región y la debilidad política e institucional de algunos casos, reflejan duros obstáculos no sólo para los nuevos gobiernos a elegirse, sino también para las actuales gestiones para las que el consenso se vuelve casi inalcanzable.
A la profundización del descontento y la insatisfacción de los representados, se suman los riesgos de las opciones electorales, como una crisis de la oferta. En el medio, el desafío de la gobernabilidad y la necesidad de reestablecer el pacto de representación.
Ecuador, el triunfo de anticorreísmo
El pasado domingo 11 de abril, la segunda vuelta de las elecciones ecuatorianas dio como resultado el triunfo de Guillermo Lasso con el 52,5% de los votos, por encima del 47,5% obtenido por el candidato correísta Andrés Arauz.
La tercera fue la vencida para el ex banquero de tendencia ortodoxa neoliberal. Lasso supo explotar la polarización política y la división de la izquierda ecuatoriana, la cual que llegó desunida a los comicios. Maquillando y estirando su discurso con una supuesta cercanía a las agendas de respeto a la diversidad y género, el candidato se dispuso a canalizar los votos del electorado flotante.
Así el eje correísmo-anticorreísmo definió los resultados y la transferencia de votos generó el triunfo de una derecha minoritaria en primera vuelta, en la que el papel del voto nulo impulsado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, tuvo un papel fundamental.
Sin mayoría en el Congreso, Lasso deberá tomar en cuenta a los sectores opositores: la alianza correísta Unión por la Esperanza y Pachakutik, el partido indígena cuyo candidato Yaku Peréz estuvo muy cerca de quedar en la segunda ronda, y que logró posicionarse fuertemente en el Congreso.
Perú: muchos actores, pocos votos
Las elecciones en el Perú impredecible de los 3 presidentes en una semana dejaron el pase a segunda vuelta para Pedro Castillo, un maestro de izquierda y líder sindical que pretende convocar a una Asamblea Constituyente para escribir una nueva Constitución, y para Keiko Fujimori, quien logró imponerse sobre el resto de las derechas peruanas.
Este escenario de polarización y fragmentación, en el que ninguno de los candidatos superó el 20% de los votos es una muestra más de la crisis política e institucional que el país atraviesa. Con partidos políticos nuevos, partidos que cambian de nombre o desaparecen, el sistema partidario peruano se vuelve prácticamente impredecible e indescifrable, en una muestra de que lo que abunda, a veces daña.
En este contexto de fragilidad institucional y falta de confianza en las instituciones políticas, las opciones de cara al ballotage, ubicadas a simple vista en los extremos ideológicos, tienen sin embargo un punto en común: ambos son conservadores, se oponen al enfoque de género y de reconocimiento de derechos a la comunidad LGTBQi+ y se identifican como “profamilia”.
Hoy la posibilidad del retorno del autoritarismo y la corrupción fujimorista está más cerca que en elecciones anteriores y ello indudablemente constituye la principal amenaza para la democracia del país. La opción frente a ello es una, y no necesariamente por ser la mejor.
De esta manera, la falta de representatividad por parte las desacreditadas élites políticas nos demuestra que, pese a que los procedimientos electorales de la democracias sean respetados en tiempo y en forma, y pese a que se mantenga la participación electoral de la ciudadanía, la polarización ideológica, la falta de consenso y las debilidades institucionales de los gobiernos latinoamericanos generan en la praxis una difícil gobernabilidad.
(*) Analista internacional de Fundamentar