Fundamentar

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Viernes, 28 Mayo 2010 00:00

Cuando las Multitudes se Expresan


Los festejos por el bicentenario de la Revolución de Mayo sorprendieron por su enorme grado de masividad e impronta de festividad. Se pueden tejer infinitas conjeturas respecto de lo que motivó a millones de argentinos a participar activamente de esta celebración. Pero lo que nunca se debe hacer es permanecer indiferente ante esta nueva e histórica movilización popular.


 

No es fácil hacer una reflexión sobre un tema que aún se percibe tan intenso y cercano en el tiempo. A la hora de analizar los festejos por el Bicentenario cuesta salir de los lugares comunes, de las valoraciones de rigor, de las críticas obvias, de las especulaciones mezquinas.

Seguramente estas reflexiones no hubieran sido las mismas si se hubiesen hecho una semana antes. Hace siete días atrás sólo se escuchaban y leían interpretaciones de tipo históricas y una proyección de deseos a futuro. ¿Cómo llegamos al Bicentenario? ¿Cuáles fueron nuestros éxitos y fracasos? ¿Cómo quisiéramos llegar al tercer centenario? Pero las reflexiones históricas y la proyección de deseos que hubiéramos hecho la semana pasada, en estos días están condimentadas, contextualizadas, por la enorme movilización popular que acompañó los festejos del Bicentenario.

Lo pudimos ver en toda la enorme agenda de actividades desarrolladas por estos días en la Ciudadla Argentina. Todos coinciden que no fue un fenómeno que se expresó solamente en las grandes ciudades. En cada pueblo hubo momentos de encuentro con participación masiva de acuerdo a las características del lugar. Hubo recitales, obras de teatro, kermés, feria de comidas, misas, etc. de Buenos Aires. Pero el mismo deseo de nuestro pueblo de estar presente en estos festejos lo pudimos constatar en Rosario (120 mil personas en el acto central en el Monumento), en Córdoba (100 mil personas en el show de fuegos artificiales), en San Luis (22 mil personas participaron de la presentación de la réplica del Cabildo que se inaugurará el 12 de junio), en Mendoza, en Salta, en cada rincón de

Ahora: ¿qué es lo que hace que en distintas ciudades, en eventos diferentes, convocados por distintos partidos de gobierno, un festejo adopte tal nivel de masividad? Y aquí empiezan las especulaciones y las libres interpretaciones. Como la voluntad popular en las urnas, las movilizaciones populares masivas nunca pueden leerse unívocamente, ni interpretarse desde un solo lugar. No hay ni habrá una única manera de explicar el 17 de octubre de 1945. No hay ni habrá una única manera de interpretar la movilización popular en los actos de cierre de campaña del PJ y la UCR en octubre de 1983. Es imposible explicar desde un único lugar la presencia masiva de argentinos en las calles en la Semana Santa de 1987. Tampoco puede buscarse una interpretación única de las manifestaciones de diciembre de 2001.

Las movilizaciones populares masivas son, esencialmente, fenómenos complejos, imposibles de interpretar desde la mera racionalidad de las causas y los efectos. Por eso, suelen ser estudiadas por psicólogos sociales, por politólogos, por sociólogos. Cuesta entender lo que algunos llaman “multitudes”, otros denominan “muchedumbres” y algunos, despectivamente, “aluviones”.

Hoy muchos se desvelan por saber cuál fue el mensaje de los millones de argentinos que participaron de los festejos. Algunos pretenden simplificar lo complejo y hacen interpretaciones caprichosas, como aquellas que se hicieron después de las elecciones del 28 de junio de 2009. Probablemente, ni el paso del tiempo permita desentrañar el mensaje que quiso expresar el pueblo argentino en este 25 de mayo.

Pero hay algo que hoy podemos afirmar sin lugar a dudas: ese pueblo argentino quiso decir “presente”. Quiso participar (“ser” parte, “formar” parte, “tomar” parte). Dijo “acá estoy”. “Esta fiesta es nuestra”. “No nos queremos quedar afuera”. “Ésta no me la quiero perder”. Esta voluntad popular de “estar presente” se expresó en las calles y en las plazas de todo el país. Y el nivel de masividad terminó transformando a los espectadores en principalísimos actores. Pocas veces se dio un nivel de protagonismo popular tan fuerte en actos pensados “para ellos”. Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que el pueblo argentino se “apropió” de la fiesta del Bicentenario, la hizo suya.

Cuando el pueblo aparece en las calles, cuando su presencia es tan masiva y tan uniforme en todo el territorio, cuando hegemoniza y se apropia de los espacios públicos, tenemos que estar muy atentos y expectantes.

Desde estas líneas se pretende analizar la realidad desde un fuerte sentido de pertenencia a una tradición política nacional y popular que nació en las calles y en las plazas. El radicalismo es hijo de la “Revolución del Parque” y no habría peronismo sin el “17 de Octubre”. Por eso no nos asusta el pueblo en las plazas y en las calles. Nos emociona, nos alegra. Pero sobre todas las cosas, nos compromete y nos responsabiliza.

Nunca el pueblo sale a las calles porque sí. Siempre hay motivaciones de fondo. Sólo hay que tener sintonía fina para registrar estas búsquedas y estos anhelos. Quizás en esas calles, en esas multitudes, podamos encontrar las señales - siempre confusas y contradictorias - que nos lleven hacia un destino más grande como Nación y más feliz como Pueblo.

 

(*) Lic. en Ciencia Política - Director Ejecutivo de la Fundación para la Integración Federal, Rosario

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Las indecisiones de Julio Cobos ponen en cuestión su capacidad para afrontar el liderazgo de cualquier tipo de proceso político. Su preocupación frente a las posibles consecuencias negativas de sus decisiones ante la opinión pública son una clara muestra de su falta de estatura cuando se viven momentos de cambio profundo.


 

No se puede quedar bien con todos. Las decisiones en la política trazan divisiones: algunos estarán a favor, otros en contra. Los niveles de acuerdo o desacuerdo podrán ser más o menos importantes, pero siempre existirá la disidencia. ¿Cómo hacerla desaparecer en tiempos de democracias tan complejas? Imposible. Sólo por la fuerza, eliminando las diferencias, puede alcanzarse el cien por ciento de acuerdo sobre un determinado tema. En ese caso, el supuesto consenso pleno habría reemplazado a la democracia por autoritarismo.

Los temas sensibles siempre dividen a las sociedades. Recurramos a un ejemplo reciente. A pesar de los millones de compatriotas que festejaron el Bicentenario en las calles de todo el país seguramente debe haber argentinos que hayan quedado insatisfechos o en desacuerdo con los festejos. Una amplia mayoría en la opinión pública sobre un tema no implica un consenso unánime.

La política no es el reino de los plenos consensos sino el lugar de disputa entre intereses y necesidades diversas. Es esa puja de poder entre diferentes lo que hace casi imposible que el cien por cien de los ciudadanos estén conformes con una decisión o posición política adoptada, por más beneficiosa que pueda resultar. Estas verdades de Perogrullo deben ser comprendidas por cualquier persona que quiera desenvolverse en la política.

Cuando Julio Cobos expresó su voto “no positivo” respecto a las retenciones móviles no dudó. Uso su atribución como presidente de un cuerpo colegiado para desempatar. Y, si bien pareció dubitativo e internamente afectado, a la hora de decidir lo hizo por el “No”. Fue un solo voto el que zanjó las diferencias que existían respecto a un tema que dividía a la sociedad.

Hoy vemos que Cobos pide “cautela” frente a un tema que “lamentablemente divide a la sociedad”, en referencia a las modificaciones del código civil permitiendo el matrimonio de personas del mismo sexo. No es la primera vez que el vicepresidente de la Nación evita pronunciarse desde el vamos sobre un tema. El análisis de sus comportamientos políticos nos lleva a concluir en que Cobos se inclina por los “ni” si los temas en cuestión no reflejan en las encuestas preferencias sociales predominantes. O sea: cuando las encuestas no son determinantes a favor o en contra de un tema, Cobos evita jugarse y empieza a recorrer un derrotero de lugares comunes donde las ideas de “consenso”, “diálogo” y “cautela” están siempre presentes.

La cautela y la prudencia suelen ser las palabras políticamente correctas para conservar el status quo. Pedían cautela los que se oponían al voto femenino. También la solicitaban los que no querían avanzar con el divorcio vincular. Más cerca en el tiempo, pedían prudencia y cautela los que se resistían a la nueva Ley de Servicios Audiovisuales y a la estatización del sistema previsional. La palabra “cautela” esconde un mensaje: “guarda con cambiar que puede traer consecuencias”. Lamentablemente, la historia de los derechos sociales y políticos en la Argentina estuvo siempre acompañada de sectores que, en nombre de la cautela y la prudencia, se resistieron a los cambios.

Es obvio que toda modificación de un determinado status quo legal trae consecuencias, muchas veces imprevisibles. Pero los avances en materia de derechos no pueden frenarse porque no se tenga un control perfecto de las consecuencias posibles. ¿Podía Sáenz Peña tener una clara conciencia de lo que significaría para el poder dominante en la Argentina la consagración del voto universal, secreto y obligatorio? ¿Sabía Yrigoyen lo que implicaría la reforma universitaria de 1918? ¿Acaso Perón tenía idea acabada de lo que significaría en el futuro la creación de una legislación laboral de las características de la que montó? ¿No le pasó lo mismo a Alfonsín con el Juicio a las Juntas Militares?

Los líderes políticos en serio, desde una clara idea de transformación de la realidad, analizan lo que falta y proyectan el camino a recorrer, aunque el itinerario pensado tenga consecuencias no previstas. Es ese instinto de transformación, ese olfato por encarar un camino arriesgado, lo que convierte a un político cualquiera en un líder reconocido. Se trata de jugarse, ni más ni menos, aunque las consecuencias sean imposibles de prever en detalles. Liderar implica tomar una posición, marcar un camino, aunque las aguas fluctuantes de los apoyos en la opinión pública estén divididas y confusas. Es más: ante las divisiones sociales respecto a un tema, el claro pronunciamiento de los líderes políticos puede ayudar a que las posiciones queden más claramente expresadas y argumentadas, permitiendo que adquieran volúmenes de apoyo más explícitos.

El “ni” de Cobos demuestra una vez más que está lejos de ser un líder político. Podrá ser un candidato, pero nunca un dirigente. ¿Por qué lo asustan las posibles consecuencias del matrimonio homosexual? ¿A qué le tiene miedo? ¿Qué puede pasar que ya no esté pasando que merezca tanta prudencia y cautela? ¿Por qué le preocupa que la sociedad esté dividida respecto a este tema? ¿Por qué dice que “lamentablemente” no todos piensan lo mismo?

Bienvenido sea el riesgo si de derechos se trata. Bienvenidas las divisiones si se debate sobre profundas discriminaciones existentes. Bienvenidos sean los líderes que ayuden a orientar el rumbo de la Argentina en vez de intentar surfear sobre las olas de la opinión pública. Bienvenidos sean los dirigentes que –a diferencia de Cobos– se juegan por una idea, se animan a caminar por terreno desconocido y se comprometen con causas nobles, aunque no tengan el nivel de aceptación social más óptimo en las encuestas que analizan cada fin de semana.

 

(*) Lic. en Ciencia Política - Director Ejecutivo de la Fundación para la Integración Federal, Rosario

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La primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas confirmó el camino emprendido por Alvaro Uribe hace ocho años. SI bien los números finales no le dieron al candidato oficialista, Juan Manuel Santos, el margen para imponerse en primera vuelta, queda posicionado para un cómodo triunfo en el ballotage.


 

Hasta hace no mucho tiempo algunos analistas se planteaban el interrogante de qué era lo que estaba en juego en Colombia, tomando como referencia las elecciones presidenciales celebradas a finales de mayo. En un país con dinámicas internas atravesadas por variables singulares en la región y perdurables en el tiempo (a saber, la presencia de la guerrilla de las FARC y la consecuente militarización de la sociedad colombiana) la única certeza que parecía ofrecer estos comicios era la continuidad de las políticas implementadas en los ocho años de gestión del presidente Álvaro Uribe, centradas principalmente en el combate a la guerrilla. Por el contrario, las incógnitas eran más numerosas.

Una de ellas era si el candidato oficialista, el ex ministro de defensa Juan Manuel Santos, podría capitalizar la enorme popularidad de Uribe. Otra era discernir como encasillar al candidato del Partido Verde, Antanas Mockus, y sus formas progresistas de acción política, así como también su capacidad efectiva de instalarlas en un nivel más general. Si bien el resultado abrumadoramente mayoritario a favor de Santos en primera vuelta es tributario de aquellas variables únicas en la región y de su correlato en el seno de la sociedad civil colombiana, la aparición de otros elementos novedosos en el transcurso de la campaña ofrecidos por Mockus y aceptados por buena parte del electorado habilita el interrogante de cuál es el rumbo al que se dirige Colombia.

Puede decirse que hubo dos hechos que marcaron un antes y un después en el proceso que desembocó en las elecciones de mayo. El primer factor fue la imposibilidad de Uribe de presentarse para un tercer mandato consecutivo, en virtud de un dictamen del Tribunal Constitucional a tales fines. Si bien esta cuestión no estuvo exenta de polémicas, centradas en torno a supuestos acuerdos bajo cuerda en el Parlamento colombiano para apoyar esta iniciativa y a irregularidades de forma, lo cierto es que la popularidad adquirida por Uribe a partir de los éxitos en la lucha contra las FARC permitía pensar no sólo en la posibilidad del tercer mandato sino en una previsible victoria. La prohibición judicial implicó, en los hechos, un cambio rotundo del mapa político con vistas a las elecciones presidenciales. Por otro lado, un segundo factor fueron los resultados de las elecciones legislativas de marzo, importantes en tanto constituirían un indicador del margen político del sucesor de Uribe. El desempeño del oficialista Partido de la Unidad, que obtuvo una cómoda mayoría (52 escaños sobre un total de 102), sumado al éxito de los conservadores, aliados naturales de la actual administración, prefiguraba un escenario despejado para la continuidad del proyecto uribista con miras a la próxima gestión, con el resultado adicional de mantener a Álvaro Uribe como actor central de la política colombiana.

En este sentido, el nombramiento de Juan Manuel Santos parecía consistente con este escenario. Habiendo ocupado el cargo de Ministro de Defensa desde 2006 a 2009, fue Santos el encargado de poner en práctica los principales lineamientos de la agenda política de la Administración, plasmados en la política de seguridad democrática. Bajo este paraguas, y a partir de la presión constante por parte del Ejército sobre la insurgencia armada, el gobierno obtuvo no sólo un repliegue de las actividades de las FARC sino que se le adjudican dos de los hechos más importantes en este marco: el rescate de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt tras 7 años de cautiverio por parte de la guerrilla, y el descabezamiento de la cúpula guerrillera con la muerte de su segundo al mando, Raúl Reyes, en un cuestionado ataque en territorio ecuatoriano que acabó con la ruptura de las relaciones entre Bogotá y Quito. Estos éxitos lo convirtieron en el heredero y sucesor natural de Uribe, posición que se vio confirmada tras la prohibición a un tercer mandato por parte del actual presidente.

Tras las legislativas, todos los analistas descontaban su elección como nuevo mandatario hasta la aparición sorpresiva del candidato del Partido Verde, Antanas Mockus. Ex alcalde de Bogotá y proveniente del campo académico, Mockus exhibía como antecedente el saneamiento presupuestario de la economía bogotana y un fuerte sesgo pedagógico y ecológico-cultural que tuvo gran aceptación. Al sesgo educativo implementado en su campaña, y al sistema de consensos al interior del Partido Verde que desembocó en su candidatura, se le sumó un uso intensivo de Internet con sus redes sociales para la difusión de su propuesta de campaña, estrategia utilizada por Barack Obama en las presidenciales norteamericanas, y que le valió a Mockus el título de “candidato 2.0”. Este sesgo educativo se tradujo en un mensaje de campaña en el cual el respeto a la Constitución y a la ética fueron centrales, a partir de un enfoque en las falencias de la estrategia de seguridad democrática en materia de derechos humanos, con los llamados “falsos positivos”; esto es, ejecuciones extrajudiciales de civiles, presentados como guerrilleros muertos en combate, política adjudicada a decisiones tomadas desde lo más alto del Estado e instrumentadas por Santos en su gestión ministerial; o en las consecuencias institucionales de la denominada “parapolítica”, término que define los vínculos entre funcionarios de alto nivel, algunos con presunta llegada al Palacio de Nariño, y sectores del crimen organizado o el paramilitarismo.

De esta manera, la campaña electoral colombiana tuvo como característica principal el hecho de que las cuestiones de seguridad interna y lucha contra la guerrilla no ocuparon la centralidad del debate político, por lo que asuntos tales como el déficit fiscal, el alto índice de desempleo e informalidad laboral, o las relaciones con Venezuela y Ecuador en sus aspectos comerciales ocuparon este espacio. Así, temas tradicionales en el conjunto de la región sudamericana se constituyeron en los “nuevos temas” de la política colombiana. No obstante ello, y a pesar de la amplitud ideológica del arco político colombiano, se hizo patente entre los diferentes candidatos (exceptuada la izquierda, representada por el Polo Democrático) una lucha por la herencia del legado político uribista, pugna de la cual tampoco estuvo excluido Mockus, anclado en el centro político. De esta forma, el debate de fondo dejó traslucir un corrimiento del eje de discusión en el que los parámetros básicos del modelo económico-social, pero sobre todo de seguridad, no estuvieron nunca cuestionados, centrándose la atención principalmente en la búsqueda de principios de legalidad constitucional a la hora de su aplicación. El ejemplo de los “falsos positivos” se constituyó así en el ejemplo claro de los límites de la aplicación a rajatabla del enfoque uribista en cuanto al combate de las fuerzas irregulares. Esta arista del debate, por lo demás inédita, puede ser considerada como una contribución decisiva de Mockus al conjunto de la discusión.

Así, los discursos de Santos y Mockus se estructuraron en dos posiciones polares: del lado de Santos, el pragmatismo y la continuidad de las políticas de Uribe, con énfasis en cuestiones económicas, mientras que Mockus centró su discurso en un mensaje de eticidad y transparencia en la acción política concreta, aprovechando su origen políticamente separado de los partidos tradicionales u orientados al uribismo. Todo esto parecía fundamentar la paridad en las encuestas en días previos a las elecciones, que preveían un empate técnico para ambos candidatos con victoria posterior de Mockus en segunda vuelta, lo que daba lugar a pensar en el surgimiento decisivo de un nuevo discurso. Esto explicó la virulencia de los últimos días de campaña, con una presencia mediática constante de Uribe, casi como si él mismo fuera candidato y no su ex ministro de Defensa.

Tal vez no fuera tanta sorpresa la victoria de Santos en primera vuelta, sino la enorme diferencia en comparación con Mockus, resultado imprevisto para propios y extraños, pero sobre todo para las encuestadoras, que fueron incapaces de predecirlo. Más allá de las discusiones en torno a las leyes sobre sondeos y la probable pérdida de influencia de las encuestadoras como formadores de opinión, lo cierto es que dicha diferencia (46% a 21%) constituye una clara muestra de las preferencias de la sociedad sobre el rumbo a seguir. Pueden esgrimirse varios motivos: la mejora en el conjunto de la economía en un marco de crisis financiera global, la incidencia del voto rural a favor de Santos, o la aprobación de la estrategia militarista contra las FARC. De esta manera, Santos pudo erigirse como continuador legítimo del uribismo, tributando el triunfo a la figura del presidente y prefigurando un gran acuerdo nacional entre todos los partidos, ubicándose ya como presidente electo. La derrota de Mockus también reconoce razones concretas: la confirmación de la tendencia histórica del elevado nivel de abstención (50% del padrón), lo que indicó además la ausencia del voto joven, principal target de campaña del candidato verde, así como también una falta de concretización en su propuesta ético-legalista, la cual fue percibida a la hora del voto como un ideal político más que como una meta plausible. También fue importante en el deterioro de su imagen su declaración de ateísmo, crucial en un país profundamente católico, junto con la vinculación de su figura en el imaginario popular a la del presidente venezolano Hugo Chávez

En este último sentido la figura de Chávez fue un factor decisivo en la campaña. Más allá de las declaraciones en contra de Santos, las que paradójicamente favorecieron al candidato oficialista, tanto Chávez como las FARC son considerados los principales causales de la incapacidad de la izquierda colombiana de consolidarse en las urnas, en tanto existe la percepción de que ser de izquierda implica ser partidario de uno de ellos, o de ambos. Así se entiende tanto el retroceso del Polo Democrático al cuarto lugar, cuando en las elecciones pasadas se había como segunda fuerza, y el ascenso del partido Cambio Radical, de Germán Vargas Lleras, que con el 10% se consagró tercero. Si el primer ejemplo se explica por la aparición de Mockus y su discurso ético, el segundo confirma una vez más el sesgo hacia la derecha de la sociedad colombiana, descontándose el apoyo de Vargas Lleras a las políticas ahora encarnadas en Santos.

Así, la segunda vuelta pareciera haberse definido de antemano. Con el arco político inclinado hacia la derecha, con una izquierda rezagada y con una diferencia apreciable en porcentaje de votos, probablemente Mockus se afiance en los 3 millones de votantes que lo apoyaron, buscando aquello de lo que careció en la primera vuelta: la organicidad de esa masa de votos jóvenes que expresaron su preferencia vía Facebook o Twitter, buscando a la vez una mística discursiva que fue superada electoralmente por el pragmatismo político de Santos. La victoria de este discurso da cuenta de que el ganador de esta primera vuelta fue, en realidad, Álvaro Uribe. No obstante ello, nadie ha perdido de vista la importancia de aquellos viejos “nuevos temas”: desarrollo económico, generación de empleo, o incluso la ética y el apego a la Constitución. Por ello, sea quien sea el ganador, tanto Santos como Mockus bien pueden ser las expresiones de la llegada del post-uribismo a la política colombiana.

 

(*) Analista Interncional de la Fundación para la Integración Federal

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Miércoles, 23 Junio 2010 00:00

Las Lecciones de la Semana


Tres temas distintos y sin conexión entre sí dejan lecciones a analizar. El levantamiento de la suspensión de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la cuestión de la negativa a reprimir la protesta social y los festejos por el Día de la Bandera marcan puntos altos en el camino de construcción política del gobierno que no pueden ser menospreciados.


 

La semana anterior ha dejado varias enseñanzas en términos políticos. Tal vez podríamos llamarla la semana de las lecciones, ya que se sucedieron varios hechos que deberían dejar un claro aprendizaje para quienes cuestionan aquello que resultan, las mejores decisiones del actual gobierno nacional. Como siempre suele ocurrir en estos casos, quedan temas abiertos para el análisis.

Lección 1

La semana se inició con el fallo de la Corte Suprema de la Nación respecto de la Ley de Servicios Audiovisuales. Por unanimidad, los supremos definieron, ya no quien tenía la razón a la hora de la instrumentalización de la ley, sino que dieron una verdadera lección de teoría política a la sociedad argentina, en especial al conjunto de actores públicos y privados que se muestran opositores a la flamante norma. La prestigiosa corte definió que un legislador, (Enrique Thomas, Peronismo Federal) sea que invoque la calidad de simple ciudadano o de representante del pueblo, no tiene atribución (legitimación) para reeditar ante el Poder Judicial un debate que perdió en el Congreso. Si el legislador estima que sus derechos a participar en el debate y sus inmunidades fueron violadas, sí puede presentarse en la Justicia, pero ello no puede llevar a un juez, razonablemente, a suspender la aplicación de toda la ley. Para la Corte, la solución que adoptó el juez no es proporcional al daño que eventualmente podría haber sufrido Thomas. Ante semejante contundencia, la mejor ocurrencia de algunos fue recordar que la norma sigue suspendida también en Salta y en Córdoba y no faltó el analista que pusiera en duda la dependencia política del máximo tribunal con el Poder Ejecutivo Nacional. Lástima que no se tuvo en cuenta que 24 horas después la misma Corte fallaba en contra de los embargos que lleva adelante la AFIP sin la intervención judicial pertinente y que el día domingo 20, la Dra. Carmen Argibay hacía un cuestionamiento público al accionar de la ANSES.

Lección 2

El devenir semanal continuó con lo que parece ser un nuevo caso de gatillo fácil, pero esta vez ya no en la provincia de Buenos Aires sino en uno de los más emblemáticos puntos turísticos del país: San Carlos de Bariloche. La muerte de un chico de 15 años que no habría estado cometiendo ningún delito, aparentemente a manos de la policía rionegrina, derivó en una marcha de protesta al centro mismo de la hermosa ciudad sureña, que a su vez fue fuertemente reprimida con el saldo de otros dos civiles muertos y un tembladeral institucional que derivó en la salida de los máximos jefes policiales de la provincia.

La situación viene a cuento de aquellas posturas que piden represión para los reclamos sociales. Algo de eso se intuía con la petición de sectores opositores y de buena parte de la sociedad que solicitaban que el corte de ruta de Gualeguaychú cercano al límite con Uruguay, se terminara de cualquier manera, sobre todo luego del fallo salomónico de la Corte de La Haya. La combinación de firmeza política para evitar la represión física, más la decisión del gobierno nacional de llevar la causa ante los estrados judiciales demandando a sus activistas, aunado todo ello al clima de desgaste que alcanzó a la protesta del corte de ruta entrerriano, coadyuvaron en una salida que lejos estuvo de potenciar la violencia física y la muerte. Ambos casos no son menores y sirven de ejemplo para poner en situación aquello que, luego de 26 años de democracia argentina, siguen siendo las fuerzas represivas en la Argentina. Pareciera inexorable que la matriz de represión y continúa sigue firmemente consolidada.

Lección 3

Y la semana culminó con lo que fue la fiesta por el Día de la Bandera y el correspondiente homenaje a la vida de Manuel Belgrano en la ciudad de Rosario. Otra vez se vivió un clima de alegría y serenidad en las calles, con espíritu festivo y reivindicación de una simbología que nos une, en este caso la bandera. Pero esta ocasión no fue el número redondo del Bicentenario, no fue la majestuosidad histórica de mayo de 2010, sino que se trató de una nueva celebración de la que los rosarinos nos seguimos apropiando, aunque ahora se vivió en mayor número y color, y que viene a demostrar que, aunque algunos les cueste aceptarlo, los festejos de un mes atrás no fueron una casualidad ni un hecho circunstancial sino que hay una sociedad que tiene la necesidad de reivindicar una historia y un presente y que con sus alegrías, tristezas, posesiones y carencias sigue intentando el sueño colectivo de una vida mejor bajo una misma identidad de la que, afortunadamente, no siente culpa.

El medio año se aproxima y con él ya viene aparejado una forma de balance. La tercer semana de junio se fue y dejó algunas enseñanzas que demuestra la calidad institucional de la Corte que supimos conseguir cuando se nombraron a los jueces actuales; que nos confirma cuanta razón teníamos aquellos que preferimos tolerar la espera por un corte de ruta a tener que lamentarnos sobre la muerte de algunos ciudadanos; y que nos permiten visualizar qué bien hacemos en celebrar una identidad que se reafirma todos los días un poco más. Lástima que no todos tengan los mismos sentimientos ni las mismas intenciones porque en definitiva se trata, como siempre, de poder escuchar todas las voces, de sentirse pleno formando parte de una comunidad y por si fuera poco, de defender la vida.

 

(*) Lic. en Ciencia Política - Analista Político de la Fundación para la Integración Federal

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A poco de cumplirse el segundo año del rechazo a la resolución 125 se hace necesario abordar un análisis respecto de cómo terminó presentándose posteriormente el panorama para el sector agrícola y cómo hubiese sido la historia si el resultado de la votación en el Senado hubiese sido diferente.


 

Falta poco menos de un mes para que se cumplan dos años del voto no positivo de Julio Cobos, que enterró en el Senado el proyecto de implementación de retenciones móviles a la producción agrícola. Parece como si hubiese pasado mucho más tiempo desde aquellos momentos de extrema agitación política y social. Mucha agua corrió bajo el puente en estos meses. Y en una coyuntura mundial, donde Europa y los Estados Unidos se encuentran sumergidos en la peor crisis económica desde 1929, se hace imprescindible preguntarse, ¿qué habría pasado en la Argentina si se hubiese aprobado la tan cuestionada resolución 125?

Hagamos un poco de memoria. El proyecto de aplicación de retenciones móviles establecía que, a diferencia del sistema de derechos de exportación que rige actualmente –las denominadas retenciones fijas, en las cuales se aplica una única alícuota al valor exportado sin diferenciar entre productores e independientemente de la cotización– la resolución 125 establecía que las alícuotas variasen según la evolución internacional de los precios de estos productos; es decir a mayor precio mayor alícuota.

El proyecto aprobado en la Cámara de Diputados establecía, además, algunos elementos claves para la defensa de los intereses de un arco determinado de productores: se realizaba una segmentación de acuerdo al volumen de toneladas cosechadas, diferenciando entre pequeños y grandes. Un primer segmento lo conformaban quienes producían hasta 300 toneladas. Un segundo grupo lo constituían aquellos que producían entre 301 y 750 toneladas. Un tercero los que iban desde 751 a 1500; y por último, los grandes, que producían a partir de las 1501 en adelante.

La alícuota aplicable variaba de acuerdo a la pertenencia a cada uno de estos grupos. Los pequeños afrontaban un menor rango, el cual iba creciendo según aumentaba el volumen de producción. La medida fue complementada con un régimen de compensación de costos de transporte para los productores de zona extrapampeana, es decir, aquellos que se encontraban a más de 500 km del puerto de embarque más cercano.

Hoy, dos años después del voto no positivo, ¿en qué situación se encontrarían los productores si el proyecto se hubiese transformado en ley? El análisis de la evolución de los precios internacionales de los productos agrícolas a lo largo de estos dos años arroja una respuesta contundente: en casi todos los casos, y especialmente en el de los pequeños productores, habrían obtenido una mayor ganancia bajo el régimen de retenciones móviles. En un informe elaborado por el economista Bruno Abriata de la Fundación para la Integración Federal, se da cuenta a las claras de esta situación. Allí se puede observar que debido a que los precios internacionales cayeron, con ellos habrían bajado también las alícuotas aplicables en cada caso. Si el proyecto de la 125 se hubiese aprobado, un productor de soja pampeano (entre el 1º y el 3º segmento) habría ganado un promedio de 20 dólares adicionales por tonelada. En el caso de aquellos productores extrapampeanos (también de los mismos segmentos), ajustado por compensaciones al transporte, habrían incrementado su ingreso en 50 dólares por tonelada.

No son pocas las voces que hoy se están haciendo la misma pregunta que nosotros. Políticos, periodistas e incluso muchos productores agropecuarios se plantean en qué situación se encontrarían actualmente si el desenlace de la historia hubiese sido otro. El principal error que cometió la masa de productores, pero principalmente sus dirigentes, fue creer que la espiral ascendente de los precios internacionales continuaría de manera indefinida. Que la tracción al alza que China generaba con su demanda de productos primarios no tendría fin. Y ese fue su principal error de cálculo.

En el escenario actual de crecimiento económico, reconocido aún por los críticos más enconados del gobierno, puso a los pequeños y medianos productores ante la inevitable pregunta de si sus intereses fueron bien defendidos por aquellas personas que afirmaban buscar lo mejor para ellos. Muchos llegaron incluso a la conclusión de que a lo largo del 2009, en medio del peor año para el crecimiento de la economía argentina, perdieron más dinero del que habrían ganado con la vigencia de la 125.

El vicepresidente Julio Cobos, tras manifestar su voto no positivo, afirmó, “que la historia me juzgue”. Muchos ya, lo están haciendo.

 

(*) Lic. en Economía - Economista de la Fundación para la Integración Federal

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Lunes, 05 Julio 2010 20:31

¿Que Perón?


El de Juan Domingo Perón es un caso que tiene sus características particulares. Como no sucede con ninguno de sus contemporáneos, décadas después de su fallecimiento, la historiografía oficial aún no le ha asignado un rol, una característica única, distintiva o una definición si se quiere, común.


 

Otro 1 de julio y la pregunta es qué Perón recordamos. No importa tanto en este comentario las debilidades, fortalezas, virtudes, defectos y miserias, casi 4 décadas después, de quien fuera el mayor líder político de la vida nacional del siglo XX. Lejos estamos de encarar ese análisis, ya que lo que interesa es poder pensar, desde unas pocas líneas escritas al paso, qué recuerda y qué prefiere recordar la sociedad argentina de la vida de aquel hombre y aporte al país.

El de Juan Domingo Perón es un caso que tiene sus características particulares. Como no sucede con ninguno de sus contemporáneos, décadas después de su fallecimiento, la historiografía oficial aún no le ha asignado un rol, una característica única, distintiva o una definición si se quiere, común.

A pocos personajes históricos les sucede lo mismo. Eva Duarte, por ejemplo, es recordada como una luchadora, una mujer apasionada que con sus errores y virtudes es reconocida por su acción social y por el trabajo por los que menos tenían. Si bien la sociedad argentina de hoy no aceptaría semejante fuerza política puesta al servicio de una causa, sí le asigna un lugar no menor en la historia del país.

Arturo Illia, por ejemplo, es recordado por su ascetismo, su carestía pública y por ser un ejemplo para las siguientes generaciones de lo que un hombre político debe ser en el escenario público. Si bien tampoco el electorado toleraría a un presidente que ejerciera el poder con algo más del 20% de los votos, teniendo proscripta a la mayor fuerza política del momento, no es menos cierto que la sencillez de la vida del cordobés sigue siendo un ejemplo para muchos, aunque ese ejemplo no sea corporizado por los mismos que lo ponderan.

Al mismísimo Raúl Alfonsín, apenas fallecido un año atrás, ya se le endilgó alguna calificación de su vida política. Edulcorado hasta el hartazgo, mostrado como un hombre de puro consenso, cual pusilánime que no entiende que la política es una lucha constante entre el conflicto y los acuerdos, coyunturales y estructurales; el primer presidente de la democracia aparece como “el padre de la democracia”. Se olvidan, aquellos que titularon sobre su paternidad que fue el mismísimo Alfonsín quien discutió en la cara y a la luz pública del poder imperial norteamericano con el Pte. Reagan; quien acusaba a Clarín de mentir en sus titulares; quien impulsó los Juicios a las Juntas, quien discutía con la iglesia y con la Sociedad Rural “jugando de visitante” y quien, entre otras cuestiones varias, denunció un supuesto pacto sindical – militar para derrocarlo. Necesidad política de la coyuntura, medios ávidos de mostrar un estilo diferente al imperante, el título de “padre de la democracia” se parece más a esa tendencia natural en la historiografía nacional de mostrar héroes desangelados, que a una muestra cabal de lo que fuera la vida y obra del hombre de Chascomús.

Pero el caso de Perón es diferente. Para algunos sigue siendo el dictador que manejó a un pueblo como marioneta, y a la vez, (para otros) sigue siendo el estadista con visión de futuro que se adelantó no menos de 50 años a los problemas que vivimos en el presente. Sigue siendo el cobarde que no se animó a luchar cuando en el 55’ lo derrocaron, teniendo buena parte del pueblo de su lado; que jugó a dos puntas, promoviendo la derecha y la izquierda del movimiento, como contrapesos en una coyuntura internacional que se mostraba como binaria.

Para otros sigue siendo el gran operador de las demandas sociales y de su estrecha vinculación con un empresariado nacional y popular que por estos días, es cierto, no abunda. Es el responsable de no haber superado definitivamente la etapa de la industrialización liviana lo que hubiera permitido otro tipo de desarrollo social y económico de la Argentina. Perón sigue resultando todo esto entre muchas cosas, ya no en la mirada que pueda hacer un analista formado, sino en el hombre común, y que más allá de la tinellización de la vida, tiene una mirada u opinión del país.

Y entonces nos preguntamos, ¿por qué sucede esto? Y las respuestas, como siempre pueden ser de las más variadas, pero hay un elemento que, me parece, es insoslayable: Perón sigue vivo. Pero no sigue vivo desde esa liturgia peronista, a veces tan vetusta y que viene acompañada de naftalina, tan refractaria de una derecha que, a falta de contenidos programáticos para el tercer milenio, reemplaza la discusión política con simbología anacrónica y disfraza de popular aquello que indefectiblemente terminará favoreciendo a los mismos de “casi” siempre.

Perón sigue vivo porque, en definitiva, a la sociedad argentina le cuesta enormemente saldar ya no el pasado que supone un líder muerto hace casi 40 años, sino el presente que acarrean las famosas díadas, muchas veces contradictorias, de libertad económica – desarrollo social, de Estado activo – Estado distraído, oratoria republicana ascética – discursos encendidos y cuestionadores del poder real. Estas tensiones relatadas son muchísimas más y cada una de ellas encuentra plena encarnadura en el presente de nuestros días. A la vez que el argentino quiere que el Estado no lo moleste participando de las ganancias, dice que el Estado debe sacar a los pibes de la calle. A la vez que se lo pondera cuando mete mano en la financiación crediticia para las empresas, evadimos deportiva y alegremente todo aquello que podemos. A la vez que cuestionamos las diferencias y brechas sociales, nos molesta que desde la primer magistratura se cuestione a ciertos poderes que en el pasado y en el presente (y si lo dejan, en el futuro también) han hecho fenomenales negociados con los vaivenes de la economía argentina; prefiriendo en definitiva los discursos monocordes, de medio tono, y románticos de una sociedad ideal que terminan siendo funcionales al status quo.

Es por esto que Perón sigue sin ser definido o encasillado por la historiografía argentina. Porque sigue vivo y sigue vivo porque el país no ha determinado qué valores prioriza y prevalecen y de qué forma estos valores se corporizan en lo cotidiano. Perón sigue vivo porque el péndulo se sigue moviendo desde un extremo al otro y va siendo hora de que nos vayamos definiendo. Ya estamos grandecitos, tenemos como 200 años y la historia no espera. Perón sigue vivo, ¿Ud. que piensa estimado lector?

 

(*) Lic. en Ciencia Política - Analista Político de la Fundación para la Integración Federal

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Miércoles, 07 Julio 2010 19:57

Ricardito, Cobos y... Vos?


En apenas algunos meses podría darse una foto donde radicales, “lilitos” y socialistas podrían terminar sumando a una porción del peronismo, todos compitiendo “por adentro” en una gran interna abierta donde la UCR y aliados defina sus candidaturas para enfrentar al kirchnerismo, al PJ disidente, a Mauricio Macri y a quién se anime. ¿Pero realmente representan una alternativa válida en la construcción de un proyecto que vaya en interés y defensa de los intereses del conjunto de los argentinos?


 

Muchas cosas cambian en 10 años. El 2 de julio de 2000 el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdía las elecciones en México tras 71 años en el poder. El mismo espacio político que hace una década atrás aparecía como el ícono de la falta de renovación política en América Latina, resultó el triunfador de las recientes elecciones regionales realizadas en el país azteca. Aunque las sumas y restas de votos dejan un final abierto de cara a las elecciones presidenciales de 2012, el PRI ganó en 9 de las 12 gobernaciones en disputa, algo impensable hace diez años atrás.

En la Argentina, hace una década, eran indisimulables los cimbronazos de la famosa “Ley Banelco” en el Senado de la Nación que terminaría con la renuncia de Chacho Álvarez a inicios del mes de octubre de 2000. Con las coimas en el Senado de la Nación comenzaba el principio del fin del gobierno de la Alianza UCR-FREPASO. En 2 años y 9 días, la UCR pasaría del “impuestazo” de José Machinea al “Corralito” de Domingo Cavallo y de las muertes por la represión en el puente Chaco–Corrientes a los asesinatos por la policía en las protestas de diciembre de 2001.

Casi 10 años después del comienzo de la curva descendente del radicalismo en el poder, una foto reciente muestra a Ernesto Sanz, Julio Cobos, Ricardo Alfonsín y Gerardo Morales en una inusual demostración de unidad en la diversidad de cara a las elecciones presidenciales de 2011. La UCR, luego de una década, vuelve a ser alternativa de poder en la Argentina. Es más: los radicales pueden llegar a liderar una nueva alianza con la Coalición Cívica y el Socialismo (Elisa Carrió y Rubén Giustiniani, ex socios en 1999) que pueden darle al centenario partido una potencialidad aún mayor. Y hasta se comenta que el sector liderado por Felipe Solá podría llegar a ser parte de esta extraña coalición siendo la pata peronista del armado electoral de Cobos. En síntesis: en apenas algunos meses podría darse una foto donde radicales, “lilitos” y socialistas podrían terminar sumando a una porción del peronismo, todos compitiendo “por adentro” en una gran interna abierta donde la UCR y aliados defina sus candidaturas para enfrentar al kirchnerismo, al PJ disidente, a Mauricio Macri y a quién se anime.

Curiosamente, la imagen fotográfica recientemente tomada en la sede nacional del radicalismo muestra juntos a quién fuera hace apenas 2 años y medio candidato a vicepresidente de Cristina Kirchner (Cobos) y a quién fuera candidato a vicepresidente de Roberto Lavagna (el senador Gerardo Morales). También aparece en la foto Alfonsín, quién saliera 4° en las elecciones a gobernador bonaerense en el 2007 y 3° (después de Francisco De Narváez y Néstor Kirchner) el 28 de junio pasado cuando acompañara a Margarita Stolbizer en la lista de diputados nacionales. A un año de esas elecciones, “Ricardito” pasó a ser presidenciable luego de ganar las elecciones partidarias del radicalismo en la provincia de Buenos Aires, comicios donde participaron casi 100 mil bonaerenses cuando el total de votantes del padrón general es de casi 10 millones de personas. O sea: una elección sobre un 1 % del padrón electoral lo convirtió en una alternativa presidencial.

Parece casi increíble, pero el radicalismo de Cobos, Alfonsín, Sanz, Morales, Rozas y Jesús Rodríguez puede llegar a ser gobierno en el 2011. Y puede llegar a serlo gracias a la suma de votos radicales, socialistas y, quizás, peronistas. Pero todos sabemos que, en una interna abierta, los que definen los resultados no son los “aparatos” sino los “independientes” que pueden ver en la UCR una alternativa al kirchnerismo. Esos mismos independientes, normalmente provenientes de sectores medios urbanos: ¿No son los mismos sobre los que Machinea aplicó el ajuste? ¿No son los mismos que se resistían el achique en las universidades que proponía Ricardo López Murphy? ¿No son los mismos que se ilusionaron con la Alianza y terminaron pidiendo “que se vayan todos”? ¿No son los mismos que votaron a De la Rúa para que “termine con la fiesta de unos pocos” y terminaron golpeando las puertas de los bancos donde estaban sus ahorros acorralados?

Mientras esto pasa en la UCR, el Partido Justicialista se encamina casi inexorablemente a una ruptura formal que se viene acentuando desde 2003 cuando recurrió a los llamados neo-lemas para evitar una interna permitiendo que Kirchner, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá vayan directo a la general. En el 2005, esa grieta se expresó en la competencia Chiche versus Cristina en la provincia de Buenos Aires; en el 2007, los restos del duhaldismo acompañaron la fórmula Lavagna – Morales y, hace apenas un año, todas las vertientes de peronismo no kirchnerista hicieron campaña contra el gobierno nacional en las elecciones legislativas. Más allá de los intentos de muchos operadores políticos por hacer que el PJ disidente compita en las primarias del partido, resulta difícil pensar que en apenas meses se puedan coser las heridas abiertas entre Néstor Kirchner y líderes claramente referenciados en los ’90 como Eduardo Duhalde, Carlos Reutemann, el ya nombrado Rodríguez Saá, Juan Carlos Romero y Ramón Puerta, entre otros.

O sea: el PJ puede llegar a formalizar una ruptura institucional que viene manifestándose en lo ideológico desde hace ya varios años. El kirchnerismo expresará el ala izquierda de un peronismo dispuesto a tejer alianzas con otras fuerzas progresistas. Y el PJ disidente puede llegar acumulando políticamente en la figura de Macri o Duhalde, expresando claramente la matriz conservadora de su pensamiento. De alguna manera, se estará materializando con esta ruptura electoral distintas asimilaciones realizadas al paso del menemismo por el poder, casi una década después de su crepúsculo.

Mientras tanto, el próximo presidente de la Argentina puede llegar a ser de la UCR, que junta a alvearistas e yrigoyenistas, a conservadores y a progresistas, a alfonsinistas y a cobistas, con cero autocrítica del tiempo de la Alianza y con una inquebrantable vocación de poder que los lleva a “meter a todos en la bolsa” con tal de llegar a la Casa Rosada. Ante estas actitudes, que durante décadas fueron imputadas negativamente al justicialismo, vale la pena preguntarse: ¿puede hablarse de una “peronización” del sistema político argentino? ¿Terminarán estos intentos de unidad del radicalismo tensionando a los gobernadores, intendentes y dirigentes políticos que siguen vinculados al kirchnerismo dando por terminadas las experiencias de “transversalidad” y “concertación plural”?

“Que se rompa pero que no se doble”, dijo Alem hace más de 100 años. Sus discípulos radicales no le hicieron mucho caso en la idea de evitar las rupturas, pero pueden dar cátedra de cómo dar vuelta la página de la derrota para diluirse ideológicamente en pos de un futuro triunfo electoral. Algo que hasta hace algunos años parecía ser sólo patrimonio de los peronistas.

 

(*) Lic. en Ciencia Política - Director Ejecutivo de la Fundación para la Integración Federal, Rosario

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Lunes, 12 Julio 2010 18:53

¿Es posible?


¿Es posible construir una Argentina libre de los lobbies de las corporaciones? ¿Se puede conducir un país sin someterse a los designios de los grupos de poder? Nos hacíamos esta pregunta cuando repasábamos los títulos periodísticos de la última semana.


 

La oposición le dio media sanción a un proyecto de ley por el cual se modifica la composición del Consejo de la Magistratura, el organismo que nombra, evalúa y sanciona a los jueces. No sólo aumentaron el número de miembros del Consejo sino que en su composición les dieron más poder a los abogados, a los jueces y a las organizaciones no gubernamentales vinculadas a la corporación judicial.

Esta semana la soja cotizó en Rosario a 950 pesos por tonelada. Recordemos: cuando se desató el conflicto por la 125 la soja se pagaba cerca de 1.000 pesos la tonelada. Hubo una cosecha récord de 55 millones de toneladas de soja. No hubo sequía y en Santa Fe hubo rendimientos casi inéditos. Basta con ir a los pueblos del interior de Santa Fe para darnos cuenta de la nueva bonanza del campo, a la que se agregan buenos precios en la leche y en la carne. Sin embargo, la Mesa de Enlace y los diputados opositores quieren que se bajen las retenciones. Lo plantean al mismo tiempo que quieren aumentar las jubilaciones mínimas. Esto es, las corporaciones del campo empujan a la oposición a bajar impuestos cuando ellos quieren aumentar los gastos.

Los empresarios del campo no son mucho peores que las corporaciones de la industria. La Unión Industrial Argentina salió a criticar el intento opositor de financiar un aumento de las jubilaciones vía la restitución de los valores históricos de las contribuciones patronales y alertaron sobre el potencial riesgo sobre el empleo. En otras palabras, dijeron: “si aumentan las contribuciones patronales vamos a despedir gente”. ¿Suena amenazante, no?Pero no sólo se expresaron en esta semana las corporaciones judiciales, industriales y agropecuarias. También se expresó la corporación eclesial, que es muy distinta a la Iglesia–Pueblo de Dios en la que muchos creemos. La Iglesia–Corporación es la que apoyó todos los golpes de Estado. Es la que encubrió el terrorismo de estado. Es la que se opuso al divorcio. Es la que impidió las reformas educativas en los tiempos de Alfonsín. Es la que censura a los pedagogos que piensan distinto.

La Iglesia–Corporación, la institución a la que le preocupa más el poder que la fe, habló a través de su vocero, Jorge Bergoglio, quién comparó al matrimonio homosexual con una guerra contra Dios. Según Bergoglio, no se trata de una modificación al código civil de un país supuestamente laico, donde existe separación entre Iglesia y Estado. Comparar al matrimonio gay con una lucha contra Dios convierte al tema en una especie de guerra santa. ¿No es demasiado?

Si a estas presiones corporativas, que se expresan a través de políticos elegidos por el voto popular, le sumamos la continua presión de las corporaciones mediáticas que tratan de impedir la democratización de la comunicación que propone la Ley de Medios, el combo alcanza un volumen para nada despreciable.

Hay políticos que dicen que no se puede gobernar la Argentina sin un acuerdo con las corporaciones. Y para fundamentar su posición se remiten a la historia. Sin acuerdo con ellas, Perón fue destituido en 1955. Sin su apoyo, Illia no llegó al final de su mandato. Enfrentado con la Iglesia, con la Sociedad Rural y los barones de la Industria, Alfonsín no pudo manejar la Argentina. ¿Podrá Cristina lograr lo que otros no lograron?

Lamentablemente, muchos dirigentes políticos de la oposición no se dan cuenta y su afán por debilitar a la Presidenta los lleva a decirle sí a todo lo que plantean los grupos de poder. Se hacen sus voceros, sus empleados y, a veces, sus esclavos.

Cuando la política, que tiene que velar por el bienestar general, se transforma en felpudo de las corporaciones, la democracia tiembla. Cuando en nombre del voto popular se trabaja para el beneficio de unos pocos que siempre se salieron con la suya, se traiciona el pacto que une al representante con el representado.

Si ganan las corporaciones, llámese Clarín, Sociedad Rural, UIA o como se llame, no sólo Cristina, sino perderemos todos los que necesitamos que el estado nos proteja, nos cuide, equipare nuestros derechos y nos garantice el marco institucional adecuado para que la justicia social sea mucho más que una frase recurrente en los discursos políticos.

 

(*) Lic. en Ciencia Política - Director Ejecutivo de la Fundación para la Integración Federal, Rosario

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La Dirección de Información y Análisis Sectorial, dependiente de la Subsecretaría de Programación Económica del Ministerio de Economía de la Nación, difundió durante la 1er. semana de julio, un informe sobre la “Evolución de los complejos exportadores provinciales” en el primer trimestre de 2010.


 

Entre enero y marzo de este año, las exportaciones argentinas totalizaron 12.731 millones de dólares, un 6,8 % más que en el mismo trimestre del año pasado en que se ubicaron en los 11.916 millones de dólares.

Según el informe, elaborado sobre información de INDEC, “todas las regiones del país mostraron un alza en los valores de sus ventas externas” aunque resalta que “se observan diferencias tanto en la magnitud de la variación, como en el comportamiento de las distintas provincias”.

Adriana Sánchez, Directora de Información y Análisis Sectorial, informó que “la Región Nuevo Cuyo fue la que evidenció la suba más pronunciada con un crecimiento del 52% en sus exportaciones. Las regiones del Noroeste Argentino (NOA), Noreste Argentino (NEA) y Patagonia registraron incrementos de entre 15% y 20% en los valores de exportación. Por su parte, las ventas de la Región Centro y Buenos Aires permanecieron prácticamente sin variaciones”.

Analizando en particular la Región Centro y Buenos Aires, las exportaciones en este primer trimestre de 2010 se ubicaron cerca de los 8.400 millones de dólares superando en un 0,1 % la performance del mismo trimestre del año pasado.

Las exportaciones cordobesas bajaron un 4 %, pasando de 1.534 millones en el primer trimestre de 2009 a 1.473 millones en este 2010. La performance de Entre Ríos fue inversa: las exportaciones de los tres primeros meses de este año fueron un 5,1 % más elevada que las del 2009, totalizando 204 millones de pesos versus 195 millones de dólares exportados el año pasado.

Si bien Santa Fe “es una de las provincias en las que la relación exportaciones / producto es más importante”, el análisis de los datos del primer trimestre de este año no dejan de merecer un análisis pormenorizado. En contra de lo que cualquiera pudiese llegar a pensar, las exportaciones de Santa Fe pasaron de 2.567 millones de dólares en el primer trimestre del 2009 a 2.209 millones en este año, reduciéndose en un 13,9 %.

No todos los rubros se comportaron de la misma manera. Las exportaciones de productos primarios santafesinos se redujeron en un 23,9 % y las de manufacturas de origen agropecuario (MOA) cayeron en un 25,4 %. Por su parte, las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI) crecieron un 87,1 % y las de Combustibles y Energía se incrementaron en un 24,4 %.

El informe plantea que “Santa Fe registró la caída más abultada de la región, como consecuencia de la baja de las exportaciones en el complejo de mayor participación relativa (Oleaginoso), dada la disminución en el volumen vendido de harina y pellets de soja (-55%) y de aceite de soja (-29%)”. La especialista a cargo de la Dirección antes indicada, explicó que “en el análisis de los meses siguientes (abril y mayo) puede observarse una importante recuperación de los mismos que se expresarán claramente en el informe del segundo trimestre”. Por nuestra parte, somos optimistas respecto del futuro próximo, ya que en el segundo trimestre se van a notar los efectos positivos de la buena cosecha de soja y de los buenos precios de comercialización.

Además, debe tenerse en cuenta que en el primer trimestre de 2009 hubo un buen volumen de exportaciones de derivados de la soja realizadas principalmente sobre ventas de stocks acumulados por el sector agropecuario luego de la cosecha del 2008 y que encontraron entre enero y marzo del año pasado mejores condiciones de venta. Es por ello que la funcionaria del Ministerio de Economía recomienda “hacer los análisis de los datos teniendo en cuenta los contextos económicos, especialmente en productos vinculados a la soja, donde existe gran capacidad de almacenamiento y pueden prorrogarse ventas por algún tiempo esperando mejores precios”.

En sentido contrario, las exportaciones ganaderas santafesinas crecieron un 8,6 % y las del sector automotriz en un 137 %, pasando de 77.098 millones de dólares en el primer trimestre de 2009 a 183.423 millones de dólares en el mismo período de este año. Este crecimiento se explica fundamentalmente “por el incremento de la venta de vehículos y autopartes al mercado brasileño”, explicó la funcionaria. Pero además debe tenerse en cuenta que el primer trimestre del año 2009 fue el peor de los últimos tiempos para las terminales automotrices, las autopartistas y las fábricas de maquinaria agrícola por el efecto de la crisis internacional. Vale recordar que en el 2009 Santa Fe se ubicó como la segunda provincia en participación en el total de exportaciones del país, llegando a los 12.244 millones de dólares, un 22,4 % del total de exportaciones nacionales.

Si bien – como indica Sánchez – “Santa Fe tiene una base exportadora bastante diversificada”, en la performance del año pasado, sólo 10 productos concentraron el 78,4 % de las exportaciones provinciales, resaltando la venta de pellets de soja (33,6%), aceite de soja (22,2 %) y porotos de soja (7,4 %). Las exportaciones santafesinas del año pasado se destinaron en un 11 % a China, un 8 % a Brasil y un 32 % a la Unión Europea.

“Preocupa saber qué puede pasar con los productos que se destinan a la Unión Europea”, señala Sánchez y recuerda que el 32 % de las exportaciones santafesinas tienen ese destino, cuando China representa un 11 % y el Mercosur otro tanto. En este sentido, es importante resaltar la necesidad de diversificar los mercados a los que se exportan productos santafesinos para disminuir potenciales dependencias, lo que requiere una actitud mucho más proactiva de parte de las autoridades provinciales, a diferencia de una Cancillería argentina muy activa que busca nuevas oportunidades comerciales en economías emergentes.


Colombia presentó ante la OEA supuestas pruebas de la complicidad de Hugo Chávez con las FARC. Los viejos patrones que se repiten y una silenciosa y preocupante política del Pentágono


 

Ayer uno asistía, con el grado de interés que la profesión y la vocación por los temas mundiales le provoca, a la transmisión de la sesión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA. Como es conocido a estas alturas, el tema que le daba el calificativo de “extraordinaria” a la sesión era la intención del gobierno de Colombia de presentar pruebas de la connivencia de Hugo Chávez con la guerrilla de las FARC, permitiendo la existencia de campamentos de esa organización en territorio venezolano. Y a medida que la exposición del embajador colombiano ante el organismo hemisférico transcurría, uno no podía dejar de experimentar una sensación de deja vú; de que esto ya lo vio antes. Y entonces me acordé. Era una puesta en escena casi calcada de la ya tristemente famosa presentación del secretario de estado Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU en febrero de 2003 para justificar y legitimar la invasión norteamericana a Irak.

En aquella ocasión, el jefe de la diplomacia del gobierno de George W. Bush, asistido por una batería de gráficos, fotos satelitales, datos, cifras e informes de inteligencia, demostraba (supuestamente) que el régimen de Saddam Hussein estaba nuevamente en posesión de armas de destrucción masiva. Este hecho, decía Powell, en el contexto de la guerra global al terrorismo, representaba una amenaza inminente a la seguridad de los Estados Unidos y del mundo y, por lo tanto, se hacía imperante una acción inmediata del Consejo de Seguridad autorizando el uso de la fuerza. Después sabemos cómo terminó esa historia. Las armas de destrucción masiva nunca aparecieron; la CIA acusada de falsear informes de inteligencia para exagerar el grado de amenaza representado por Irak; etc., etc., etc.

Y ayer pasó algo parecido. El embajador de Colombia ante la OEA, Luis Alfonso Hoyos Aristizábal, mostró toda una serie de imágenes, gráficos, coordenadas y demás datos, para argumentar la existencia de campamentos de las FARC dentro de territorio venezolano. Por poner un par de ejemplos, afirmó que hay cinco campamentos en Venezuela, cercanos a la frontera con Colombia. Tres de ellos serían los más importantes: campamento Berta, el campamento Bolivariano y el centro de instrucción Santrich. Este último es utilizado para entrenar a los guerrilleros en el manejo de armas y explosivos. “Las coordenadas de Santrich son 10º 40’ 55’’ Norte y 72º 30’ 23’’ Oeste”, afirmó. Además, mostró fotografías donde aparecen el líder rebelde Iván Márquez, además de otros tales como “alias” Jesús Santrich y “alias” Pablito. A la vez que se proyectaban las imágenes de los guerrilleros, el embajador colombiano insinuaba la protección que tendrían de parte de Venezuela. En particular sobre el último de los mencionados, Pablito, Hoyos exhibió una foto donde aparece en una playa, que tranquilamente podría ser Cartagena, pero que Hoyos ubicó en la isla Margarita. Sería la playa Chichirivichi y el guerrillero se estaría tomando una cerveza Polar, producida en Venezuela.

Todo esto me disparó una serie de reflexiones y preguntas. Desde un punto de vista puramente escéptico, lo primero que se me ocurre pensar es que en la era del Photoshop todo es posible. Hacer aparecer a este escritor en una foto sosteniendo un surubí de 10 kilos –cuando es famosa y reconocida mi ineptitud a la hora de empuñar una caña de pescar– es un juego de niños para cualquier persona diestra en la manipulación digital de imágenes. Ni hablar entonces de hacer aparecer a un guerrillero en una supuesta playa en Isla Margarita tomando cerveza venezolana.

Pero para que esto no parezca un análisis completamente sesgado o ultrachavista supongamos por un momento que los alegatos del gobierno colombiano son ciertos. No obstante, ¿es realmente creíble la justificación respecto de cómo se obtuvieron esos datos? ¿Suena verosímil que guerrilleros arrepentidos huyeron de los campamentos de las FARC, atravesaron la jungla cruzando por todo el territorio que según el propio gobierno está bajo control de la guerrilla, con toda la información, videos, fotos, coordenadas y demás pruebas para intercambiarlas por inmunidad? ¿O los datos de inteligencia provienen de otro lado? ¿Si es así de dónde?

Esto me hace acordar mucho al ya épico rescate de Ingrid Betancourt. Justo en el momento en el que parecía comenzar a tomar fuerza la alternativa del diálogo por medio de intermediarios internacionales como forma de liberar rehenes en manos de las FARC y darle un duro golpe a la estrategia de confrontación permanente de Uribe, aparece la operación militar de rescate de la ex candidata presidencial a la que ya casi se daba por muerta. Ahora otra vez lo mismo. Apenas a dos semanas del traspaso del poder, cuando desde Caracas se pretendía instalar un ambiente de renovación de aires a partir del cambio de gobierno, Uribe se decide condicionar la relación bilateral con Venezuela montando todo un espectáculo en el foro diplomático en el que se siente más cómodo, ya que es en el que históricamente los Estados Unidos, su gran aliado continental, han hecho valer su poder predominante.

No sé. ¿Qué quiere que le diga? Esto ya me suena demasiado a un guión de una película de acción muy mala. Porque, de paso, convengamos en algo, muy atinadas son las observaciones que hace Luis Bruschtein en su nota de Página 12 del 23 de Julio: a la situación de las siete bases militares norteamericanas en Colombia él añade además que “la flamante presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla Miranda, autorizó la entrada a ese país de tradición pacifista a entre siete y trece mil marines norteamericanos y 46 barcos de la flota estadounidense. Costa Rica no tiene ejército. En poco tiempo lo tendrá, y será el de los Estados Unidos.”

Un poco más adelante Bruschtein continúa diciendo que “a su vez, el nuevo presidente de Panamá, el empresario derechista Ricardo Martinelli, firmó con Hillary Clinton otro acuerdo para instalar cuatro bases aeromilitares. Y lo mismo se dice con respecto a Perú: el presidente de Ecuador, el centroizquierdista Rafael Correa, no renovó contrato para la base de Manta, por lo que será trasladada a Iquitos. En una época en que no existen conflictos militares en la región, sino que, por el contrario, el impulso integrador ha sido más fuerte que en toda su historia reciente, resulta por lo menos sospechoso el evidente interés del Pentágono por regar América latina con bases militares norteamericanas. Y resulta más inquietante si al mismo tiempo, desde Colombia, donde está la mayoría de ellas, un presidente a punto de retirarse echa fuego al conflicto con Venezuela y condiciona a su sucesor y a Chávez a una política de tensión creciente.”

Amén.

 

(*) Lic. en Relaciones Internacionales - Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal

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