Desde hace 3 años y medio, Portugal es gobernado por el socialista Antonio Costa con un éxito calificado como milagroso por los especialistas europeos. Más allá de la fragilidad estructural del país, el PBI se expandió un 2.1%, muy por encima de la media europea que es del 1.8%. Además, desde la crisis del euro en el año 2010 su desempleo se redujo del 18% al 7%. Esta situación sorprende a propios y extraños y se espera que Costa sea refrendado en las elecciones parlamentarias de octubre. Por su parte, el actual presidente español, Pedro Sanchez, pretende, por lo pronto, dar un nuevo impulso a la marea socialista tras su contundente victoria, en un contexto marcado por los nuevos nacionalismos, la crisis catalana y una economía que muestra signos de ralentización.
Situación previa
En la previa de las elecciones se temía por un ascenso muy marcado del partido Vox. Esta formación anti independentista, anti inmigratoria y opuesta a las políticas de género había ganado fuerza en las elecciones de Andalucía, bastión socialista y lugar de origen del histórico Felipe González. Fue allí donde la coalición de derecha conformada por el Partido Popular (PP), Ciudadanos y Vox logró destronar al PSOE y gobernar dicha región. Desde el fin del franquismo, no había surgido una fuerza de extrema derecha con posibilidades de entrar al Parlamento español. Esta formación no fue parte de los debates previos y durante los mismos ninguno de los candidatos atinó a referirse a ella.
El otro tema que dominó la campaña fue la situación catalana. Desde su declaración de independencia fallida el 1 de octubre de 2017, la región autonómica paso por una intervención federal y por el exilio o detención de sus principales dirigentes. Actualmente, la región pide dialogo y una solución democrática a la crisis, es decir, un referéndum que permita nuevamente a los catalanes decidir su futuro. Todos los candidatos expusieron sobre la mesa su posición: por un lado, los partidos de la derecha (Partido Popular y Ciudadanos) exigen a Cataluña mantenerse dentro de la Constitución bajo posible aplicación del artículo 155 (lo que implica obligar a una comunidad a cumplir la ley mediante la intervención de sus competencias autonómicas) y retipificar los delitos de aquellos que atenten contra el orden. En cuanto a Vox, se expresó de manera tajante en suspender la autonomía catalana hasta derrotar sin paliativos a los golpistas. Por su parte, el PSOE fue más ambiguo y partió de la idea de fortalecer las autonomías como elemento fundamental de la singularidad de cada comunidad.
Finalmente, Unidas Podemos habló tímidamente de una solución democrática al conflicto a través de un referéndum pactado donde se defina un nuevo encaje, pero dentro de España.
Las elecciones ratifican a Sánchez
Como se dijo en los párrafos precedentes, el clima eleccionario estaba marcado por distintas variables. Esta situación provocó que la sociedad responda de manera contundente en las urnas. Con uno de los índices más altos de participación desde el regreso de la democracia, Pedro Sánchez se vio legitimado en el gobierno, aunque no le alcanzó para tener una mayoría absoluta. El resultado es alentador para quienes apoyan una solución consensuada para los distintos desafíos que aquejan hoy a la sociedad española. Esta situación, también, es una buena noticia para Europa donde las socialdemocracias se han desplomado en los últimos años.
En relación a este último punto, España no es ajena a la ultraderecha. Como ya dijimos, Vox logró entrar por primera vez como fuerza política al Parlamento. Sin embargo, los resultados fueron peores de los que la agrupación pretendía. En primer lugar, los escaños obtenidos por esta fuerza no fueron las que marcaban las encuestas previas. En segundo lugar, el miedo al ascenso de este partido volcó a las urnas a un 76% de la población. Esta eligió una agenda más moderada personificada en el actual presidente español.
En cuanto al sistema de partidos, podemos ver ya de manera consolidada el fin del bipartidismo. El PP no solo tuvo una de las derrotas más importantes desde el fin del franquismo, sino que su posición se ve acechada por el ascenso de Ciudadanos. Su líder Albert Rivera se mostró muy activo en los debates y posicionó a su joven partido como una alternativa distinta al desgastado PP. En cuanto a Unidas Podemos, el partido morado sigue obteniendo peores resultados en cada elección, pero se muestra como la opción más viable para una coalición de gobierno.
En lo referente a la conformación de un futuro gobierno, el PSOE, con la legitimidad obtenida, buscará gobernar en minoría a través de acuerdos políticos coyunturales y aprovechando el desmoronamiento de su principal rival. En caso de no poder lograrlo buscara el apoyo de Unidas Podemos y de formaciones regionales, tratando de evitar a los independentistas catalanes. Estos últimos subieron un 11% su participación y ratificaron el rumbo independentista. No obstante, todavía no hay certezas de cuando se conformará el nuevo gobierno. Pedro Sánchez no tiene ningún apuro y esperara a que pasen las elecciones europeas y las elecciones provinciales y regionales que se desarrollaran de manera simultánea el 26 de mayo.
A modo de conclusión, tanto España como Portugal pueden ser un faro para una Europa que ha visto surgir en los últimos años partidos que recuerdan los años más oscuros del viejo continente. La consolidación de Pedro Sánchez como presidente, por un lado, se presenta como un factor de estabilidad de cara a las elecciones en el Euro parlamento y a las negociaciones por el Brexit. Por otro lado, podrían dar un nuevo impulso a la candidatura de Antonio Costa en Portugal. Esta marea roja podría dar un nuevo impulso a partidos progresistas a lo largo de Europa.
(*) Analista del Centro de Estudios Políticos Internacionales (CEPI)