¿Qué pasó en Bielorrusia?
Aleksandr Lukashenko ejerce la Presidencia desde el año 1994. La imposibilidad de los partidos políticos a participar libremente del proceso electoral dio lugar a una oposición de carácter civil más que política. De hecho, las principales figuras contestatarias al Gobierno de Lukashenko no son líderes partidarios, sino comunicadores, empresarios, banqueros, y demás personalidades que ubican a su labor política como segundo ítem en su tarjeta de presentación.
Al apoyarse en la proscripción como única herramienta para asegurarse el triunfo electoral, muchas veces los autócratas como Lukashenko caen en el error de pensar que eso es suficiente para mantener el statu quo. Así fue como el Presidente no vio venir lo que ocurrió hacia el tramo final de la campaña: la renovación del liderazgo de la oposición y su capacidad para movilizar gente.
Mientras el bloguero Sergei Tijanovsky, principal figura opositora a Lukashenko, era encarcelado a fines del mes pasado, la que recogió el guante fue su esposa. Svetlana Tijanovskaya revitalizó al movimiento opositor cuando las barreras sistémicas del sistema bielorruso lo hacían flaquear una vez más.
Tijanovskaya no solo logró encabezar al movimiento, sino que formó una potente tríada de mujeres junto con la esposa del ex embajador en Estados Unidos y la jefa de campaña de un banquero ex candidato. Las tres mujeres comandaron la oposición de cara a las elecciones del domingo.
La expectativa era grande por varios motivos: los grandes actos de campaña hacían pensar en la posibilidad de terminar con la era Lukashenko, sumado a la gran cantidad de bielorrusos que se apostaban a votar en todas las embajadas del mundo, blandiendo la bandera roja y blanca, con la que se identifica a la oposición. En cada víspera electoral siempre pueden palparse algunas sensaciones que inclinan la balanza hacia algún lado. Pero todo se terminó apenas concluyó la votación: según los datos oficiales, Lukashenko había conseguido un aplastante 80% contra el casi 10% de Tijanovskaya.
La reacción no se hizo esperar. Vociferando acusaciones de fraude y pedidos de renuncia, los bielorrusos opositores salieron a las calles y como resultado hubo toda una semana de protestas, enfrentamientos, represión y detenciones masivas que tuvieron como consecuencia que la candidata opositora abandone Bielorrusia para refugiarse en Lituania por temor a ser encarcelada.
Lukashenko dio una pequeña marcha atrás hacia el fin de semana. Pidió disculpas por los enfrentamientos y liberó a cientos de detenidos por las protestas. Mientras tanto, y con la firme sospecha de fraude electoral, la Unión Europea está evaluando la imposición de sanciones.
Hay varios puntos de análisis en esta historia que acabamos de contar. Bielorrusia depende comercialmente de Rusia, quien le compra el 40% de lo que exporta y la considera como parte de su esfera de influencia. Pero no solo eso. A fines de los 90, se firmó un Acuerdo de Unión entre Bielorrusia y Rusia que acabaría con la formación de un Estado que englobe a ambos países. Lukashenko se negó y eso fue el inicio de las rispideces con Putin.
De hecho, cuando faltaba algo más de una semana para las elecciones, Lukashenko denunció que mercenarios de nacionalidad rusa estaban en Minsk organizando actividades desestabilizadoras en la previa de las elecciones.
No obstante, no hay un vínculo claro entre Rusia y el movimiento opositor. De hecho, lo que pasa en Bielorrusia tiene algunos puntos de comparación con lo que sucedió con el Euromaidan en Kiev, durante la crisis ucraniana de 2014. La presión que la UE quiere ejercer sobre Lukashenko para que realice elecciones limpias tributa a esta versión de las cosas. Bielorrusia es un territorio clave entre Rusia y Europa, lo que hace que el Kremlin mire bastante de cerca el desarrollo de los acontecimientos.
En las próximas semanas, hay que ver cómo mueven sus piezas tanto Moscú como Bruselas; que hará el movimiento opositor en Bielorrusia y cuáles son las sanciones que efectivamente la Unión Europea dicte contra los principales dirigentes del país eslavo.
Más cantado que el feliz cumpleaños
Sucedió lo que esperábamos: Kamala Harris será la candidata a Vicepresidenta por el Partido Demócrata. Que la acompañante de Joe Biden en la fórmula iba a ser una mujer, era algo por demás de probable. La conmoción social por el asesinato de George Floyd puso en el centro del debate la injusticia racial e influyó para que una afroamericana sea finalmente la candidata.
Harris es senadora por California. Llegó al Congreso cuando Donald Trump arribó a la Casa Blanca. Desde allí, tuvo un perfil bastante alto en los temas ligados a la inmigración, ante los exabruptos reiterados del Presidente en este tema. Ese perfil fue el que la catapultó a presentarse en las primarias como precandidata a Presidenta. Candidatura que luego declinó tras una magra cosecha de votos.
Claro está que Biden hizo el cálculo lógico. Como favorito, sobre todo gracias a los errores de Trump, lo más conveniente es ir a lo seguro. Y lo seguro es Harris. Si bien Trump ya empezó a dirigir sus cañones contra ella diciendo, por ejemplo, que no es estadounidense, Harris no es muy rupturista como lo podrían ser Bernie Sanders o Elizabeth Warren. Es una candidata con la cual el establishment demócrata está cómodo.
Después, el archivo es otra cosa. Hay varios sectores del progresismo estadounidense que acusan a Harris de no haber sido tan progresista en su etapa como Fiscal General de California. El desafío está en que su doble condición de afroestadounidense e hija de inmigrantes haga movilizar a los sectores que deben ir a votar el 3 de noviembre si Biden quiere ganar.
Lo interesante es la apuesta a mediano plazo que hace el Partido Demócrata. Si gana las elecciones, Joe Biden tendrá 78 años y sería el Presidente más longevo de la historia de los Estados Unidos. Eso la deja a Harris a un paso del Salón Oval ante cualquier mueca del destino, o bien hacia 2024 cuando el eventual mandato de Biden haya terminado.
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Sobre el acuerdo de Emiratos Árabes Unidos e Israel hay mucho para leer. Me gustó un artículo del New York Times de enero que detalla la visión regional que tiene Mohamed bin Zayed, el príncipe heredero al trono de los EAU y el gobernante de hecho. [VER]
En los territorios palestinos hubo protestas inmediatas al anuncio del acuerdo, al que consideran una traición por parte de la Monarquía del Golfo.
Por último, una foto del Monte Sinabung en Indonesia. Yo a veces me pongo nervioso cuando tengo más de una cosa en la hornalla. Acá las chicas siguen pelando papas con un volcán haciendo erupción.
Qué groso sería un décimo de esa paz mental.
Abrazo enorme y hasta la semana que viene.
(*) Columnista internacional de Fundamentar.